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Reportaje:PARA NIÑOS

Con permiso de los Reyes Magos

Rovaniemi, en Finlandia, atrae a niños de todo el mundo para visitar la aldea de Papá Noel

Otra cosa, aparte del paisaje escarchado y del frío extremo, sorprende más si cabe al turista recién aterrizado en el minúsculo aeropuerto de la ciudad de Rovaniemi: niños. Niños de todos los tamaños y colores, embutidos en gruesos anoraks, botas y manoplas; italianos, españoles, japoneses, franceses y, sobre todo, ingleses. Niños de todas partes que chillan de excitación. ¿Por qué vienen a pasar las navidades en esta gélida y lejana ciudad? ¿Qué se les ha perdido en el ombligo de la Laponia finlandesa?

La explicación es sencilla. En una pequeña aldea muy próxima a esta localidad, exactamente sobre el Círculo Polar Ártico (el denominado Napapiiri), se halla la residencia oficial de Papá Noel, la "Aldea de Santa Claus", así como su oficina postal, en la que se amontonan más de un millón de cartas al año con las peticiones que son enviadas hasta este lugar desde los rincones más recónditos del planeta. En realidad, no se sabe muy bien cuál es la verdadera coincidencia: que el Círculo Polar pase por la Aldea de Santa Claus o que ésta se haya construido ex profeso allí. El caso es que aquí, en el corazón de Laponia, y en torno al barbudo personaje, se erige toda una parafernalia navideña con tiendas de regalos y artesanía sami, restaurantes y cafeterías. Incluso se puede encargar una carta del ilustre personaje rellenando un impreso y pagando una pequeña cantidad, o presumir de que nuestras postales lleven el membrete del Círculo Polar Ártico.

En el interior de una cabaña típica finlandesa, en la Santa's Chamber, Papá Noel recibe a los visitantes todos los días del año (incluso durante el verano), charla en cualquier idioma (es políglota y capaz de salir airoso de cualquier comentario irónico) y se hace una foto contigo. ¿El auténtico Santa?, nos preguntamos algunos, sorprendidos de que este mítico personaje ventile sus días sentado en actitud de funcionario público ante una cola de niños que le miran entre escépticos y asombrados. Porque otros países nórdicos, en especial Suecia, también defienden la nacionalidad del barbudo gordinflón. Y si nos atenemos a la leyenda referente al personaje histórico, San Nicolás (Claus es la abreviatura) nunca vivió en el norte de Europa, sino en Turquía... Lo mismo da. Finlandia es conocida mundialmente por ser el país de Santa y nadie se lo va a negar a estas alturas. Y junto a él, los impertérritos renos, que, al contrario de los perros huskies, sí son autóctonos y se dejan acariciar sin problema.

A la Aldea de Santa Claus se llega en autobús desde Rovaniemi, aunque en los hoteles o en la oficina de información turística también se pueden concertar excursiones (en motos de nieve o en trineos tirados por renos o huskies) que van o hacen alto allí. Y si acabamos hartos de Santa y de su parafernalia, se puede ir a pescar a un lago helado, hacer treks polares o esquí de fondo. También es muy recomendable visitar la ciudad, pues su trazado urbanístico en forma de asta de reno, al igual que los edificios del teatro, la biblioteca y el ayuntamiento, se deben al excepcional arquitecto Alvar Aalto.

Pero sin madrugones. Porque en esta zona de Finlandia nunca estuvo mejor empleado el dicho de que "no por mucho madrugar amanece más temprano". Y si no, que se lo digan a los habitantes de Rovaniemi: debida a su elevada latitud, en esta época del año toda la región permanece envuelta en un halo de negrura que los pastores nómadas de ojos achinados y botas de piel de reno que aún habitan la región (los sami) denominan kaamos o época de penumbra. Así, en el mes de diciembre no amanece hasta las diez de la mañana, momento en que la ciudad se pone en marcha. Y más vale darse prisa, porque a eso de las dos de la tarde oscurece de nuevo. A pesar de esto, es imposible imaginar un paisaje más hermoso: una naturaleza escarchada de pinos y arbustos, ríos y lagos congelados, páramos y suaves colinas o tunturis que se extienden hasta el infinito, sobre los que restalla el gris azulado de la nieve.

