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Los misterios de una villa de Tánger

Además de un bosque e increíbles vistas al Estrecho, esta casa tiene una historia de película

La villa tal y como se encuentra ahora.
La villa tal y como se encuentra ahora.Susana Fernández Lloria

En la tranquilidad que ahora brota de Villa Aidonia,  en las afueras de Tánger, pocos visitantes podrán imaginarse una historia de secuestro y conflicto diplomático. Y en el abandono de sus jardines y de la vivienda, apenas quedan las huellas de un pasado de animales y plantas exóticas y de noches de lujo hasta el amanecer. Y aun así, algo tiene Villa Aidonia que sigue despertando la fascinación de quienes acaban, intencionada o casualmente, llegando a ella.

La casa y el frondoso bosque donde se ubica, situados a 7 kilómetros del centro de Tánger, fueron testigos en 1904 de un rocambolesco asunto que implicó al mismo presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt. Fue lo que se conoció como el 'affaire Perdicaris', que llenaría cientos y cientos de páginas de los diarios de la época. ¿Quién era ese Ion Perdicaris? Las mismas definiciones sobre él no se ponen de acuerdo. Playboy, socialité, escritor, solícito esposo… Parecer ser que tuvo tantas caras como aristas tiene su historia. Hijo de un griego que alcanzó fortuna en Estados Unidos, Ion encontró en Tánger la fascinación por la ciudad y el amor por una inglesa, Ellen Varley, por aquel entonces casada con un eminente ingeniero de telégrafos, al que a la postre acabaría abandonando. Tras el divorcio, Ellen se estableció en Tánger con Perdicaris y sus hijos. Para ella construyó su marido Villa Aidonia, rodeada de eucaliptos traídos directamente de Australia que ayudaban a paliar sus problemas respiratorios, probablemente los primeros que fueron plantados en Marruecos. Para ella, también, dibujó los senderos, ahora casi borrados por el paso del tiempo, por los que podía dar largos paseos y tratar su enfermedad.

Villa Aidonia dejó de ser idílica el 18 de mayo de 1904. Ese día, Ahmed al-Raisuli, bandolero para unos, héroe para otros, secuestró a Pericardis y a uno de sus hijastros, Cromwell, y exigió al sultán de Marruecos 70.000 dólares de rescate y el control de dos de los distritos más ricos del país. La respuesta estadounidense no se hizo esperar, y Roosevelt envió a Tánger siete buques de guerra de la U.S. Navy y varias compañías de marines con el plan de ocupar las aduanas de Marruecos, el principal ingreso del país, si el gobierno no hacía las concesiones necesarias para liberar a los secuestrados. La frase “Perdicaris vivo o el Raisuli muerto” ha pasado a la historia como resumen del conflicto. Conflicto que al final acabó con lo primero: satisfechas las demandas de Raisuli, Perdicaris y su hijastro fueron liberados el 24 de junio sin sufrir daños mayores.

Pero la tranquilidad que habían ido buscando en Marruecos inevitablemente se esfumó con el secuestro. Villa Aidonia ya no era un remanso de paz, sino una casa demasiado alejada del centro de la ciudad y expuesta al peligro. Así que tras el affaire, Perdicaris y su familia se mudaron a Inglaterra, y Perdicaris moriría de hecho en Londres en 1925.

Todo lo que había construido en Tánger no tardó demasiado tiempo en ser relegado al olvido: su casa del centro de la ciudad fue destruida y sobre ella se levanta hoy el lujoso hotel Minzah. En cuanto a Villa Aidonia, quedó relegada al olvido y finalmente paso a ser propiedad del Estado marroquí tras la independencia del país, en 1956.

Para llegar a la casa y al bosque circundante puede tomarse un autobús desde la Plaza de Iberia o un petit taxi desde cualquier punto de la ciudad, siguiendo la carretera que conduce al cabo Espartel, otro entorno natural de gran belleza situado a poca distancia a pie. El bosque que rodea a la casa es perfecto para un picnic de fin de semana o una ruta de senderismo de baja dificultad. La villa puede aparecer en cualquier momento del recorrido, furtiva, y merece la pena dar unos cuantos dírhams al guardián para que nos deje contemplar su interior y el impresionante balcón con vistas al Estrecho de Gibraltar. Si algo queda del espíritu de Perdicaris son las parejas que en torno a su casa siguen coqueteando, caminando cogidas de la mano, sintiendo la magia de un lugar que fue creado como un acto de amor.

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