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Resaca en el cementerio

El viaje de Carlota Ferrer a Cluj, en Rumania, dio para muchos cuentos. Una mañana, visitó el cementerio de Hazsongard, un lugar de extraña belleza

Pablo León
Carlota Ferrer
Carlota Ferrer

El invierno pasado, Carlota Ferrer tenía organizado un viaje a Cluj, en Rumania. La directora de teatro (que estuvo hasta el pasado 28 de septiembre en las Naves del Español, en Matadero Madrid, con Los nadadores nocturnos) aterrizó en Bucarest, en plena tormenta de nieve. Iba a Transilvania y tuvo que cruzar los Cárpatos en autobús.

¿Hay cierto paralelismo con el protagonista de Drácula?

Un poco. Hicimos un par de referencias a la novela, pero enseguida nos dimos cuenta de que allí no se comentaba mucho. Nuestro viaje desde la capital fue bastante aterrador ya que el tiempo era horrible. El viaje debía durar tres horas, pero nos pasamos más de diez viajando.

¿Sin parar?

Descansamos en un hotel de carretera. Cuando nos metimos en la cama descubrimos que las sábanas tenían un agujero en medio, a la altura del ombligo. Debía de ser para meter una bolsa de agua caliente o una manta para pasar menos frío, pero nos hizo mucha gracia.

¿Para qué viajaba a Cluj?

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RECÍBELAS

Nos habían invitado al Festival de la Unión de Teatros de Europa, pero con tanto retraso casi no llegamos. Nos bajamos del autobús y directos al escenario.

¿Qué tal fue la obra?

Muy bien. Tras la función hicimos un encuentro con el público <IL>muy interesante. Percibí una gran inquietud por el teatro. Hacían muchas preguntas cargadas de referencias teatrales. Luego descubrimos una ciudad muy animada, llena de gente joven… Cenamos en un restaurante muy curioso.

¿Por qué?

Tenía una zona en la que vendía alta costura; una especie de boutique. Podías ir entre plato y plato. No me probé nada porque los precios eran imposibles, pero fui varias veces al baño.

¿Qué había?

Era impresionante y estaba lleno de aceites, cremas y todo tipo de perfumes. Comimos muy bien y bebimos mucho. Allí beben una barbaridad.

¿Qué tomó?

Mucha cerveza y algo de vodka. Tras la cena, nos sacaron a una discoteca muy animada, Midi. Estaba llena de actores y de estudiantes de la universidad. Fue una noche muy divertida.</CF>

Y la resaca...

La pasamos en el cementerio Hazsongard, que es precioso. Está en el monte y posee multitud de esculturas. Un lugar de una extraña belleza. Fue una visita poco común y algo tétrica, pero me encantó. 

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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