Símbolo del heroísmo y la fugacidad
En estos días las amapolas silvestres salpican con su arrebatadora belleza los campos y dehesas, con paisajes como este de Castilla-La Mancha
En estos días las amapolas silvestres (Papaver rhoeas) salpican con su arrebatadora belleza los campos y dehesas, con paisajes como este de Castilla-La Mancha. Más de uno se habrá frustrado al intentar raptar su cromatismo saltón, ya que sus cuatro pétalos de rojo escarlata y forma acampanada se marchitan en un abrir y cerrar de ojos. Machado destacó su fragilidad en el ciclo de la naturaleza en un poema de juventud y quiso significar lo efímero de la vida y del amor: “¿Recuerdas la amapola / que calcinó el verano, / la amapola marchita, / negro crespón del campo?...” Su color sangre y su metafórica supervivencia en las cruentas batallas de las dos guerras mundiales del siglo XX han servido para simbolizar a los muertos aliados: en 1915 la flor dio pie a la famosa elegía de John McCrae por un amigo caído en combate In Flanders Fields (“En los campos de Flandes brotan las amapolas...”).