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Reportaje:EL HIERRO, REFUGIO SALVAJE

Hechizo en la isla de los lagartos

En el Kiosko de Las Puntas, un pescado atlántico con papas 'arrugás'. Y el mar en toda su bravura, en Punta Grande. Silencio y desconexión en un enclave secreto

ANDONI CANELA

El Hierro, la isla (aún) intacta, la isla de los lagartos dormidos, un animal echado, oscuro, una isla profunda y altiva, una isla chiquita en el rostro de las brumas. La isla del volcán esquivo que atemorizó a la población, ahuyentó al turismo, y luego se durmió otra vez como el mito de san Borondón.

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Terraza y mar

Puedes pensar lo que quieras de ella antes de llegar, pero nada más pisarla hasta el aire te parece una metáfora de la paciencia. Todo es posible dentro de la isla, pero todo se toma su tiempo. La vi desde el aire, rodeada de ese mar majestuoso un poco picado por el viento que surcaron los aventureros (como Colón) y los canarios que emigraron a América, y me pareció como el reducto en el que se había refugiado un puño que se bate contra las brumas, las perfora, las convierte en lluvia finísima sobre Valverde.

Siempre he tenido el mar en mi memoria como un elemento fundamental de la tierra de El Hierro, acaso porque llegué aquí por mar hace muchos años, cuando en la isla apenas había luz y había que lavarse las manos por turnos en las pensiones. Y esa vez el barco hizo una maniobra dificilísima para ingresar en el puerto de La Estaca, como si el mar no quisiera prestarle a la isla nuevos habitantes.

Peligrosa por mar, bellísima desde la orilla. Escarpada y esencial, hecha de lava y de luz, la isla te recibía así, rechazándote, porque tiene vocación de isla despoblada o intacta. Y, sin embargo, fue muy codiciada por los aventureros franceses y españoles, cayó en las manos (en el siglo XV) del francés Jean de Bethencourt, que tuvo un comportamiento abyecto con los pobladores que se le sometieron, y ahora vuelve a ser codiciada por los que buscan una isla aún intacta en el mundo.

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Llegué por mar la primera vez, y entré. Veinte años antes, en torno a 1950, Ignacio Aldecoa no pudo hacer lo mismo. Cuenta en Cuaderno de godo cómo lo expulsó la isla en la misma bocana: "El Hierro es oscuro, mesetero, agrio de lava. El Hierro fue rondado, pero no alcanzado. En El Hierro se dice, se cuenta, que queda la costumbre del zorrocloclo. De El Hierro le contaron al godo cosas, no siempre buenas. Y frente a El Hierro aguantó mala mar y se regresó por su aguaje como balandra vieja, temiendo tanto a El Hierro como a la ola y al tiburón".

El pescado

Esta vez llegué por aire y me fui a comer a Tamaduste, donde el agua reposa un rato en las piscinas que la naturaleza ha ido creando. Tamaduste está abrigado de los mares tormentosos, lo que permite al pescador la paciencia de capturas suculentas que luego el hombre convierte en sopa de pescado. Con arroz, a ser posible. Ahí y en La Restinga, donde acaso se degusta (dicen allí) los mejores arroces de pescado del mundo.

El mirador

Ante uno de esos túneles, el que lleva al parador de El Hierro, estuve siete minutos esperando a no morir: avisaba un letrero sobre el tiempo que habría que esperar hasta que cruzaran el túnel en dirección contraria los automóviles que se suponía que debían venir desde otro lado: "Espera. Vale más esperar unos minutos que perder la vida".

El Hierro tiene mucho misterio. Está hecha de misterio, como si guardara un sentimiento que jamás va a desvelar, el misterio de un secreto que guarda cada uno de sus habitantes; es una música de silencio, y qué música, qué bella, es la música que contiene el silencio de El Hierro. Una música que alcanza su apogeo en la carretera que va de Sabinosa y el Pozo de la Salud hasta las arenas negras que parecen surcar el cielo en forma de carretera sinuosa y perdida hasta llegar, después de una serie de peligrosísimas curvas que parecen pesadillas, hasta un mirador, el mirador de Bascos, desde el que la isla se despide con una majestuosidad insólita. Ese mirador de Bascos es un descubrimiento; si la carretera es peligrosa porque, en efecto, se pierde como si estuviera ascendiendo a los cielos, y da la impresión de que no hay nada ni a un lado ni al otro, y que además la carretera se interrumpe abruptamente en el aire, el paisaje que depara el fin de ese viaje tan arriesgado es una belleza increíble, e inolvidable. El viento violento es ahí una caricia.

El puerto

Una isla sedente, sedada, hasta que llegó el volcán todo allí era la paz del aire, y del mar abriendo el océano que despide a Europa. La isla final, la isla infinita. Ahí está el puerto de La Estaca, tan arriscado. Ahora el puerto de El Hierro (el que rechazó a Aldecoa) parece una fiesta en la que unos amigos estuvieran pendientes de que venga a tomar algo el Gran Gatsby. Hay yates, barcos de recreo, algunas falúas de pescadores siguen aguardando bonanza, y los viejos barcos ya no existen, aquellas desvencijadas y herrumbrosas embarcaciones solo están en la memoria de los que ya tenemos la edad de la nostalgia. Esta geografía del mar que despide continúa hasta la zona de El Golfo. De aquí partió, en 1970, quizá el último barco canario que se perdió en la peregrinación obligada a América. Era el Fausto. La leyenda situaba ese barquito perdido en la bruma que siempre cubrió los dramas de las islas. Unos decían que su destino era Gran Canaria, pero otros afirmaban que el Fausto quería llegar, con su desesperada carga humana, a Venezuela, que es adonde llegaría una botella si la lanzas desde ahí o desde el faro de Orchilla. Pero esos pasajeros jamás llegaron, y se han quedado en la isla como el símbolo de la emigración que la hizo en la realidad y en los sueños. Como los del Fausto, acuciados por la urgencia de la miseria y del hambre, insulares de todas las islas emprendieron, en circunstancias igualmente miserables, el riesgo de un viaje que podía no tener fin. Y Venezuela era el destino.

