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Reportaje:VAMOS A...LAS PALMAS

Sueños de Néstor en Las Palmas

Una visita a la capital grancanaria con una parada muy especial en la Ciudad Jardín, donde se encuentra el museo del pintor simbolista amigo de Lorca

Las Palmas es una ciudad paradójica: capital de la isla de Gran Canaria, con capital administrativa del archipiélago y en sí misma excéntrica, si le damos al adjetivo no la connotación de lo raro sino de aquello que tiene un centro diferente o se sale de él. Con una población cercana a los 400.000 habitantes se trata, evidentemente, de una gran ciudad, pero no es eso lo que descentra en ella. Es su extensión, su diseminación natural entre la fachada marítima y las laderas y cerros urbanos lo que le imponen carácter, sin dotarla de un único centro, aunque en términos históricos lo tiene, y muy atractivo, en las zonas contiguas de Vegueta y Triana, una Triana blanca como la de Sevilla pero también muy negra, con algo que solo puede ser intrínsecamente canario: la piedra volcánica utilizada con tan especial arte en la construcción.

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Ese característico centro de Las Palmas se desdobla en dos mitades que separa un barranco fluvial ganado al tráfico de superficie. En su vertiente norte está el llamado barrio de Triana, con su calle mayor de ese nombre, hoy peatonal; aquí están las franquicias de todas las tiendas que el viajero ha visto en las grandes ciudades del mundo, pero también, y eso no tiene igual, un conjunto bellísimo de casas de dos o tres plantas en estilo ecléctico, modernista y art déco, solo afeado por la mancha de algún edificio reciente de mal gusto. Por suerte, la belleza original le puede a la vulgaridad discordante, y el paseo (extensible a las calles transversales) es una delicia para los ojos, que no paran de sorprenderse ante la ocurrencia de los motivos ornamentales, el vivo colorido y el sentimiento a veces juguetón de sus frontispicios.

Al otro lado del barranco, hacia el sur, está el casco antiguo, de una imponente severidad a la que nunca le falta un brote chispeante en su arquitectura. Aquí se halla la catedral, como tantas ellas producto de una acumulación de estilos y modos constructivos de diversas épocas (a partir, en este caso, del año 1500); su mejor cara la pone su silueta, que desde la carretera que bordea la playa luce más hermosa y grandiosa de lo que es. En torno a la catedral, puesta bajo la advocación de Santa Ana, está el dédalo de calles empedradas donde abundan los palacios renacentistas, barrocos y neoclásicos, casi todos realzados por la presencia de los balcones y miradores de madera, tan propios de estas islas. Antigua residencia del corregidor, destaca entre esas mansiones y se visita el Museo Casa de Colón, que, más allá del hipotético morbo (no garantizado por la historia) de que en ella durmiera el almirante genovés en su paso por Gran Canaria, ofrece el interés de su rica fachada y sus interiores; a muy poca distancia está, en un palacio del siglo XVIII bien remozado en su interior por el arquitecto Sáenz de Oiza, el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), con una programación temporal de interesantes exposiciones. Reciente es la apertura del flamante Centro de Cultura Contemporánea en el cercano Hospital de San Martín, que presta el aire de sus naves de altos techos y sus recogidos claustros a la salud del arte de hoy.

Vegueta, Triana, San José, Escaleritas, La Isleta, ya en la punta norte de su península. También esas zonas son centros de Las Palmas, más comerciales, o turísticos, playeros y castizos. Yo quiero, sin embargo, detenerme extensamente en el lugar central que más amo de Las Palmas, la Ciudad Jardín, y en especial la parte que está en torno al Parque Doramas. Es una zona residencial y tranquila (pese a su casino), a corta distancia del siempre visible mar, pero para mí tiene, además de su vegetación y el encanto de sus chalés, la huella poderosa del artista canarión (así se llaman entre ellos los nativos de la isla) que en buena medida le dio forma y sigue habitando en ella como un espíritu huidizo y vistoso. Me refiero al pintor Néstor Martín-Fernández de la Torre, conocido ya en vida (su corta vida, 1887-1938) como Néstor a secas.

Rosetti y Whistler

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Néstor fue un personaje apreciado y célebre en la España peninsular de las primeras décadas del siglo XX, alcanzando su renombre y sus trabajos también a Francia, Italia y Reino Unido, país adonde había viajado repetidamente para ver de cerca las pinturas de sus admirados Rossetti y Whistler. En 1911, con 24 años, llegó una vez más a Londres acompañado de su íntimo amigo el escenógrafo Mariano Andreu y portando una carta de recomendación que el magnífico paisajista catalán Eliseo Meifrén, maestro de Néstor en Las Palmas, le había dado para John Singer Sargent, entonces en lo más alto de su fama de retratista. Néstor tuvo en los años siguientes una frenética actividad artística y un programa viajero incansable, con algunos regresos, no siempre felices, a su isla de origen, cicatera con él y tardía en el reconocimiento de quien sin duda fue uno de los grandes simbolistas del arte español, a la altura -cuando menos- de Anglada Camarasa y Romero de Torres, pero con un registro de intereses más amplio y más sugestivo.

