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Lisboa desde el río

En ferry por el estuario del Tajo hasta el muelle de Cacilhas, donde esperan unas excelentes vistas de la ciudad desde el Cristo Redentor

El lisboeta Monumento a los Descubridores, el puente 25 de abril y uno de los 'ferries' que cruzan el Tajo entre Lisboa y la ciudad de Almada, en Setúbal.
El lisboeta Monumento a los Descubridores, el puente 25 de abril y uno de los 'ferries' que cruzan el Tajo entre Lisboa y la ciudad de Almada, en Setúbal.Shaun Egan

Cuando la Baixa lisboeta se topa con la ribera del Tajo, más allá de sus aguas salobres, ni dulces ni saladas, lo que vemos es la península de Setúbal, en concreto la ciudad de Almada. Parece que cruzar el estuario es alejarse de lo bueno, parece que está lejos, o muy oculto. Sí, supone salir de Lisboa, pero resulta tan fácil como visitar cualquier otro lugar del centro de la ciudad.

Setúbal posee muchos atractivos que merecen una escapada. Aunque todo dependerá del tiempo (y también del presupuesto) de que dispongamos, incluso unas horas serán suficientes para disfrutar de este pariente cercano de la capital portuguesa que, como ella, también vive con un pie en el Tajo y otro en el Atlántico. El monumento al Cristo Rei de Cacilhas, desde cuyo mirador se tiene una vista única sobre Lisboa; el Castelo de Almada, cuyas raíces se pierden entre historias de califas, reyes cristianos, conquistas, reconquistas y guerras civiles hasta bien entrado el siglo XIX; los arenales de la Costa da Caparica, cuyos 30 kilómetros de extensión los convierten en una de las zonas de playa más grandes de Europa… Resulta difícil elegir entre tanta tentación, pero hoy haremos una visita fugaz, una escapada que dura el tiempo suficiente para disfrutar del paseo en ferry por el estuario de este gran río y para conocer, al otro lado, la primera línea con que Almada nos recibe.

Pescadores en el muelle de Cacilhas al atardecer, frente a Lisboa.
Pescadores en el muelle de Cacilhas al atardecer, frente a Lisboa.Holger Leue

Desde Lisboa salen ferries desde tres puntos: Belém, Terreiro do Paço y Cais do Sodré. Para llegar a Cacilhas debemos acudir al muelle de este último, muy céntrico (a pocos minutos a pie de la Praça Luís de Camoes) y que cuenta también con una estación de tren (línea de Belém y Sintra). El viaje cuesta lo que un billete de metro y puede pagarse con los mismos pases o bonos que sirven para acceder a este, autobuses o tranvías. No se trata de un ferry turístico ni de recreo. A bordo cruzan cada mañana cientos y cientos de personas para trabajar en oficinas, obras, talleres o fábricas de Lisboa, y vuelven, acabada la jornada, a este lado del río donde, muchas veces, las urbanizaciones se han convertido en ciudades dormitorio.

Después de 25 minutos navegando sobre las aguas de lo que se conoce como el Mar da Palha, recalamos en el viejo y oxidado muelle de Cacilhas. Varios son los restaurantes que nos reciben, amplios, llenos de familias portuguesas o de empresarios y trabajadores hambrientos, donde las centollas patalean como astronautas en los viveros y donde aún se sirven las copas de vino llenándolas hasta el borde. Más allá, caminando por el paseo hacia el oeste, el desembarcadero da paso a una cadena de edificios en ruinas orillada por el antiguo malecón. Sobre sus piedras mal puestas y semiderruidas los pescadores prueban suerte hoy con pequeñas redes, cañas y linhas. Esta zona tiene un encanto difícil de definir; la desolación y el abandono con que se ha dejado a esta prometedora línea de edificios bajos no debe tener parangón en ninguna capital europea. Aun así, uno acaba deseando que esta zona conserve con su aspecto actual para siempre. Alguna vez este paseo fue un lugar con vida, cuando de las grúas de metal colgaba algo más que algas y los edificios alojaban almacenes, lonjas de pescadores, factorías e incluso viviendas. Hoy no queda nada, pero el declive y la senectud tienen un deje portugués que deslumbra e hipnotiza.

Pasados los edificios desconchados y las ruinas manchadas por el óxido y el salitre, encontramos dos pequeños restaurantes de nombres sugerentes, Atira-te ao Rio y Ponto Final, cortando el camino de este espolón; si tenemos suerte coincidiremos con alguno de los conciertos de fado o jazz que organizan.

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