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Trotamundos

Con tacones en Roma

A la actriz Ana Milán le fascina Italia, y visitó la capital italiana con dos amigas y en plan 'Sexo en Nueva York'

Pablo León

A Ana Milán le fascina Italia. “¡Todo nace de Roma!”, comenta la actriz, que tiene en cartel la obra de Tom Sharpe Wilt (hasta el 6 de enero en el madrileño Teatro Bellas Artes). Milán visitó la capital italiana con dos amigas y en plan Sexo en Nueva York.

La actriz Ana Milán.
La actriz Ana Milán.

¿En qué se parecían a Carrie Bradshaw, la protagonista de la serie?

Las tres estábamos un poco de bajoncillo. Les propuse que nos fuésemos a Roma porque allí sube el ego de cualquier mujer. Los italianos son un poco pesados, pero como te mira el romano no te mira nadie. Luego te dicen “ti amo” a los dos minutos. Una maravilla.

¿Llevaron a alguno a la habitación?

Tenía una cama enorme, redonda y con espejos en el techo. Aunque daba juego, compartíamos las tres, así que no hubo nada de privacidad. Estuvimos todo el día juntas. Nada más llegar, mi amiga Berta se fue a poner unas deportivas. La paré al instante y le dije: “En Roma se camina con tacones”. Nos subimos a ellos y ya no nos bajamos. Gastamos gran parte de nuestro presupuesto en tiritas: llevábamos los pies forrados, pero íbamos divinas.

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¿Tuvieron éxito?

Resulta que George W. Bush acudía a Roma esos días, por lo que las calles estaban llenas de militares. Me parecía que estábamos en una especie de película porno con presupuesto; rodeadas de soldados atractivos que nos silbaban, nos cantaban… Así que nos pasábamos los días caminando, comiendo pasta y recibiendo piropos.

Buen plan para subir la moral…

En la Piazza di Spagna no tuvimos la respuesta esperada. Estaba atestada de hombres de uniforme, la cruzamos y ninguno nos dijo nada. Nos pareció rarísimo.

¿Qué hicieron?

Hacer otro paseíllo y por lo bajini nos dijeron algo. Al parecer estaban formando y no podían romper filas. Después acabamos cenando en el Trastevere, en Osteria La Gensola, un restaurante divino. Nos atendió Adriano, un señor mayor que cuando nos hacíamos fotos con él nos apretaba. Nos hacía mucha gracia. Comimos una pasta con erizos riquísima, cerraron el restaurante y nosotras nos quedamos dentro con los camareros tomando una botella de limoncello.

¿Cómo acabaron tras tanto subidón?

Agotadas. Al regresar, sufrimos un retraso de cinco horas pero estábamos tan animadas que nos dio exactamente igual. Como broche final, durante la espera ligué con un romano guapísimo.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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