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Reportaje:FUERA DE RUTA

Arena, 'buggies' y zumo de guaraná

De las playas de Canoa Quebrada a la movida de Fortaleza, al noreste de Brasil

Los expertos en turismo dicen que hay que ofrecer experiencias. Una de ellas, desde luego excitante y atractiva, es remedar el Rally París-Dakar, en versión buggy y a pie de playa. Eso es lo que ofrece un pintoresco lugar del noreste del Brasil, Canoa Quebrada, que, todavía bastante libre de muchedumbres y agobios, ha sabido combinar el sabor de la estética hippy que implantó en los setenta con alguna actividad complementaria.

Ahora es más fácil llegar a Canoa Quebrada. Air Madrid ha inaugurado una línea regular desde Madrid hasta la capital del Estado de Ceará, Fortaleza, aunque son necesarias casi tres horas más de viaje por carretera hasta llegar. Merece la pena. Esta formidable playa se asienta a pie de las falésias, coloradas formaciones rocosas que sirven de muralla a dos mundos pegados, pero muy distintos. El de abajo, viento, oleaje y cocoteros, y el de arriba, arena que se adueña del horizonte y dunas que ocultan el mar. Recorrerlas en buggy, más bien precipitarse desde sus casi 20 metros de altura, se ha convertido en la atracción principal de Canoa Quebrada después del kite surf. En pocos minutos, el viajero, agarrado fuertemente, con la música a todo volumen y el sol pegado a la espalda, olvida la costa y se adentra en el desierto.

Los lugareños cuentan una leyenda: el Estado en que se asienta Canoa Quebrada (Seará en su pronunciación brasileña) se llama así por su semejanza al Sáhara. Se parece en esos tramos del recorrido entre dunas antes de llegar al río Jaguaribe y volver luego desde su desembocadura, recorriendo la solitaria playa, a una colina desde la que contemplar la impresionante puesta del sol. Ajenos a ella, los niños del pueblo aprovechan las dunas de aquí y de allá para deslizarse entre risas sobre unas tablas como si de ski board se tratara.

La luna y una estrella

Llegada la noche, Canoa se transforma. Quizá por eso su símbolo sean la luna y una estrella, grabadas en la falésia y que los tatuadores de la playa imprimen con la viscosa hena en las pieles de turistas y surferos. Para este símbolo también hay leyendas, y hay quien dice que es en recuerdo de los primeros viajeros que decidieron asentarse, que provenían de Oriente Próximo. Lo cierto es que allí el cielo es más grande, y la noche, sin embargo, acogedora. Lo es en la calle principal, de curioso nombre: Broadway, aunque nada recuerda a la ruidosa avenida neoyorquina. Todo lo contrario. Es pequeña, recoleta y plagada de pequeños restaurantes a media luz que se alternan con tiendas hippies de remozado diseño, y, de vez en cuando, una tienda tradicional de ultramarinos, un mercandinho.

Uno deja Canoa como se deben dejar los sitios. Con ganas de volver. Y no sólo a esa playa, de entre las más conocidas de Ceará. El Estado, de un tamaño igual a España, Francia, Italia y Reino Unido juntos, tiene casi 600 kilómetros de fantástico litoral al que sólo llegaron en todo el año pasado unos 300.000 turistas extranjeros. Ésa es una de sus grandes ventajas: es una costa todavía con pocos visitantes. Quienes gusten de las grandes infraestructuras, los resorts, y el todo incluido, de momento, y todo indica que sólo de momento, no lo encontrarán allí. Ni tampoco pizzerías, hamburgueserías o grandes discotecas. Playas como las de Canoa son para comer el cangrejo y el pargo en el chiringuito, sentarse bajo la palmera a leer, o subirse a una tabla y agarrado a una cometa volar sobre el mar. El viento, siempre presente, garantiza esa aventura. Y lo que pide la noche tampoco es multitud. Para eso está Fortaleza, el centro neurálgico para el turismo. Allí el paisaje pierde grandeza. Sólo son grandes los rascacielos que se alinean a lo largo de la avenida de Beira Mar y la hacen perder el sabor pesquero que da al paseo el pequeño puerto y su mínima lonja.

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Por la mañana, arriba y abajo se ven corredores que terminan en la plaza de los Estresados, que así se llama, tomando un jugo de guaraná y limón para reponer fuerzas. Falta harán para la noche, dominada en Fortaleza por el baile y la movida. Es el reino de las grandes discotecas y de una muy en particular, El Pirata Bar, donde la pista echa chispas a base de bailar forró, una especie de lambada. Sólo los martes.

Los jueves, en Fortaleza, son para la caranguejada en los bares -barracas- de una de sus playas, la de Futuro. Acuden familias enteras y la música es en directo, pero a quienes conocen el marisco español el cangrejo les defraudará. A cambio, en Brasil siempre quedan para consolarse las buenas caipiriñas. Y si son con miel, mejor.

Una barraca (como se conoce allí a los chiringuitos) en un palmeral de Canoa Quebrada, en el Estado brasileño de Ceará.
Una barraca (como se conoce allí a los chiringuitos) en un palmeral de Canoa Quebrada, en el Estado brasileño de Ceará.PATRICK FRILET

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos- Prefjo telefónico: 0055 85.Cómo ir- Air Madrid (www.airmadrid.com; 902 51 52 51 y 912 01 60 40) vuela directo a Fortaleza desde Madrid dos veces por semana. Billete de ida y vuelta, desde 630,28 euros.Comer- Sal e Brasa (32 61 88 88; www.salebrasa.com.br). Avenida de Aboliçao, 3500. Meirles, Fortaleza. Grande y bullicioso, especializado en platos de carne y de la gastronomía local. Unos 15 euros.Dormir- Hotel Gran Marquise (400 650 00). Avenida de Beira Mar, 3980. Praia de Mucuripe, Fortaleza. Alrededor de 100 euros la habitación doble.Salir- O Pirata (40 11 61 61; www.pirata.com.br). Rua dos Tabajaras, 325. Praia de Iracema, Fortaleza.- Discoteca Mucuripe Club (32 30 30 20;www.mucuripe.com.br).Travessa de Maranguape, 108. Fortaleza.Información- Turismo de Brasil (www.turismo.gov.br).

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