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Rutas urbanas

Fiebre de rascacielos

De Nueva York a Singapur, edificios de diseño y dimensiones imponentes que son auténticas ciudades verticales

Andrés Fernández Rubio
El rascacielos The Shard (La Esquirla), obra de Renzo Piano en Londres.
El rascacielos The Shard (La Esquirla), obra de Renzo Piano en Londres.Jason Alden

Son iconos del mundo contemporáneo (junto a aviones y autopistas), y también símbolos de arrogancia y poder. Pese a la mala reputación de los rascacielos, fijada en la memoria colectiva con la catástrofe de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, su auge resulta imparable, tal vez en aras de una “grandeur macho cívica” (en expresión del crítico Martin Filler). Solo en 2013, se construyeron 73 de más de 200 metros. Hay más de 200 solo en China. Y en 2019 está previsto que se concluya el más alto del mundo, en Yeda (Arabia Saudí), de más de un kilómetro de altura, obra de Adrian Smith junto a sus socios de Gordon Gill Architecture. Smith ya firmó el proyecto del que es por ahora el edificio récord de altura, Burj Khalifa, en Dubái, de 828 metros. Entonces trabajaba para Skidmore, Owings & Merrill (SOM), el gigantesco estudio de Chicago que también ha levantado el rascacielos que sustituye a las Torres Gemelas. SOM firma además, a veces con gestos repetidos, varios de los proyectos recientes más espectaculares (desde la contorsionista Torre Cayan de Dubái, de 307 metros, hasta el proyecto recién anunciado en Yakarta, Indonesia, de un rascacielos de más de 500 metros rematado por una apertura que recogerá la energía del viento).

Fuerza, negocios a nivel global, visión creativa, liderazgo cultural. Son palabras empleadas por Smith, nacido en Chicago, para hablar de su desbordante proyecto en Yeda. Y en Londres, el italiano Renzo Piano ha levantando The Shard, uno de los últimos rascacielos más fascinantes. Piano, consciente de las negativas asociaciones de estos colosos con el dinero, el dominio y la falta de equidad en el mundo (por no hablar de su vulnerabilidad), se inclina por las facetas técnicas y poéticas para resultar convincente. Por un lado, la creciente seguridad que impediría una catástrofe. Por otro, la eficiencia energética con el consecuente ahorro. Finalmente, el enorme avance en la tecnología estructural y de los cristales, que convierte el empeño constructivo en un sinónimo de transparencia, metamorfosis, sombras, colores y tensión. La sutileza de la tecnología (rascacielos de madera, fachadas cinéticas...) anuncia el declive de las edificaciones de espejo o tintadas al estilo del feo rascacielos moscovita que acaba de conseguir el récord europeo de altura. Frente a semejantes “meteoritos masivos de cristal”, en palabras de Piano, que crecen en Rusia, China y muchas ciudades de América, brillan los rascacielos que aspiran sencillamente a lograr una arquitectura de la ligereza, y de la luz y la energía moduladas.

The Shard, en Londres, de Renzo Piano
The Shard, en Londres, de Renzo Piano

LA ESQUIRLA LONDINENSE

The Shard, Londres / Renzo Piano

Inaugurado el 5 de julio de 2012 (y el edificio más alto de Europa, de 310 metros, hasta que en noviembre de 2012 se completó la estructura de la torre Mercury City en Moscú, de 339), The Shard (La Esquirla) (oficialmente London Bridge Tower) es un rascacielos de oficinas, hotel y viviendas construido por el arquitecto genovés Renzo Piano en Londres. Aprovechándose de los enormes progresos en la tecnología del vidrio, Piano se ha servido de dobles y triples capas con bajo contenido en hierro (también llamado vidrio blanco extra) para levantar una torre de cristalina transparencia. Entre las capas de vidrio de determinadas partes ha colocado lamellas (persianas venecianas) para jugar con la luz y el calor. También la reutilización del aire que corre por las paredes acristaladas contribuye a la eficiencia energética. “La única manera de hacer algo elegante era no llenar el cielo”, declaró Piano en una entrevista con la revista digital de arquitectura Dezeen. De ahí la forma, que recuerda a una esquirla de un cristal roto. Criticada por algunos comentaristas por su brutal impacto en una ciudad caracterizada por un extendido urbanismo de edificios de baja altura, The Shard logra transmitir, sin embargo, el amor al oficio y la pulcritud del arquitecto italiano, quien ha dicho que buscó en las alturas intensidad y sutileza, y también “respirar aire fresco”.