Hoy diríamos que Néstor fue un excéntrico, tan desparramado y sinuoso como su Las Palmas natal, donde ahora (desde que se abrió en 1956) el Museo Néstor, al sur del Parque Doramas, exhibe, con alguna rotación, la obra singular del artista. Se trata, por lo demás, de un lugar en el que rezuma la personalidad del artista y la de su hermano Miguel, otro valioso creador que como arquitecto es responsable del edificio del museo y del contiguo y precioso Hotel Santa Catalina, que Miguel Martín-Fernández de la Torre reconstruyó en la segunda mitad de los años cuarenta sobre la base del señorial hotel inglés levantado a finales del XIX, dándole la viveza regionalista de la carpintería de sus balcones abiertos al reducido paraíso de los jardines. Los dos hermanos comparten además una bipolaridad llamativa. Néstor fue un decadente cosmopolita que acabó soñando con un retorno a las esencias de la patria chica; Miguel, formado en las corrientes racionalistas germánicas, tan visibles en muchas de las viviendas unifamiliares por él diseñadas en las calles de la Ciudad Jardín, también se interesó por lo autóctono, que él llamó lo neocanario: el propio hotel es una muestra y aún más, en el mismo entorno, el Pueblo Canario, el remedo que los hermanos Martín-Fernández de la Torres quisieron hacer del Pueblo Español de Barcelona, con el ánimo, según el biógrafo de Néstor, Pedro Almeida Cabrera, de convertirlo en el "escaparate y exponente vivo de la realidad tradicional y moderna de Gran Canaria".

Grupos folclóricos

El propósito de unir las antípodas de la modernidad y la tradición era, ya se imagina, difícil, y hoy, sobre todo en las mañanas de domingo, el componente más chillonamente folclórico puede arredrar al paseante curioso, por no decir al moderno. Son los días en los que en la plazoleta del Pueblo Canario se instalan para bailar y cantar los aires regionales grupos de entusiastas ataviados para la ocasión. Uno añora en sus vestidos la aguja de Néstor, figurinista genial de tantos estrenos teatrales (entre ellos el de El amor brujo de Falla, para el que también hizo los decorados), aunque la mano del artista sigue presente en la plazoleta, por ejemplo en el geométrico rótulo del comercio de artesanía Fataga.

Magnífico retratista, costumbrista con toques visionarios, modernista al modo centroeuropeo, lo que queda claro visitando la joya principal del Pueblo Canario de Las Palmas, es decir, su museo, es que Néstor no fue un "putrefacto", el adjetivo odioso que los jóvenes díscolos de la Residencia de Estudiantes ponían a los artistas trillados y convencionales. De hecho, Néstor tuvo la amistad de Dalí, de Alberti y de García Lorca, quien le llamaba cariñosamente Durero, y no solo por las dotes de dibujante de Néstor, sino por los duros que el desahogado pintor canario le daba al estudiante granadino cuando este tenía un apuro económico. En esos años madrileños en los que el pintor frecuenta las tertulias y cenáculos literarios, se produce también, en 1923, su encuentro con el compositor y fascinante personaje republicano Gustavo Durán, con quien formó pareja hasta el comienzo de la Guerra Civil, que los separó irremediablemente, y no solo en el campo ideológico.

Un poema al océano

Una de las obras emblemáticas del museo, aunque no la mejor, es precisamente el conjunto alegórico en ocho lienzos titulado Poema del Atlántico y pintado entre 1912 y 1923, en el apogeo de su carrera. Estamos ante una pintura para el gusto de hoy un poco grandilocuente, aunque de brillante factura, que entronca con la rama wagneriana del simbolismo Mittel-europeo, y, como él, sujeta a parámetros míticos que aspiran a la mística. Menos sobrecargado que los restantes y profundamente misterioso, el último lienzo de la serie, Mar en reposo, resulta además interesante por su atrevida carga homoerótica, ya que refleja, en la figuración de una muerte, una epifanía erótica de dos cuerpos masculinos flotando desnudos sobre el agua; para el más prominente posó como modelo Gustavo Durán, quien muchos años después, en su exilio, tanta huella, humana y literaria, dejaría en Jaime Gil de Biedma. De Durán se conserva en el museo un diario de las actividades de Néstor que apetecería mucho ver publicado.

Entre los magníficos dibujos, estampaciones textiles y diseños teatrales expuestos, hay en el museo lienzos de todas las épocas nestorianas, incluyendo la final, que desde el punto de vista pictórico no es la mejor (Poema de la tierra). Llama la atención de modo especial una de las pinturas que más fama le dio, Epitalamio o las bodas del príncipe Néstor, con esa suntuosa pareja matrimonial de hombre (un autorretrato idealizado) y mujer ante el ambiguo grupo de unos efebos frutales. Hay en este llamativo cuadro la misma picardía y osada figuración que se da en la otra gran obra nestoriana de Las Palmas, sus murales (un punto tropicales), sus vidrieras y refinado trabajo de pasamanería en el Teatro Pérez Galdós, en Triana, un edificio decimonónico de Jareño que los hermanos Miguel y Néstor reformaron, con mil detalles de original invención, en 1928.

» Vicente Molina Foix es autor del libro de cuentos Con tal de no morir.

Un hombre en el Museo Néstor de Las Palmas contempla <b><i>Mar en reposo,</b></i> obra del pintor simbolista canario.
Un hombre en el Museo Néstor de Las Palmas contempla Mar en reposo, obra del pintor simbolista canario.LUIS ROCA

Guía

Información

» Turismo Gran Canaria y Las Palmas (www.grancanaria.com; www.laspalmasgc.es).

Cómo llegar

» Ryanair, Air Europa y Spanair (www.ryanair.com; www.aireuropa.es; www.spanair.com) vuelan a Las Palmas desde Madrid y Barcelona por entre 100 y 160 euros.

Visitas

» Museo Néstor. Pueblo Canario, Parque Doramas en Ciudad Jardín (www.museonestor.com; 928 245 135). Dos euros.

» Casa-Museo Colón. Colón, 1 (www.casadecolon.com). Gratis.

» Centro Atlántico de Arte Moderno. Los Balcones, 11 (www.caam.net). Entrada gratuita.

» Centro de Cultura Contemporánea San Martín. Ramón y Cajal, 1 (www.sanmartincontemporaneo.com). Entrada gratuita.

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