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VIAJEROS URBANOS

Redescubrir el teatro romano de Córdoba

La remodelación del Museo Arqueológico de la ciudad andaluza ha puesto en valor los restos del teatro Este escenario fue uno de los más importantes de Hispania durante cerca de 300 años

Una pasarela sobrevuela las estructuras internas del teatro romano.
Una pasarela sobrevuela las estructuras internas del teatro romano.Francisco González

En el siglo I d.C el acomodador Tito Servio ayudaba a 10.000 espectadores a coger asiento en el teatro romano de Corduba (como se llamaba la ciudad andaluza en tiempos de la Hispania romana). Controlaba los accesos procedentes de bellas plazas, cuyas escalinatas se adornaban con estatuas fuentes. Y sobre todo se encargaba de asignar el lugar correspondiente a cada clase social. Incluso la familia de Séneca tenía reservado allí uno de los mejores asientos.

Una solemne procesión abría el espectáculo. El graderío quedaba en silencio y grupos de actores enmascarados comenzaban la obra. Tragedias, comedias y pantomima provocaban gritos, silbidos, aplausos o silencios de un público que se divertía a mediodía. También había momentos para las ceremonias de culto a los emperadores a los que se veneraba en un telón arquitectónico de fondo, tan majestuoso como evocador.

El teatro romano de Corduba estuvo en pie durante casi 300 años hasta que en el siglo III d.C un terremoto lo dañó. Desde ese momento, hasta que desaparecen los espectáculos, el edificio fue objeto de abandono, expolio, cantera de mármol y piedra, perdiéndose su memoria con el paso del tiempo. Siglos después en su solar se edificó la Casa de los Páez, uno de los palacios más bellos y antiguos del Renacimiento en Córdoba y desde 1959 acoge el Museo Arqueológico de la ciudad. Un museo que tiene la particularidad de haber destapado e integrado in situ los vestigios del viejo teatro.

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Quienes haga más de un año que no vayan por Córdoba hallarán en la Plaza de Jerónimo Páez un nuevo y depurado edificio de ampliación del museo, que a pesar de seguir una estética contemporánea y racionalista, no desencaja con el palacio renacentista de los Páez, ni con los restos de uno de los mayores teatros de Hispania.

Por el momento acoge una exposición temporal e indefinida, llamada: Córdoba encuentro de culturas. Una interesante y cuidadosa selección de 500 piezas arqueológicas de la historia de la ciudad, mientras tanto continuen las obras de restauración.

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El nuevo inmueble tiene la virtud de hacer desfilar al usuario por una pasarela en el sótano que sobrevuela las estructuras internas del teatro romano. A través de pantallas y paneles, el visitante conocerá cómo se edificó, detectando los restos del graderío y la cripta anular. Incluso irrumpe un audiovisual cuyas luces perfilan sus estratos (diferentes fases constructivas del edificio) advirtiendo que prosiguen en el palacete anexo.

Si Tito Servio abriera los ojos, encontraría con mucha dificultad algunos asientos del edificio romano. Hoy no acomodaría pero seguramente estaría encantado de bajar a las entrañas de lo que queda de su teatro, conduciendo al espectador a una nueva función; la de hacer pensar y recordar cuán efímero, destructor pero poderoso es el tiempo. Y es que en la vetusta Córdoba, las piedras limpias y maquilladas, todavía hablan, siendo capaces de resucitar de las cenizas y decir tánto por si mismas.

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