Hierba en el tejado

La noche viaja por el oriente asturiano con Emma Fernández Granda al volante, la artista plástica nacida en Gijón que acabó construyendo en Llanes un hotel arquitectónico para colgar sus cuadros. “Era una tarde de lluvia y parecía que de las ruinas del cielo cayeran claveles...”, gusta de recordar mientras acompaña al viajero hacia el ovni, como lo llaman en la zona. Porque ciertamente la construcción guarda una incomprensible similitud con un platillo volante. Sus autores, el estudio Víctor Longo + Esther Roldán, buscaron que el terreno se ajustara al edificio, lo que les ha valido el Premio Asturias de arquitectura. Y salir destacado en el especial monográfico sobre España 2012 en la revista Monocle.

El ovni se aposenta en una finca de 8.000 metros cuadrados al abrigo de bosques y herbales mudos, bajo la crestería arisca de la sierra del Cuera. En una simulación heterodoxa, su cubierta vegetal dibuja una sinusoide de un costado a otro que invita a recorrerla toda pisando hierba fresca. Este prado representa hoy la innovación turística en la región.

Tres partes poco definidas conforman los espacios habitables bajo el praderío. La casa de la propietaria, su estudio de arte y el hotel minimalista con grandes cristaleras que introducen el verde en las habitaciones de los huéspedes. Lejos del inconformismo artístico que cabría suponer en estos espacios, lo que uno encuentra son paisajes ya vistos que solo la sonrisa y excelente disposición de Fernández Granda consigue atemperar. Se echa en falta un mayor cuidado de los detalles menores, que son los que hacen grande una obra.

Si los dormitorios son amplios, diáfanos, suficientemente cómodos, con camas de 22 metros, equipados con TV HD, sistema de sonido para iPod y wifi gratis, el ámbito polivalente del vestíbulo llega a ser frío. El mostrador que lo preside se extiende por varios metros, lo que estrecha y empequeñece la zona de estar, tan valiosa para hacer amigos entre los huéspedes. Caen aquí también los claveles de la hospitalidad y el diseño tecnoemocional. Del arte turístico, en suma.

Dicho esto, conviene reconocer y aplaudir la valentía de Emma Fernández en salirse de los moldes consabidos y afrontar un emprendimiento hotelero que, sin duda, marcará un antes y un después en la trayectoria del turismo rural en Asturias.

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