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El 'cine' troglodita de Gran Canaria

Un rayo de sol atraviesa la cueva número 6 de Risco Caído iluminando los dibujos de los antiguos aborígenes canarios

Luis Roca Arencibia

El sol pone en marcha el proyector cada mañana cuando emerge sobre las montañas de Barranco Hondo, en el centro de Gran Canaria. Ocurre durante la primavera y el verano, entre nueve y diez media, en un viejo pajero (pajar) del conjunto arqueológico de Risco Caído. Un rayo de luz, nítido para el espectador por las motas de polvo bailarinas que lo atraviesan, entra en la cueva número 6 a través de un agujero en la roca e ilumina una pared donde aborígenes canarios dibujaron triángulos que representan el sexo femenino.

La sala es circular. 4,34 metros de diámetro y 4,43 de altura. Los hoyos en el suelo son cazoletas para almacenar cereales. Levantamos la vista y descubrimos una cúpula cilíndrica, labrada en el techo, decorada con círculos concéntricos que enfatizan su carácter mágico. No sólo es un templo. Es un cine. El primer cine. Las muescas talladas en los bordes del iris de roca por donde entra la luz confieren distintas formas al rayo. Hay quien ve semilla, hoja, vaina, una mujer embarazada, un monje. Yo descubrí un fantasma de los dibujos animados. Pero lo cierto es que, a medida que el proyector se eleva en el cielo, el haz, transformado en un gran falo luminoso, desciende por el triángulo púbico principal dirigiendo su punta hacia la protuberante vulva. Después desaparece en segundos, como si se rindiera exhausto, en el fondo de una oquedad circular excavada debajo de la raja. Esta película de los antiguos canarios es erótica sin lugar a dudas.

La excursión empieza a las siete de la mañana en Artenara, territorio 100% reserva de la biosfera. 1.200 habitantes a 1.200 metros de altura en mitad de la isla. Todavía es de noche. Rezamos por que no amanezca nublado.

Hay gran expectación por ver el fenómeno. Hasta ahora, las excursiones se han realizado durante el verano con grupos de quince personas para evitar dañar el lugar. En 2014 quieren organizarlas de marzo a septiembre. El efecto se repite con la luna llena en el solsticio de invierno. La luz entonces es pálida y anaranjada. Próximamente se activará la web específica, almogarenriscocaido.com.

Amanece. La guagua nos conduce por la GC-215 a La Atalaya. Cuando se desvía hacia Lomo de Bajalobo, la vía se estrecha tanto que provoca vértigo a algunos pasajeros. Paramos junto a la presa de Los Pérez. Hemos bajado 900 metros. El mar de nubes sobre el norte de la isla sigue por debajo de nosotros. Mientras caminamos los veinte minutos del sendero que nos separa de Risco Caído pisamos las rústicas canaletas para conducir el agua talladas por los agricultores. A nuestra derecha, los cortes en la montaña han dejado al descubierto capas de sedimentos antiquísimos. Podemos tocarlos. La de cantos rodados, dos metros por encima, señala el fondo de un lago antediluviano. En la época de los antiguos canarios Barranco Hondo era un poblado troglodita donde convivían más de 1.000 humanos. Artevigua era el nombre aborigen, hoy perdido.

En el interior de la cueva 7, otra del conjunto de Risco Caído, las oquedades en las paredes son fósiles de árboles tras una colosal explosión volcánica. El negativo de sus raíces, troncos y ramas. La brea en las paredes son restos del humo de antorchas. Aquí, la distribución de las cazoletas por el suelo es similar a la de las Pléyades. Son las estrellas que veremos si miramos de noche el cielo en dirección al mismo lugar por donde el sol enciende cada mañana la linterna mágica.

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