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El edificio de la Bola de Shenzhen, en China, proyectado por Rem Koolhaas.
El edificio de la Bola de Shenzhen, en China, proyectado por Rem Koolhaas.Calle Montes

UN PODIO QUE VUELA

Bolsa de Shenzhen, China / Rem Koolhaas

¿Qué es lo que hace de este rascacielos algo tan especial? David Gianotten, socio de Rem Koolhaas en el estudio de Rotterdam OMA, lo ha explicado muy claramente: “El simple gesto de elevar el podio consigue que una tipología genérica logre trascender hasta convertirse en una indagación innovadora”. La Bolsa de Shenzhen es el segundo edificio de Rem Koolhaas en China (tras la sede de la televisión central en Pekín). En el proceso de su construcción participaron 75 arquitectos. La estructura suspendida, con su entramado en zigzag, crea una plaza pública abajo y un jardín arriba. Esta estructura alberga las salas de la Bolsa y subraya con elegancia la trama de ventanas cuadradas de las fachadas de la torre de 250 metros.

El One World Trade Center destaca en el perfil urbano de Nueva York.
El One World Trade Center destaca en el perfil urbano de Nueva York.Stefano Amantini

A VUELTAS CON LA ANTENA

One World Trade Center, Nueva York / David Childs (SOM)

La polémica sobre si cuenta o no la antena para declarar el edificio el más alto de Estados Unidos no logra ocultar la limitada ambición de la torre de David Childs (del estudio Skidmore, Owings & Merrill), erigida en el lugar que ocupaban las destruidas Torres Gemelas tras el atentado del 11 de septiembre de 2001. El rocambolesco y deprimente proceso, impropio de una ciudad como Nueva York, que llevó a que Childs suplantara a Daniel Libeskind (que a su vez había ganado con un proyecto no excesivamente brillante), se puede seguir en el libro de Martin Filler La arquitectura moderna y sus creadores (editado por Alba). La torre One World Trade Center figura ya como el edificio más alto de América (incluida la antena de 124 metros), con 104 pisos y 541 metros (417 metros sin contar la antena, la misma altura que la azotea de la torre norte de las desaparecidas Torres Gemelas).

El Doha Tower, de Jean Nouvel, en Qatar.
El Doha Tower, de Jean Nouvel, en Qatar.CSCEC

CELOSÍA ISLÁMICA EN DOHA

Doha Tower, Qatar / Jean Nouvel

Completada en 2012, la Doha Tower, construcción del francés Jean Nouvel, de 232 metros y 46 pisos, se alza en la zona de West Bay, en Doha (Qatar). Continuación, estéticamente, de la Torre Agbar de Barcelona, el cilíndrico edificio de Doha está construido enteramente con una trama diagonal de hormigón armado. Recubierto de vidrio, a unos dos metros del muro cortina se coloca la trabajada celosía metálica que funciona como brise-soleil (parasol) y responde a un patrón decorativo (mashrabiya) de la tradición musulmana. Esta vistosa pantalla exterior se ilumina en oro y plata en busca de espectaculares efectos en la noche del Golfo.

Absolute Towers, en Mississauga (Canadá), dos torres proyectadas por MAD Architects.
Absolute Towers, en Mississauga (Canadá), dos torres proyectadas por MAD Architects.Klaus Lang

MARILYN MONROE CAMINANDO

Absolute Towers, Mississauga (Canadá) / MAD Architects

Los habitantes de Mississauga, ciudad satélite de Toronto en el Estado de Ontario (Canadá), bautizaron como Marilyn Monroe la primera de las dos torres construidas que se contonean como un reloj de arena en el complejo de cinco edificios Absolute Towers, obra del estudio de Pekín MAD Architects. Los dos edificios curvados (el segundo, más ancho en la cintura que el primero) fueron construidos entre 2007 y 2012 y han recibido diversos premios a construcciones en altura. El primero tiene 56 pisos y mide 170 metros, y el segundo, 50 pisos y 150 metros. Proyectados como edificios residenciales de cristal, acero y hormigón, los apartamentos destacan por las formas ovaladas en su interior.

