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Un Hilton campestre

SA TORRE, cama y alta cocina en una remodelada ‘possessió’ de Mallorca

Salón del hotel Hilton Sa Torre, en Llucmajor, Mallorca.
Salón del hotel Hilton Sa Torre, en Llucmajor, Mallorca.USCHI BURGER-PRECHT

Es un Hilton, pero no se parece a un Hilton… Qué contrariedad para cualquier cadena hotelera el saberse reconocida por uno de sus establecimientos menos representativos. Pero también qué mérito el de sus promotores al haber afrontado con tanto mimo y ciencia la remodelación de esta possessió (las fincas rurales de la isla), otorgada por Jaime III a los Febrer en el siglo XIV. Intactos siguen ahí el viejo molino harinero, la capilla neogótica octogonal del XIX y la torre primitiva de 1369.

 El trabajo de Mercedes González, decoradora del Ritz madrileño, ha consistido en dar vida y color a los interiores. Primero a la planta noble, que se reserva para los grandes momentos. Luego al piso bajo, donde antaño moraban los payeses cuidadores de la casa, dotado con el encanto que se espera de un hotel campestre. Cierran el complejo cinco hectáreas de jardines diseñados por el paisajista Luis González-Camino, con dos piscinas, carpas para presentaciones y varios salones de reuniones.

Además de un spa con tratamientos masculinos exclusivos, al fondo se extiende un campo de fútbol y un naranjal silvestre perfumado de romero y mirto.

Habitación del hotel Sa Torre, en Mallorca.
Habitación del hotel Sa Torre, en Mallorca.

Tras los recios portones que dan acceso a la construcción medieval aparece un patio empedrado que ejerce de distribuidor central de las estancias, excesivamente impostado desde su ruina, aunque fiel al espíritu actual de la possessió, obra del arquitecto Pere Nicolau. Alrededor orbitan las mejores suites, todas diferentes. Impagable una noche en la suite principal, con arcos que la atraviesan de pared en pared, repleta de detalles personalizados y atenciones continuas por parte de un servicio bien instruido en los lujos de Mallorca. No menos tentadoras resultan las casitas exteriores, agraciadas con un tamaño más que razonable y un equipamiento muy completo.

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El huésped se hace servir en su habitación un desayuno con waffles elaborados al instante y fruta fresca del día. Solo los yogures y las mermeladas no son caseros, así como tampoco convencen los panes ni la ensaimada, una pieza de fantasía que choca en esta isla.

El secreto mejor guardado de Sa Torre se llama Zaranda, el restaurante personal de Fernando Pérez Arellano, agraciado con una estrella Michelin. Virtuoso en la cocina, esteta en sus presentaciones, filósofo de la vida y viajero impenitente, Arellano hace grande a Hilton con un plato tan sublime como enigmático y representativo de la cocina tecnoemocional: el huevo negro.

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