Pedalear entre cebras en Suazilandia
Rutas a caballo y en bicicleta por la reserva natural de Mlilwane, ejemplo en la conservación y recuperación de especies amenazadas en el África austral
El Reino de Suazilandia tiene el tamaño de la provincia de Cuenca. Incrustado entre Sudáfrica y Mozambique, este pequeño país es un enclave natural tan desconocido como imprescindible en el África austral. Las contadas ocasiones en las que Suazi aparece en los medios internacionales es debido a sus dos grandes lacras: los abusos de su rey, Mswati III, y su altísima tasa de población con VIH, que encabeza los registros mundiales. Sin embargo, los viajeros que se dejen caer por este país podrán descubrir además su gran riqueza cultural, paisajística y humana.
Una de sus principales joyas es la reserva natural de Mlilwane. Pese a estar ubicada entre las dos ciudades más pobladas del país, Mlilwane abarca 4.560 hectáreas de paz. La reserva se extiende a lo largo del valle Ezulwini, rodeada por las montañas que custodian la capital y plantaciones de piñas y caña de azúcar que le dan un toque más exótico si cabe.
El atractivo de este parque no está en los codiciados Big Five, sino en la posibilidad de subirse a una bici y pedalear durante horas entre manadas de ñus, cebras o impalas. Sin coche, mapa o guía, uno puede descubrir la reserva a su gusto, detenerse en el río y observar cómo los pájaros desparasitan a una familia de hipopótamos, plantarse a escasos metros de una cebra y maravillarse con la absoluta simetría de su rostro o comprobar la agilidad de un grupo de monos al compartir camino con ciclistas.
También es posible adentrarse en los diferentes paisajes del valle a pie o a caballo. Esta última opción requiere el acompañamiento de un guía y no es tan económica, pero a lomos de un caballo la sensación de armonía y las vistas ganan fuerza. El recorrido dura dos horas y media e incluye todo tipo de explicaciones sobre fauna, flora e historia del parque.
Boletín
Mlilwane era una pequeña granja propiedad del conservacionista Ted Reilly, que en 1963, con ayuda del entonces rey Sobhuza II, pasó a convertirse en un espacio protegido. La reserva abrió sus puertas un año después, aún durante el protectorado británico, y a lo largo de varias décadas Reilly consiguió reintroducir 22 especies animales que tiempo atrás habían subsistido en el reino, incluyendo leones y rinocerontes blancos y negros. Las bajas temperaturas del valle impiden que Mlilwane pueda acoger estas especies, por lo que fueron incorporadas a otras de las grandes reservas del país, como Hlane y Mkhaya. En todas ellas se hace evidente el enorme esfuerzo para fomentar la conservación y sensibilizar a turistas y locales.
Gracias a este tipo de iniciativas y a una estricta política de control y recompensas, Suazilandia se ha convertido en un ejemplo a seguir por su trabajo para frenar la caza furtiva. Mientras países vecinos como Sudáfrica perdieron en 1.215 rinocerontes solo en 2014, este pequeño reino ha contabilizado tres muertes desde 2011.
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