El edificio de viviendas en el número 8 de Spruce Street, en Nueva York, proyectado por Frank Gehry.
El edificio de viviendas en el número 8 de Spruce Street, en Nueva York, proyectado por Frank Gehry.Jon Hicks

BIENVENIDO A MANHATTAN

8 de Spruce Street, Nueva York / Frank Gehry

Pocos edificios han sido recibidos con semejante entusiasmo en Nueva York. Una ciudad que revive tras años de vulgares promotores del estilo de Donald Trump o de bizantinas luchas que se resumen en el insípido rascacielos de David Chids que sustituye a las Torres Gemelas. El edificio de apartamentos de Frank Gehry fue saludado por el crítico de The New York Times Nicolai Ouroussoff (en febrero de 2011) como “el mejor rascacielos erigido en Nueva York desde que hace 46 años se levantó el edificio de la CBS de Eero Saarinen”. Para el crítico, esta torre en el número 8 de Spruce Street, con sus 76 pisos el más alto edificio residencial en la historia de la ciudad (265 metros), puede verse como “el punto de inflexión entre la era moderna y la digital”. Frank Gehry acaba de ganar el concurso para construir el que será el edificio más alto de Berlín, una torre de apartamentos de 150 metros, que se unirá a un impactante trío de torres en su ciudad natal, Toronto (Canadá).

La torre Mercury City, en Moscú.
La torre Mercury City, en Moscú.Holger Leue

EL RÉCORD EUROPEO

Mercury City, Moscú / Mikhail Posokhin

Con su vulgar fachada anaranjada y su anacrónico diseño comercial, el rascacielos Mercury City, de 339 metros y completada su estructura a finales de 2012 en Moscú, se ha convertido en el edificio más alto de Europa tras superar a The Shard (La Esquirla), de 310 metros, la torre que Renzo Piano proyectó en Londres. Obra del arquitecto ruso Mikhail Posokhin, en colaboración con el fallecido arquitecto norteamericano Frank Williams, el Mercury City se une al grupo de cinco edificios rusos que se encuentran entre los 10 más altos de Europa.

La torre KK100 (Kingkey 100), en Shenzhen (China).
La torre KK100 (Kingkey 100), en Shenzhen (China).Jonathan Leijonhufvud

UNA SUAVE MARQUESINA

KK 100, Shenzhen (China) / Farrells

Un ejemplo en China. El acabado curvo de la torre KK100 en Shenzhen, la décima más alta del mundo con sus 442 metros, dialoga con la marquesina también curva que se abre en la base como entrada a este centro de negocios de 100 pisos de altura. En las 25 últimas plantas hay un hotel. Obra de la firma británica Farrells, creada en 1980 por Terry Farrell, el edificio será desbancado pronto en altura en la misma ciudad por el centro Ping An, de 648 metros. Y en Shanghái se está terminando ahora otro gigante, la Torre Shanghái, de 632 metros.

La torre de Zhengzhou Greenland Plaza, en China.
La torre de Zhengzhou Greenland Plaza, en China.SOM

