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Ligando con el guía en Chile

La escritora peruana Gabriela Wiener vivió una aventura en el desierto de Atacama

Aunque en su último libro, Llamada perdida, se convierte a sí misma en una heroína de cómic, entre otras cosas, la escritora peruana no tiene el superpoder de la invisibilidad. Siempre acaba haciéndose presente en sus libros y en sus artículos. Autora de Sexografías y de Nueve lunas (el libro sobre el embarazo que a nadie le regalará su suegra), hace tiempo que se deshizo del pudor. “Yo es que soy exploradora de otro tipo de confines”, insinúa, al hablar de la aventura que vivió en el desierto chileno de Atacama hace un par de años.

¿Qué la llevó allí?

Un viaje de prensa de casi dos semanas cuando trabajaba como redactora jefe de una revista femenina. Rutas a pie, a caballo, a ver los géiseres de madrugada…

Allí se han filmado muchas películas espaciales y, de hecho, la NASA usa el desierto de Atacama para preparar las misiones a Marte.

Sí, los americanos miran a los marcianos desde allí. Hay otra cosa desconcertante que te encuentras: a las madres de los desaparecidos, buscando huesos.

¿Cómo?

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Se sabe que Pinochet arrojó allí los cuerpos, que, dadas las condiciones climáticas, se mantienen. Se han encontrado miembros completamente conservados. Hay que ver el documental de Patricio Guzmán Nostalgia de la luz.

Y usted no estaba en su hábitat natural…

No. Teníamos que subir y bajar montañas, llegar a las cumbres, deslizarnos por toboganes de arena, seguir un camino bordeando un río rocoso y sembrado de cactus que parecían penes gigantes. Al final, me caí y me torcí el tobillo.

¿La llevaron al hospital?

No, me cargaron como a una reina inca.

¿Alguna exploración digna de sus libros?

Intenté ligarme al guía. Los guías en esos parajes son como el hombre de tus sueños más estúpidos. Imagínese, un tipo que prepara un pícnic en medio de la nieve, con jamón ibérico, cebiche, salmón y vino de primera. Un pícnic superburgués en un sitio virgen, o que por la noche te lleva a un observatorio para ver Saturno y luego a bailar y a comer alrededor del fuego. Y el tipo hablándote de sus historias, alguien que conoce el camino, que sabe cómo llegar.

¿Resistió a sus encantos?

Fue muy profesional. No me aceptó en el Facebook hasta un año después.

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