El caso de la burra Fanta
El director de teatro Klaus Kruse inició su viaje por la región de Transkei, en Sudáfrica, buscando un burro
Klaus Kruse llegó a Sudáfrica para recorrer, a pie, el camino que va de Puerto St. Johns a Coffee Bay. El director de teatro, que tiene en cartel Leviathan (hasta el 2 de diciembre en Matadero Madrid), comenzó su viaje por la región de Transkei buscando un burro.
¿Para qué necesitaban al animal?
Para cargar; la caminata es de más de cien kilómetros. Nos vendieron dos: Botsoso y Fanta.
Buen comienzo.
Al poco de salir apareció un grupo de gente que nos paró y nos indicó que debíamos ir con ellos a su pueblo. No entendíamos nada, pero éramos cinco y ellos, 20.
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¿Qué querían?
Al parecer, los burros eran de una de sus vecinas y querían aclarar el asunto. Nos invitaron a una cerveza de maíz y llamaron a los ancianos para una corte popular.
¿Cuál fue el veredicto?
Tras horas de investigación encontraron al hijo de la enfadada señora, el que nos había vendido los burros. Lo reconoció y nos dejaron ir.
¡Menuda experiencia!
Al día siguiente, en una parada, desapareció Fanta. Botsoso rebuznaba. Un alemán con el que nos topamos nos dio una naranja y dijo que a los burros les encantan y que hay que llevarlas para que te sigan. Nunca encontramos a Fanta.
¿Usaron la naranja?
Muchísimo. Por ejemplo, para cruzar los ríos que pasamos los cuatro días de caminata. Pero cuando llegamos a unos manglares se hundía y tuvimos que dejar al animal libre y prescindir de gran parte de la comida. Al poco, nos quedamos sin víveres.
¿Adelgazaron?
Bastante. Pero cuando llegamos a Coffee Bay nos resarcimos. Comí hasta que sentí que explotaba.