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Un tugurio mítico en Beirut

Símbolos revolucionario y comida casera en el Abu Elie, donde sirven alitas de pollo y hay un fusil con el nombre de Rita tatuado en la culata

El interior del también llamado 'El Comunista'.
El interior del también llamado 'El Comunista'.KARIM SAKR

¿Qué pueden tener en común el Che Guevara, la cantante libanesa Fairuz y Handala, el protagonista esquivo del dibujante palestino Naji Al-Aji? Los tres son iconos revolucionarios. Y los tres están presentes, cada noche, en el Abu Elie de Beirut. Presentes como pudiera estarlo Elvis o Michael Jackson en alma del lugar. La leyenda cuenta que el propio hijo del guerrillero, Ernesto, reconoció en una visita (nadie sabe si realmente ocurrió) que el local albergaba más imágenes del Che de las que él mismo tenía. Están por todos lados: en las paredes, en las mesas, tras la barra. No en vano el garito se ha ganado el sobrenombre de El Comunista. El papel pintado que cubre el local da buena cuenta de ello.

"Más que comunismo, lo que transmite Abu Elie es la idea de Revolución", pretende aclarar Karim Sakr, parroquiano y vecino del tercero en el mismo edificio donde se ubica el bar, en la elocuente calle Caracas, hacia las postrimerías de Hamra. De cháchara con Ali, el silente camarero que comparte barra con su madre, Leila, Karim tira de memoria para definir lo que un día fue, más que un pub, un concepto. "Aquí venían a reunirse intelectuales, librepensadores", explica un sábado por la noche, cuando hay que hacer cola para pillar una mesa en el minúsculo tugurio. "Ahora la gente viene sobre todo a escuchar a Fairuz y por esto", aclara señalando las viandas de agasajo con cada cerveza o arak. Los platos rebosan frutas, altramuces, frutos secos y limón para comer con comino y sal, un manjar. Es uno de los pocos sitios en Beirut donde es posible hincharse la tripa antes incluso de abrir la carta. "Y porque es barato", apostilla Karim.

Abu Elie es, además de barato y pintoresco, uno de esos garitos que sobrevivió a una fratricida guerra civil (1975-1990) que instaló en la violencia a los beirutíes durante 15 años. Fundado en los ochenta (cuando la invasión israelí de Líbano) por Naya (Abu Elie), el local se convirtió en un mito, una especie de 'tierra de nadie' heredera del espíritu del cabaret al que relevó. De aquel prostíbulo solo le quedaron dos cosas: el nombre, grabado ahora en la puerta, y la licencia para la venta de alcohol, que obligó al dueño, ya fallecido, a mantener el cartel de Red Night en la fachada. “Hace dos años pusimos un letrero de Abu Elie”, explica Ali, el barman, “la policía vino y nos dijo que lo teníamos que quitar, porque el nombre registrado es Red Night”.

Una confusión más que "desexplica" el tugurio, cuya localización, aún fuera del circuito nocturno de Hamra (quizá el barrio más cosmopolita de la capital libanesa), es lugar de peregrinación obligada para cualquier visitante con ganas de desentrañar por qué un fusil colgado en la pared tiene tatuado el nombre de Rita en la culata. Si no, basta con las ganas de deleitarse ante un plato del mejor nayyeh (carne cruda al estilo libanés) de Beirut, recién salido de las manos de Therese, cocinera y viuda del propio Abu Elie, y llenarse con una buena ración de alitas de pollo servidas con guantes de faena en lugar de tenedores. Y brindar, por supuesto, a la salud de los camaradas.

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