Frío seco bajo cero

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Los 20 grados bajo cero de media que hace en navidades tampoco son impedimento para echarse a la calle con los pequeños. De hecho, y a pesar de que ocurren cosas curiosas como que se congelan los pelillos de la nariz o que se escucha cómo "cruje" la propia respiración, al turista español le sorprende lo bien que se soportan estas gélidas temperaturas. La explicación: el frío es seco y no corre ni pizca de viento. De todas formas, para los padres temerosos de que sus hijos cojan frío, un dato interesante: para todas estas actividades, las compañías organizadoras que operan por la zona (www.laplandsafaris.com y www.erasettiwildnorth.fi, entre otras) ponen a disposición del excursionista unos monos de nieve, botas, calcetines de lana y manoplas calentitas.

De toda esta oferta turística, sin duda lo más interesante es salir a ver las auroras boreales. Las compañías organizan excursiones nocturnas con hoguera, café, salchichas y mucha cháchara, pero en realidad, si las condiciones son propicias (mucho frío, cielo despejado y actividad solar), no hace falta irse muy lejos de la ciudad para presenciarlas. La explicación científica sobre estas fascinantes luces de colores que danzan en el cielo es que se producen cuando una eyección de masa solar choca con los polos Norte y Sur de la magnetosfera terrestre. Pero lo que dice el folclor interesa mucho más, especialmente a los niños. En finés se llaman revontulet, que significa "fuegos del zorro". El nombre se deriva de una antigua leyenda sobre el zorro del ártico según la cual los rabos de estos animales que corrían por los montes lapones se golpeaban contra los montones de nieve y las chispas rojas, verdes, rosas y anaranjadas que salían de tales golpes se reflejaban en el cielo.

Y para combatir la penumbra y seguir dando gusto a los retoños, otra excursión: la de la Reserva Zoológica de Ranua, a unos 80 kilómetros de Rovaniemi (se puede ir en autobús desde la ciudad). Se trata del zoo más septentrional que existe en el planeta, e incluso en las horas más oscuras del día, con ayuda de una antorcha frontal que nos facilitan a la entrada, se puede observar y dar de comer a las especias autóctonas de Finlandia, Laponia y los países escandinavos. Osos polares, arces, linces, zorros, etcétera, campan a sus anchas sobre una suave capa de nieve soportando los rigores climáticos sin inmutarse. "¿Por qué no hay cocodrilos?", le pregunta una niña a su padre. La respuesta es obvia para todos.

El museo Artikum, por ser interactivo, también divierte mucho a los niños. El gran edificio acristalado aúna dos museos: el Centro Ártico, dedicado al entorno polar de Europa, Asia y América, y muy especialmente a los pueblos que habitan en él; y el Museo Provincial de Laponia, en el que se muestran espléndidas colecciones temáticas acerca de esta salvaje región. Uno puede tumbarse en el Teatro de las Luces del Norte para observar la aurora boreal, meterse en una cueva de hielo y sentir en los huesos el frío del invierno lapón, pasear por las orillas de un río del Ártico y aprender cómo vivía la cultura sami hace mucho tiempo en Rovaniemi.

Y para terminar el día calentitos, algo que no hay que dejar de hacer en este país: darse una sauna. Aunque advertimos: en Finlandia es obligatorio meterse sin bañador.

» Cristina Sánchez Andrade es autora de Coco (RBA, 2007).

Más propuestas e información en la Guía de Finlandia

Guía

Visitas

» La Aldea de Santa Claus (www.santaclausvillage.info). Abre de 9.00 a 19.00 (consultar horario de días festivos). Entrada gratuita.

» Santa Park (www.santapark.com). De 10.00 a 18.00; niños, 20 euros; adultos, 25.

» Reserva Zoológica de Ranua (www.ranuawildlife.com; 003581 63 55 19 21). Abre todos los días de 10.00 a 16.00. Precio (hasta el 10 de enero): 15 euros los adultos y 13,50 los niños de 4 a 14 años.

» Museo Artikum (www.arktikum.fi/es). Abre de 10.00 a 18.00. Adultos, 15 euros; niños de 7 a 15 años, 5 euros.

Información

» Oficina de turismo de Rovaniemi (www.visitrovaniemi.fi; 00358 16 34 62 70).

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