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Entrevista:TROTAMUNDOS | ISMAEL SERRANO | CANTANTE | FUERA DE RUTA

20 horas de tren indio

Fue tomarse las uvas, estrenar el 2003 y salir escopetado al aeropuerto. Qué mejor forma de iniciar el año que un viaje. Y más si tiene por destino Jordania y la India, dos culturas tan alejadas de la propia. Escuchen el relato de este trovador, que no encontrarán en su último trabajo, Principio de incertidumbre.

¿Cuál es la principal conclusión que sacó del viaje?

Cuando viajas a la India aprendes a relativizar. A distinguir las necesidades reales de esas otras artificiales que genera esta globalización tan absurda.

Ahora me dirá que volvió inmerso en una nueva espiritualidad, como todos.

Pues no, en absoluto. Y le diré que creo que allí hay un turismo religioso ciertamente frívolo. Mucho occidental que de repente se pone un sari, mucho esnobismo. Lo que no impide que reconozca la solemnidad estremecedora de Benarés, la ciudad sagrada a orillas del Ganges. Que además es la letrina nacional.

¿Qué fue lo que le sorprendió?

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Conocer que el Taj Mahal es fruto de la época de dominación musulmana, que hay pocos templos budistas, y ese brutal estoicismo de la población, que arranca de la religión hinduista.

Creo que hizo el trayecto en tren Agra-Benarés.

Sí, y es memorable, porque dura más de 20 horas. Se duerme en el tren, en compartimentos separados por una cortina. De modo que percibes la humanidad del vecino, sus ronquidos. Hay un tipo que pasea durante toda la noche ofreciendo té, con una cantinela que te despierta de madrugada.

Qué novelesco. Nada que ver con su paso por Jordania, ¿verdad?

Nada. Allí me sorprendió una realidad alejada del tópico del mundo musulmán que hemos acuñado tras el 11-S. Convivían cristianos y musulmanes, había mujeres tapadas y otras de atuendo occidental. Y se respiraban los efectos prebélicos. La guerra de Irak fue determinante para su economía. El turismo había decaído un 80%.

¿Le impidió eso darse un bañito en el mar Muerto?

No, y fue alucinante. Hacía mucho frío, pero no me lo pensé. Fuimos a un hotel de los que hay a orillas del mar. Allí te ofrecen masajes y baños de barro tras darte un chapuzón en unas aguas en las que flotas como una boya.

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