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Cinco museos lisboetas fuera de circuito, pero que valen la pena

El Observatorio Astronómico, el museo de Macao y el de Bordalo Pinheiro ayudan a comprender la idiosincrasia de Portugal

El Observatorio Astronómico de Lisboa.
El Observatorio Astronómico de Lisboa.J. M.

La Fundación Gulbenkian, el Museo de Arte Antiguo y la Colección Berardo del CCB son los museos imprescindibles en una primera visita a Lisboa, pero hay otros muchos, pequeños, modestos y, sobre todo, alejados del circuito turístico que, por diversas razones, merecen una hora de su tiempo, o menos.

A veces, lo que se cuelga en las paredes no lo es todo y ayuda a la visita su singularidad o el ambiente que le rodea. De la decena de museos, casa-museos, palacios-museos, ateliers-museos y centros expositivos diversos que inundan la ciudad, mis favoritos, por diferentes razones, muy particulares y subjetivas son estos cinco:

Fundación Arpad Szenes-Vieira da Silva. Una antigua fábrica de tejidos de seda acoge la fundación de esta pareja de artistas abstractos, él, húngaro judío, y ella portuguesa pero, por los azares de las guerras, ambos apátridas. Es un lugar tranquilo, enclavado en una de las plazas más agradables de Lisboa. Sus recursos son muy limitados, así que también lo son sus exposiciones temporales, pero si se busca huir de los agobios, este es el lugar. Y, al lado, la Madre de las aguas, que bien valen 15 minutos.

Jardín de Bordalo Pinheiro.
Jardín de Bordalo Pinheiro.

Museo Bordalo Pinheiro. Si al anterior museo hay que ir en busca de paz, en este se encuentra la diversión. Es el perfecto para que los niños y adolescentes aguanten el tirón. Este palacete reúne la obra del polifacético Rafael Bordalo Pinheiro (1846-1905). Fue de todo, caricaturista satírico, pintor, escultor..., pero sobre todo un ceramista único. Su creatividad e irreverencia llenan el palacio, sin embargo para completar la visita hay que cruzar la calle hasta los jardines del Palacio Pimenta. Allí trepan o se camuflan monos, gatos, lagartos, avispas, serpientes en reproducciones gigantescas de las cerámicas que le hicieron famoso, en un proyecto realizado por Joana Vasconcelos.

Paula cuenta que los astrónomos utilizaban para sus instrumentos los hilos de las arañas del jardín, por su finura y resistencia

Observatorio Astronómico. Se acaba de abrir al público esta joya de la astronomía del siglo XIX. Todo está como se construyó, el edificio, los instrumentos, la bóveda de hierro que se abre mecánicamente y el mobiliario para que los astrónomos hicieran sus cálculos (una hora de observación conllevaba siete horas de trabajos a mano). Es el único observatorio sideral que queda en el mundo, tras la destrucción del de Pulkovo, además en perfecto estado de funcionamiento, aunque ya no de utilidad. La visita, aunque gratuita, es un lujo gracias a la guía y astrónoma Paula, que explica que hasta los jardines se concibieron para plantar árboles de hoja perenne que absorbieran el polvo de la atmósfera. Los hilos que creaban las arañas en algunos árboles se utilizaban en los aparatos, por su finura y resistencia. Sus mediciones del asteroide Eros en 1900 fueron consideradas de las más precisas de los observatorios europeos.

Museo del Azulejo.
Museo del Azulejo.

Museo del azulejo. Lisboa está llena de azulejos, así que para qué visitar su museo, sobre todo si cae a trasmano. Vale la pena el desplazamiento. No solo por ver su desarrollo histórico o comprender su fabricación, también por ver las nuevas tendencias y a los artistas que se atrevieron con tan difícil disciplina. Si no le gusta el azulejo no importa, su continente, un convento de 1512, es más imponente que su contenido.

Museo de Macau. Es una curiosidad de 30 minutos. Probablemente no haya en el mundo otro museo de Macao fuera de Macao. Se lo tiene merecido, pues fueron casi 500 años portugués. En 1517 la embajada portuguesa fue la primera europea establecida y en 1570 ya existía un diccionario chino-portugués, el primero de una lengua europea. El museo en si tiene su interés sobre todo para entender qué se hacía allí y cómo fue aquello portugués hasta 1999 cuando se entregó a China. Durante siglos, centro neurálgico del comercio chino-luso-japonés ahora es una zona especial administrativa, o sea, un gran casino.

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