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Hormigas con sabor a limón

El actor de 'Amar es para siempre' Armando del Río narra un viaje con emociones fuertes por la selva de Ecuador

En la serie Amar es para siempre, Armando del Río interpreta a un reaparecido al que daban por muerto en Rusia, y en Danny y Roberta, la obra que estrenará en breve en la sala Mirador madrileña junto a su esposa, Laia Alemany, da vida a un personaje al límite, con un punto infantil. Se podría pensar que en vacaciones busca bajar la intensidad, pero no es el caso. Le van las emociones fuertes. A la espera de poder ir a Kenia y Tanzania, rememora un viaje con incursiones selváticas.

¿Por qué Ecuador?

Acompañé a mi amigo, el actor Aitor Merino, que tiene una hermana que vive allí. Es un país pequeñito pero en el que, en pocos kilómetros a la redonda, hay ciudad, playa y selva.

¿Le afectó el mal de Moctezuma?

Al principio, sí. Es lo primero que notas al aterrizar en Quito, a 2.700 metros de altura. Durante unos días vas como perdido y te notas muy cansado, que no te llega el oxígeno a los pulmones. No me extraña que mastiquen hoja de coca para cobrar energías. Me flipó la ciudad. Y las carreteras. Para ir a la costa, a unos 200 kilómetros, tardamos casi cinco horas. Menos mal que conducía la pareja de la hermana de Aitor, que era ecuatoriano, porque hay que controlar bastante. A la mínima hay un precipicio y los camiones parecen ovnis llenos de luces.

Pero imagino que al llegar compensa.

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Sí, fuimos a unas islitas que llamaban “las Galápagos de los pobres”. Era la época en la que se aparean las ballenas y pudimos verlas pegando saltos desde muy cerca, en una barquita que tomamos. Hubo un momento en que se puso a diluviar y tuvimos que ponernos a achicar el agua con los botes. Daba bastante respeto.

Y luego a la selva.

Allí dormíamos en unas cabañas en los árboles y también fuimos un día en una piragua bastante precaria a ver cocodrilos. De pronto, los enfocabas con una linterna y te encontrabas con siete u ocho pares de ojos rojos mirándote en la oscuridad. Y nos bañamos en unos manglares donde había pirañas, que incluso probamos.

¿A qué saben las pirañas?

No están muy buenas, todo músculo y espinas.

Pero ahora puede decir que ha comido pirañas.

Es verdad. Y taránganas, unas hormigas que saben a limón.

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