El Hierro disfrutó enormemente de ese milagro, el milagro de Venezuela. Un periodista singular, José Padrón Machín, que escribía a diario varias crónicas sobre lo que acontecía en la isla tranquila para los periódicos isleños y para los medios nacionales, la llamó La Séptima Isla. Y a Venezuela la llamaron La Octava Isla. Hablar de Venezuela en las islas es hablar de una prolongación de la patria. El Hierro cubrió sus necesidades gracias a la Venezuela del medio siglo, y aun hoy se ve en las puertas de la isla invocaciones de gratitud hacia aquella Venezuela ubérrima que entonces dio cobijo a los isleños necesitados. En 1970 vi un letrero en una casa que decía, cerca de Valverde: "Gracias Venezuela". El historiador Antonio Tejera Gaspar asegura que vio igual inscripción en otras viviendas de la isla. Y en cualquier isla de las Canarias se puede leer, o escuchar, idéntica invocación agradecida. Un hombre, Antonio, el único taxista de las noches de la isla, me contó que cuando tenía catorce años se metió en un barco, amaneció en La Guaira y a mediodía ya estaba trabajando en el mercado de Caracas, vendiendo naranjas.

Las sabinas

Aquí dentro, en lo más interior de El Hierro, el hombre excavó aquel túnel para encontrarse con la geografía del parador, que durante años fue como la ilusión óptica de una pensión en esta isla donde se encuentra el hotel más chico del mundo, de tres o cuatro habitaciones, donde solo había, hasta hace nada, un solo ascensor, y donde hay un semáforo, que te salva la vida yendo precisamente al parador.

Junto a este hay una playa que se llama Las Playas, acaso por ese delirio del plural que anima la soledad de las islas chiquitas. De esos paisajes que fui viendo en mi nuevo recorrido por la isla, el que volvió a golpearme la vista y el sentimiento, e incluso el oído, fue el majestuoso y a la vez humilde bosque de las sabinas, junto a la ermita de la Virgen de las Nieves. Formaciones milenarias, y legendarias, que han ido tomando la forma que les da el viento, y que guardan en sus recovecos de troncos retorcidos el símbolo mayor de la isla: la capacidad de resistencia de su naturaleza, inmune al tiempo, resistente el volcán, solitaria como un árbol que no teme el peor de los embates: la soledad.

El volcán

En 1970 era aún una isla llena de fronteras. Las han derribado. Como aquel que lleva al parador, han hecho tres o cuatro túneles donde antes hubo montañas impertinentes e impenetrables. Ahora, al final de ese túnel grande la luz parece decir que El Hierro es infinito. La isla tiene 268,71 kilómetros cuadrados; es la más chica de Canarias, y la más joven desde el punto de vista geológico, era el último sitio del mundo conocido para los europeos, desde allí se iba al Nuevo Mundo, y desde allí se fueron miles de isleños a Caracas huyendo de un hambre que hubiera sido leyenda si no hubiera calado en los huesos. Ahora es otro tiempo. Un volcán la puso en las noticias. Y ahora volvió a la soledad de su silencio, sobreviviendo siempre en medio de la leyenda de los lagartos de Salmor y bajo la sombra ligera de las sabinas, esas mujeres que no cesan de reír mientras el mar brama desde el fondo de la lava.

» Juan Cruz es autor del libro Viaje a las islas Canarias, de próxima aparición.

Una sabina, el árbol emblemático de la isla, en El Sabinar de El Hierro
Una sabina, el árbol emblemático de la isla, en El Sabinar de El HierroROBERT HARDING
El mirador de La Peña, de César Manrique, en El Hierro.
El mirador de La Peña, de César Manrique, en El Hierro.GÜNTER GRÄFENHAIN
La playa del Verodal, en El Hierro
La playa del Verodal, en El HierroGETTY
JAVIER BELLOSO

Guía

Cómo llegar

» Por mar hay conexiones desde Tenerife y La Palma con Naviera Armas (www.navieraarmas.com) y desde Tenerife y La Gomera con Fred Olsen (www.fredolsen.es). Un billete de ida y vuelta desde Tenerife se puede encontrar por algo más de 50 euros.

» En avión, desde Gran Canaria y Tenerife con Binter Canarias (www.bintercanarias.com; 902 391 392) o Islas (www.islasairways.com; 902 477 478). Con esta última, el trayecto desde Tenerife, por ejemplo, sale a partir de 27,98 euros.

Dormir

» Parador de El Hierro (www.parador.es; 922 55 80 36). Las Playas, s/n. En la costa este de El Hierro.La habitación doble sale en junio por 75 euros.

Información

» Cabildo de El Hierro (www.elhierro.es).

» Turismo de El Hierro (922 55 03 02; www.elhierro.travel).

» www.goronadelviento.es

» www.turismodecanarias.com

Cifras

» Superficie: 278 kilómetros cuadrados.

» Temperatura media: de 19º a 23º C.

» Capital: Valverde. » Población: unos 10.000 (0,5% de la población canaria).

» Punto más elevado: pico de Malpaso (1.501 metros de altitud).

» Acantilado más alto: mil metros.

» Número de camas hoteleras: 1.500.

» Semáforos que regulan a diario el tráfico rodado: 1 (en el túnel a Las Playas).

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