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Fuera de ruta

Un bautizo en cinco lenguas

Recorrido por tres iglesias jesuitas a pocos kilómetros de Cuzco con un interior lleno de colores

Uno de los murales de las iglesias en la carretera entre Cuzco y Puno.
Uno de los murales de las iglesias en la carretera entre Cuzco y Puno.Marina García Burgos

En la carretera que une Cuzco con Puno, a poco más de 40 kilómetros de la capital del imperio incaico, se encuentran tres iglesias jesuitas: San Pedro Apóstol de Andahuaylillas, San Juan Bautista de Huaro y Virgen Purificada de Canincunca. Este trayecto formaba parte de una gran ruta comercial en torno a la plata, que llegaba desde Potosí al oro que se extraía en la selva.

El interior de estas iglesias está repleto de color al temple. Las paredes, coros, naves, capillas y techos de estos templos muestran catecismos visuales sin perspectiva, historias majestuosas en las que se revelan las expresiones más características de las culturas andinas, flores, frutos, mamíferos, aves e iconografías, junto a escenas religiosas y representaciones monstruosas. Bestias y diablos de enormes fauces engullen antes que a nadie, como en una especie de crítica social, a obispos, ricachones y soldados.

La iglesia dieciochesca de Santiago Apóstol de Pomata, de piedra rojiza y estilo mestizo.
La iglesia dieciochesca de Santiago Apóstol de Pomata, de piedra rojiza y estilo mestizo.Marina García Burgos

De esas iglesias destaca la de Andahuaylillas, donde se conservan los órganos con los que se tocó la primera obra polifónica del continente, el canto en quechua Hanaq Pacha Kusikuyin dedicado a la Virgen María. En la portada de entrada al baptisterio está pintada la fórmula bautismal en griego, latín, quechua, aimara y puquina. La portada Pentalingüe.

Después de atravesar el abra La Raya, el lugar donde nace el río Urubamba, y recorrer las infinitas planicies que forman la puna a más de 4.000 metros de altura, Puno es el punto de arranque para conocer las riquezas que posee el altiplano. Además del lago Titicaca, las chullpas de Sillustani (torres funerarias) o los mágicos bosques de rocas y de las altísimas plantas Puya raimondii de Tarukani y Tinajani, y antiguas iglesias dominicas y jesuitas, completan el viaje por el corazón del arte barroco andino de Perú.

Fragmento de las pinturas de Santiago Apóstol de Pomata.
Fragmento de las pinturas de Santiago Apóstol de Pomata.Marina García Burgos

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Las iglesias se encuentran a lo largo de la carretera que une Puno con Desaguadero, la frontera peruano-boliviana. El viaje transita junto al lago Titicaca, sus playas de arena, las islas y las comunidades de pastores y agricultores aimaras que viven en sus orillas. En él destacan tres bellas iglesias: la Asunción de Chucuito, San Juan de Letrán en Juli (donde se conservan monumentales pinturas con marcos hechos en pan de oro) y Santiago Apóstol de Pomata. Desde el templo de Juli, los jesuitas, con su escuela de lenguas y su imprenta, elaboraron los catecismos aimara-castellano, y abastecían las reducciones de indígenas que provenían de Bolivia y Paraguay.

Las pinturas de todas estas iglesias, pertenecientes a artistas de las escuelas cuzqueña, italiana y española, fueron realizadas por los maestros Luis Reaño, Tadeo Escalante, Tomás Lara o Bernardo Bitti, y era la manera en que los misioneros españoles adoctrinaban a la población local, mostrando el camino hacia la gloria eterna o al infierno plagado de obispos, soldados y ricachones.

Más información en esta web: www.andahuaylillas.com.

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