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VIAJEROS URBANOS

Lechón o caldereta en Manila

En la capital de Filipinas aún quedan muchos rastros de la relación histórica entre los dos países

Rótulo con la palabra España en un autobús de Manila.
Rótulo con la palabra España en un autobús de Manila.Adrián Fernández

Filipinas es una de las antiguas colonias españolas menos conocidas por los propios españoles. El aterrizaje en Manila es algo confuso para el viajero, debido al caótico tráfico y la mezcla entre lo oriental y lo occidental, pero también tiene un sabor único, diferente a cualquier país asiático, por su particular historia colonial. Desde la llegada de Magallanes en 1521 y la posterior colonización de Legazpi en 1565, hasta la independencia en 1898, la cultura española impregnó las vidas de los filipinos durante más de tres siglos. Hasta el punto de que el carácter filipino se parece hoy mucho más al latino que al tradicional asiático.

Los nombres y apellidos del 90% de los filipinos, así como sus calles y sus plazas son mayoritariamente reconocidos apellidos españoles. Se pueden oír todavía numerosas palabras en español (barrio, cama, población, derecho, plato...), así como los números o los días de la semana. Sus comidas más típicas, como el adobo, el arroz caldo, el lechón o la caldereta, tienen su origen en la cocina española. Además, la legislación y la Constitución del país están inspiradas en la española. Por otra parte, Filipinas es casi el único reducto cristiano de Asia y en cada rincón están presentes iglesias de la época española. Entre ellas, destaca la de San Agustín en Intramuros, de 1607, que es la construcción más antigua del país, resistiendo intacta a varios terremotos y numerosos bombardeos. La fe religiosa es muy profunda e impregna la vida diaria del muy devoto filipino.

Recordar la historia de Filipinas significa adentrarse en el antiguo asentamiento militar y político español de Intramuros en Manila. Allí, uno puede sentir aún viva la colonización española. En la desembocadura del río Pasig, se puede apreciar los restos del ruinoso edificio de la antigua aduana española, reflejo de la ruta comercial entre Manila y Acapulco (México), a través del Galeón de Manila, durante 250 años. A muy pocos metros, en el Fuerte de Santiago uno puede apasionarse con los poemas en español escritos por el héroe nacional filipino, José Rizal, asesinado a pocos metros por los españoles y acusado de representar un movimiento anticolonial.

En los manileños barrios próximos al río Pasig se pueden contemplar, entre las calles Madrid, Barcelona o Sevilla, centenares de casas coloniales del siglo XVII. Algunas se conservan intactas, aunque la mayoría de ellas se encuentra en un estado lamentable, esperando una nunca llegada rehabilitación. Algunos lugareños todavía hoy son capaces de recordar algunas frases en español. No muy lejos se encuentra la primera Universidad de Asia, la Universidad de Santo Tomás, fundada en 1611 por los Dominicos y que todavía hoy al igual que muchos otros centros fundados por españoles continúan con su misión educativa.

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