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Un día en el sumo

Consejos para disfrutar de este deporte épico ahora que vuelve el torneo anual a Tokio

Dos luchadores de sumo en el estadio Ryogoku Kokugikan de Tokio.
Dos luchadores de sumo en el estadio Ryogoku Kokugikan de Tokio. Olivier Goujon

Decir sumo es tanto como decir Japón. Pocos países pueden presumir de seguir celebrando, hoy en día, uno de los deportes más antiguos de su historia y, sobre todo, de seguir haciéndolo con las mismas reglas, el mismo ritual y el mismo fervor. El sumo comenzó siendo un arte marcial de defensa practicado por los guerreros samurái, pero los torneos empezaron en torno al siglo XVI.

El torneo nacional anual tiene lugar en distintas ciudades de Japón en diferentes momentos del año y en septiembre le toca el turno a Tokio. Justo ahora, se celebran 15 días de combates diarios en los que los tokiotas reviven el espíritu de la época Edo, cuando se establecieron las normas vigentes hoy en día, con un nivel de pasión y tradición que suponen una gran opción para el viajero que esté en la ciudad en estos momentos.

El estadio oficial desde 1909 es el Ryogoku Kokugikan, donde conviene estar antes de que abran las taquillas, preferiblemente, un día entre semana. Si madrugas podrás conseguir las entradas más baratas (unos 12 euros), pero pasarte el día entero en el sumo puede ser un poco aburrido. Los profesionales, los pesos pesados, pelean por la tarde, los de la mañana son novatos que están empezando. Pero no pasa nada, lo ideal es levantarse pronto para hacerse con una entrada y pasar la mañana en el Museo Edo que está justo detrás del estadio. Un edificio con forma de nave espacial cuyo recorrido imbuye al visitante del espíritu nipón de la época Edo, un paseo por el Tokio antiguo, el devastado por la II Guerra Mundial y el actual, que muestra las costumbres de un país que aún vive de las tradiciones de sus ancestros.

Los luchadores de sumo se caracterizan por su volumen y su tamaño, pero esto no se consigue gratis. Un estricto cuadro de entrenamientos diarios y una calórica y monótona dieta contribuyen a su configuración física. Los sumotori (luchadores de sumo) no comen nada desde que se levantan, sobre las 5 de la mañana, hasta la hora de comer, y pasan este tiempo entrenando. Pero cuando llega la hora consumen, a diario y sin excepción, chanko nabe, una bomba calórica que utilizan para coger peso: una especie de cocido con carne de ternera, buey, cerdo y pollo, todo tipo de pescado, algas, tofu, huevos y arroz. Todo ello acompañado de cerveza o sake. Y luego, a dormir la siesta para aumentar de volumen lo más rápido posible. Alrededor del estadio hay numerosos restaurantes que sirven una versión más digerible del chanko nabe, así que no dudes en probarlo antes de entrar a los combates.

A partir de las 3 de la tarde es cuando el espectáculo adquiere sus mayores dimensiones. Un ambiente de emoción difícil de explicar, luchadores profesionales acometiendo rituales sintoístas que, en ocasiones, duran más que el propio combate y el estadio, con capacidad para 13.000 personas, abarrotado. Puede parecer aburrido, pero verlo en directo gana. Es emocionante, sientes que formas parte, aunque sea por una tarde, de una de las tradiciones más arraigadas de un país que se enorgullece de sus costumbres y lucha por mantenerlas vivas.

Si viajas a Tokio en enero, mayo o septiembre podrás disfrutar en directo del torneo de sumo y sentirte japonés aunque sea por un día.

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