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Dormir por menos de 50 euros como en tu propia casa

Tres anfitriones que ofrecen habitaciones en sus viviendas a precios asequibles explican por qué decidieron alquilar con Airbnb

Paco Nadal
La habitación que Luis y Ricardo alquilan en Barcelona.
La habitación que Luis y Ricardo alquilan en Barcelona.

Alojarse en casas de particulares es una practica tan antigua entre los viajeros como el propio movimiento. Pero la aparición de plataformas como Airbnb, que ponen en contacto a huéspedes y anfitriones, con filtros y reglas que hacen más seguro el acuerdo para ambas partes, ha revolucionado el mundo del alojamiento. No exenta de polémica (desde diversas asociaciones de hoteleros se ha acusado a estas plataformas de competencia desleal), la realidad es que 45 millones de viajeros en todo el mundo han usado ya Airbnb.

Dormir en el centro de una ciudad turística por menos de 50 euros es un aliciente -qué duda cabe-, pero muchos viajeros además de precio buscan también la cercanía a la población local, otro tipo de experiencias más acogedoras que la frialdad de un hotel. ¿Qué lleva a alguien a ser anfitrión, a acoger gente en su propia casa? Aquí van tres casos: 

Una cama cerca de Sagrada Familia (48 euros)

Rosa María Sánchez.
Rosa María Sánchez.

Rosa María Sánchez se lo planteó cuando se quedó viuda y, tras un expediente de regulación de empleo en su empresa, sin trabajo. De la noche a la mañana se vio solo con la pensión de viudedad y una hipoteca que pagar. “Yo tengo un gato y un día la gata de la vecina se coló en mi casa; así conocí a mis jóvenes vecinos. Fueron ellos los que me hablaron de Airbnb y de la manera de rentabilizar las habitaciones de solteras de mis dos hijas, que ya no viven aquí. Ellos mismos me ayudaron a redactar el anuncio de Airbnb. Fue mi tabla de salvación, de repente pude empezar a pagar todas las facturas”, explica.

Rosa admite huéspedes desde 2012 y no se ha arrepentido en ningún momento. “Tengo gente de todas las nacionalidades, de Nueva Zelanda, de Brasil, de Taiwán... Hay unas chicas de Tallín que repiten cada mes de junio, desde hace 4 años”. Asegura que nunca ha tenido ningún problema y que suele ser gente educada y culta. “Lo bueno de Airbnb es que genera confianza; yo entrego las llaves de mi casa, pero puedo elegir, hay filtros y puedes seleccionar en cierta forma a quien dejas entrar en tu domicilio”, dice.

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Reconoce que aunque empezó por puros motivos económicos, tener gente en casa le ha ayudado, además, a llevar la soledad. Les aconseja sitios para ver, cómo evitar la colas en la Sagrada Familia y, en muchas ocasiones, ella misma les guía por la ciudad. “Una vez salía con dos chicas coreanas a las que les había prometido llevarlas a las fiestas del barrio de Gracia y nos quedamos encerradas en el ascensor. ¡Era 15 de agosto y no había nadie en el edificio! Tuvieron que venir los bomberos a sacarnos, menos mal que solo tardaron cinco minutos en llegar. Aún nos reímos –porque seguimos en contacto- pensando qué tontas fuimos de no hacernos fotos con los bomberos... ¡estaban buenísimos!”, bromea. Según Rosa, muchos huéspedes se despiden de ella con lágrimas en los ojos. “Si hay buena onda, les coges cariño”.

Habitación doble con baño en un caserío vasco (50 euros)

Los propietarios de este genuino caserío vasco llegaron a Airbnb como clientes. “Hace 3 años viajamos a Australia y en Fin de Año nos fue imposible encontrar alojamiento alguno en Sídney,  estaba todo completo. Hasta que nos saltó en la pantalla del ordenador un pop-up (ventana emergente) de Airbnb a través de la cual contactamos con una chica estupenda que nos alojó en su casa y hasta nos llevó a una fiesta privada para ver los famosos fuegos artificiales de Nochevieja sobre la ciudad australiana. Fue una experiencia muy satisfactoria”, explican.

Así que a de vuelta a casa, y aprovechando que estaban de reformas en el caserío en el que viven en Durango (Vizcaya), decidieron hacer unas habitaciones para alojar huéspedes. “Es un sistema muy flexible para el anfitrión”, confiesa Sally, inglesa pero con 25 años en el País Vasco; “tú alquilas cuando quieres, y cuando no, bloqueas las fechas. Y un buen filtro para saber quién va a llegar a tu casa. Nos gusta porque conoces gente de todo el mundo, gente como nosotros: viajeros muy abiertos de mente, interesados por la realidad cultural y social del país”.

A ellos les gusta relacionarse con los huéspedes, si estos lo buscan; se van con los clientes de potes o les enseñan rutas de senderismo. O les sacan de un apuro: ”Una vez un señor norteamericano se puso malísimo y tuve que llevarlo al hospital; era un tema de próstata y me confundieron con su mujer y solo hacían preguntarme cosas comprometidas sobre su enfermedad y su aparato urinario. Fue divertido pero embarazoso. Seguimos en contacto con ellos y nos han invitado a visitarles en California”.

Base perfecta para explorar Barcelona (de 45 a 50 euros)

Luis y su compañero Ricardo tenían un sueño: financiar un local para un proyecto de carpintería y arte. Y un problema (muy común): la falta de dinero. Así que despejaron de trastos una habitación que tenían medio olvidada en casa y la pusieron en alquiler a través de Airbnb.

“Nos costó más de ocho meses tomar la decisión, meter gente en tu propia casa genera muchas dudas al principio”, confiesa Ricardo. Pero un día, en un vuelo a Madrid vieron en la revista de la compañía aérea un reportaje sobre nuevas plataformas de comercialización por internet y se decidieron a poner su casa en Airbnb.

“Está siendo una experiencia muy positiva, no solo en lo económico, también en lo personal. Conoces gente, compartes experiencias. Suelen ser viajeros muy tranquilos, parejas en su mayoría. Nosotros solemos explicarles cómo es nuestra ciudad, consejos para visitar todos los lugares importantes, bares y restaurantes menos conocidos, etcétera, y jamás hemos tenido problemas. De hecho, la habitación de huéspedes tiene cerradura, pero la nuestra y el resto de la casa , no”, explican.

Confiesan que no son de los que interactúan mucho con los huéspedes, pero sí les dan información y les aconsejan lugares para visitar, incluso desde que empiezan a intercambiar los primeros correos electrónicos.“Nuestra política es que nos adaptamos a cada huésped y no prohibimos nada. En general, todos son muy respetuosos y pasan poco tiempo en casa; llegan reventados para dormir”, añaden.

Y tú, ¿te animarías a acoger huéspedes en tu casa? ¿Y sabes qué tipo de anfitrión eres?

Esta noticia está patrocinada por Airbnb.

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