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Último tren a Lisboa

La capital portuguesa y la española quedan más aisladas al suprimirse la, por otra parte, lamentable comunicación por ferrocarril

El tren nocturno que unía Madrid y Lisboa.
El tren nocturno que unía Madrid y Lisboa.Renfe

Hay costumbres que se añoran cuando desaparecen aunque nunca se hubieran practicado... una paella en los chiringuitos de la Barceloneta, una cita en el madrileño Café Comercial, los encierros txikis en San Fermín, el Partenón sin techo o el carpetovetónico tren que unía desde 1940 y hasta la pandemia las capitales de España y Portugal.

La estación lisboeta de Santa Apolónia.
La estación lisboeta de Santa Apolónia.

A decir verdad, el tren nocturno (y diurno) Madrid-Lisboa-Madrid lo utilicé en una ocasión y guardo el viaje entre mis mejores recuerdos. Era 1981 y el motivo de subirme al ya vetusto ferrocarril no era la celebración del aniversario de la revolución de los claveles, sino más prosaico. Subí al tren no por la ventaja de la comunicación, sino por lo contrario, por su incomunicación. Aquel fin de semana la Real Sociedad se jugaba el título de Liga en el campo de El Molinón. La había perdido el año anterior, también en el último partido, víctima de un contubernio del Real Madrid, y esta vez quería aislarme absolutamente del entorno (en aquel entonces, la radio). Así que me subí al tren en Lisboa al inicio del partido y me desperté a la mañana siguiente en España sabiendo que la Real de Alberto Ormaechea y sus Arconada, Zamora, Satrústegui, Idígoras, López Ufarte, Celayeta….eran campeones.

En seis años de corresponsal en Portugal jamás he repetido la experiencia, pero sí he ido a la estación de Santa Apolónia a rescatar viajeros que llegaban medio tullidos después de 11 horas de traqueteo. El tren que unía las dos capitales ibéricas seguía viajando en el siglo XXI a la misma velocidad que cuando se inauguró, en julio de 1943.

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El Lusitania era lento y caro, comparado con los precios de los aviones low cost o las seis horas en coche pero tenía sus fans, entre ellos Pilar Del Río, que adoraba ese cuelgue en el tiempo y en la nada ese despertar de madrugada, viva y reconfortada por haber superado la aventura. A Pascal Mercier le dio pie a la deliciosa novela nostálgica Tren nocturno a Lisboa. Como muchos de estos negocios a la deriva, el Lusitania hacía mucho tiempo que gozaba de mayor predicamento cultural que clientelar.

Recorrer 600 kilómetros  a menos de 60 kilómetros por hora de media, realmente era una incongruencia, pero aún lo es más suprimir el único servicio de unión por ferrocarril entre las dos capitales de la Península. En unos años, las veleidades políticas de ambos países han pasado del blanco al negro; de un Lisboa-Madrid a 300 kilómetros por hora al cero. La época de las obras fastuosas dejó colgado el proyecto del AVE entre los dos países y ahora deciden la supresión, el todo o nada, como si no hubiera soluciones racionales a, por ejemplo, un tren a 120 por hora.

Hubo tiempos en los que viajaban los reyes, pero su último famoso sufridor ha sido Greta Thunberg. La luchadora contra el cambio climático, la mensajera del transporte sostenible se ha quedado sin tren. Pese a la joven sueca, este Lisboa-Madrid hace tiempo que dejó de ser sostenible y, sobre todo, racional. El parón por el coronavirus ha sido la excusa perfecta para que los gerentes políticos acaben con el ferrocarril interpeninsular. Eso sí que es distanciamiento social.

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