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El corazón a la brasa de Doña Pochita y Doña Pascuala

El anticucho, de origen afroperuano, es la estrella de la comida callejera en Lima

Doña Pochita tiene su puesto en la calle Ignacio Merino, junto al mercado del distrito de Lince
Doña Pochita tiene su puesto en la calle Ignacio Merino, junto al mercado del distrito de LinceJavier Gragera

En la gastronomía peruana abundan las recetas que no todos los estómagos toleran: el suri, un gusano que brota de la putrefacción del árbol de aguaje, es considerado un manjar en territorio amazónico; el cuy o conejillo de indias se usa en la cocina tradicional de los Andes; el gato se sigue metiendo en el potaje –casi en la clandestinidad– en algunas comunidades afroamericanas asentadas en la costa… La peruana puede considerarse una gastronomía para paladares aventureros. Entre los platos que levantan suspicacias, el más popular y extendido es el anticucho, elaborado con corazón de vaca.

El anticucho se cocina a la parrilla. El secreto de su receta se encuentra en la sazón, de "tradición morena" (afroperuana). Para adobar la carne se emplea generalmente ajo, aceite vegetal, vinagre y una combinación de especias en la que predominan la pimienta molida y el ají panca. El anticucho, que se sirve ensartado en palitos de caña, siempre viene acompañado de papa sancochada, un pedazo de choclo –maíz cocido– y salsa de ají picante. Para los que tienen más saque, a las brochetas de anticucho se les puede añadir rachi –estómago de res–, mollejas y choncholí –intestinos de res–, también preparados a la parrilla. Y de postre, picarones, un dulce frito hecho a base de harina de camote –patata dulce– y calabaza, que se sirve bañado en miel de chancaca.

En sus orígenes el anticucho era un plato de pobres. Durante la época colonial los esclavos africanos de las haciendas hicieron comida de aquello que los patrones consideraban las sobras: las vísceras de animal. De la carne desechada, la más cotizada era la de corazón de vaca. Algunos historiadores sitúan la invención de los anticuchos en los alrededores de la plaza de toros de Acho, en Lima. Hoy el anticucho es uno de los platos más exóticos y genuinos de la gastronomía peruana.

Este pincho se come cuando se pone el sol. Al atardecer, van a apareciendo las anticucheras con sus carretillas para atrincherarse en las aceras, generalmente en algún cruce de caminos, en las esquinas, o junto a los paraderos de buses que hierven de gente al final de la jornada. Los fines de semana también surgen puestos en las zonas de cantinas y discotecas, y en los aledaños de los estadios, las iglesias, los parques... Las anticucheras –porque el anticucho es por tradición cosa de mujeres en el Perú– saben situarse en lugares estratégicos, donde los anticuchos se vuelven un anzuelo irresistible para los sentidos, tanto para el olfato, con ese aroma sabroso y picante que despierta instantáneamente el apetito, como para la vista, cuando las llamas de sus parrillas refulgen en la penumbra y resulta inevitable contemplar a las anticucheras cocinando las brochetas, macerando, dando vueltas a la carne.

Es fácil orientarse en Lima a la hora de ir en busca de anticuchos: basta con lanzarse a la calle después del atardecer y tentar la suerte. Aunque hay nombres propios que se han ganado su fama a fuerza de cocinar a la intemperie, como es el caso de doña Pochita, quien tiene su puesto en la calle Ignacio Merino, junto al mercado del distrito de Lince. Noche tras noche, su clientela hace cola en la acera para degustar sus famosas brochetas. También se reúnen numerosos transeúntes en torno a las brasas de doña Pascuala –esquina de la calle Santa Rosa con la avenida Angamos, junto a  la iglesia San Vicente de Paul, en el distrito de Surquillo– y de doña Delia –esquina de la calle Héctor Velarde con Juan Torciguera, también en Surquillo–.

La tía Grimanesa prepara los anticuchos más conocidos de Lima. Durante casi 40 años regentó una carretilla en el cruce de las calles Enrique Palacios y 27 de Noviembre, cuya esquina se convirtió en uno de los lugares más transitados del distrito de Miraflores. Su éxito le permitió dejar la calle y montar su propio local, que se encuentra en Jirón Ignacio Merino 466, también en Miraflores. La tía Grimanesa cambió de parrilla, pero el toque de sabor de sus anticuchos no se ha resentido. No se puede decir lo mismo de los precios.

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Otros restaurantes que tienen el anticucho como plato bandera son Sarita (jirón Ayacucho 198, en la Plaza de Armas de Surco Viejo), Panchita (avenida Dos de Mayo 298, en Miraflores), Puro Corazón (calle Sucre 155, en San Miguel) y cualquiera de los locales situados en la avenida Mariano Cornejo, junto a la plaza de La Bandera, en el distrito de Pueblo Libre. La anticuchería El Tío Mario (jirón Zepita 214, en Barranco) está situada en un lugar privilegiado: frente al Puente de los Suspiros, uno de los rincones más románticos y fotografiados de Lima. Al igual que Grimanesa, el tío Mario también abandonó la carretilla, aupado por la fama de su sazón, para instalarse en un remodelado local. Dicen que en sus fogones se preparan los mejores picarones de la zona. Al menos por las vistas, su elección siempre será un acierto.

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