COLUMNA EN FORMA DE HUSO

Zhengzhou Greenland Plaza (China) / SOM

Concebida como “una columna clásica”, según ha comentado Ross Wimer, el director de proyectos de la firma estadounidense Skidmore, Owings & Merrill (SOM), la torre Zhengzhou Greenland Plaza, situada en Zhengzhou (Henan, China), se ahúsa a medida que crece. Mide 280 metros y tiene 60 pisos. En la cúspide, un heliostato juega con la luz y la filtra sobre el atrio del hotel que ocupa las plantas superiores (abajo hay oficinas). La naturaleza metálica y acristalada del edificio varía según la proximidad o lejanía del observador. El muro cortina tiene adherido, a uno o dos metros de los vidrios, una estructura ligera de aluminio pintado cuya trama protectora se compone de escamas que ocupan entre tres y cinco pisos de altura (esta disposición facilita la labor de los limpiacristales). El rascacielos sigue la pauta circular de las torres de la Marina City de Bertrand Goldberg en Chicago, el Pepinillo de Foster en Londres o la Torre Agbar de Jean Nouvel en Barcelona. La iluminación cambiante del edificio cuando llega la noche se refleja en el agua con un efecto espectacular. Zhengzhou es una urbe de casi nueve millones de habitantes a orillas del río Amarillo.

La torre residencial Ardmore, en Singapur, de UNStudio.
La torre residencial Ardmore, en Singapur, de UNStudio.Pontiac Land Group

COLUMNA VERTEBRAL RESIDENCIAL

Ardmore Residence, Singapur (UNStudio)

Los detalles de diseño a modo de texturas orgánicas (una torre ósea), entretejidos con elementos estructurales, conforman el bloque de 36 pisos y 135 metros de altura que el arquitecto holandés Ben van Berkel y su equipo de UNStudio han levantado en Singapur (2006-2013) Ardmore Residence (7, Ardmore Park), cercana al distrito de compras de Orchard Road, sorprende por su fachada de redondeados paneles de hormigón prefabricado, “que trabaja al unísono con la disposición de los apartamentos, garantizando tanto abundante luz natural a los espacios residenciales como vistas panorámicas de Singapur”, en palabras de Van Berkel.

EL GIGANTE MÁS ALTO DEL MUNDO

Burj Khalifa, Dubái

Skidmore, Owings & Merrill (SOM)

Iker Seisdedos

Bien mirado, Burj Khalifa, el rascacielos más alto del mundo, es el monumento definitivo a la melancolía; como sucedió con las torres Petronas de Kuala Lumpur (reinas entre 1998 y 2003) y el complejo Taipei 101 (2003-2010), antes o después vendrá alguien con suficientes dotes para la megalomanía (azerbaiyanos, kuwaitíes, saudíes o chinos, poco importa), construirá una estructura más alta y le arrebatará los honores.

Entre tanto Dubái ha convertido sus 828 metros, sus más de 160 pisos, los 26.000 paneles de cristal que reflejan inmisericordes el sol del desierto y el medio millón de toneladas de peso en el símbolo nacional y orgullo turístico que andaba buscando la megalópolis de nuevo cuño y, sobre todo, su omnipresente alteza, el jeque Mohamed bin Rashid al Maktum, vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos y primer ministro de Dúbai, cuya dialéctica de superación algo naif da la bienvenida a los visitantes del monumento: “La palabra imposible no figura en el diccionario del líder. No importa cuán grandes sean los desafíos; la determinación será suficiente para superarlos”. Ante los 57 ascensores que conducen a la plataforma panóptica reservada a los turistas, situada en el piso 124, cabe pensar que el jeque quizá pretendía advertir sobre las dificultades implícitas en la visita: puede resultar un tanto lioso llegar al corazón del Dubai Mall, uno de esos centros comerciales que rigen la vida local. Desde allí se accede a la atracción. Y conviene traer los deberes hechos. Adquirir previamente la entrada no solo garantiza la experiencia, también la abarata: un billete comprado con antelación cuesta en torno a 25 euros. Los visitantes de urgencia pagan 80.

Una vez arriba, más allá de las 39 plantas del hotel Armani y los 700 apartamentos de lujo, aguardan las vistas sobre la fuente más grande del mundo (que ofrece un espectáculo algo mustio de agua y música) y una tienda de souvenirs con todas las aplicaciones posibles del diseño del edificio, proyecto de Skidmore, Owings & Merrill, bautizado en honor al emir de Abu Dabi y cuya planta se inspira en una flor local de seis pétalos. Además, solo desde las alturas es posible hacerse una idea del milagro económico de Dubái, una ciudad arrebatada literalmente al desierto.

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