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Reportaje:FUERA DE RUTA

Abalone, la almeja afrodisiaca

Atractivos sin pausa en la camaleónica península surafricana del Cabo

Pingüinos africanos. Juntar las dos palabras parece un absurdo. Como decir monos polares o vacas voladoras. Pero no. La especie existe y así se llama. No es necesario viajar a la Antártida para ver los anfibios que inspiraron las pelis Locos por el surf y Happy Feet en su hábitat natural. Ni siquiera hay que abrigarse. Se coge un vuelo comercial cualquiera y ahí están, en blanco y negro, apenas a 45 minutos del aeropuerto -a 40 minutos de una moderna ciudad llena de hoteles de cuatro y cinco estrellas, a 20 de tres bodegas de vinos de primera categoría, a cinco de un par de grandes restaurantes-, en una playa africana de arena blanca situada en un entorno natural creado por los dioses.

Pingüinos, ballenas, playa, antílopes, monos, pájaros, flores, 'steak' de calamar, vino blanco, el 'chef' Arend de Waal y otras muchas razones para visitar el lugar favorito de Francis Drake en sus viajes por el mundo.

La península del Cabo ha sido uno de los grandes destinos turísticos desde hace por lo menos 400 años, cuando sir Francis Drake dio la vuelta al mundo y dijo que si se quedaba con un lugar, era éste. No tanto por la ciudad del mismo nombre, que en los tiempos del pirata inglés no existía, sino por lo que hay a su alrededor, empezando por Boulders Beach, el único lugar de la tierra donde uno puede tomar el sol y bañarse con pingüinos.

Los africanos no son tan imponentes como los de la célebre variedad emperador. Son más destartalados, menos soberbios y más simpáticos. Se fija uno en las caras de los seres humanos la primera vez que los ven, y lo que reflejan, sean niños o adultos, es una mezcla de alegría y embobamiento total. Así reaccionaron, evidentemente, los participantes en una encuesta de la BBC cuya conclusión fue que Boulders es una de las cinco playas que uno debería visitar antes de morir.

La cárcel de Mandela

Lo mismo se podría decir de la península en general, donde hay tres paradas obligatorias: el cabo de Buena Esperanza, donde se juntan el océano Atlántico y el Índico; la cima rasa de Table Mountain, el monolito gigantesco que brota del mar (hay teleférico, pero los valientes pueden subir a pie), y, a media hora en barco, la Isla de Robben, donde estuvo encarcelado Nelson Mandela.

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Y yo añadiría una más: ir a ver la puesta del sol desde la maravillosa playa de Camps Bay.

Por lo demás, hay una variedad casi tan infinita de opciones como de vegetación. No existe lugar en el mundo que compita con la biosfera del cabo surafricano, en cuanto a abundancia de plantas; y pocos lugares habrá que ofrezcan un abanico de posibilidades para el viajero tan amplio en un radio de 100 kilómetros de una metrópolis con aeropuerto intercontinental.

Lo que sí hay que hacer, porque si no es una pena viajar tan lejos, es alquilar un coche. Y estar preparado para conducir por la izquierda, como se sigue haciendo en la mayoría de las ex colonias británicas (la India, Australia, Kenia), además de Japón. El vuelo dura unas 12 horas desde Europa, pero el reto de asumir el mando de un coche nada más llegar se reduce debido a que el horario surafricano es el mismo (el jet-lag es mucho más duro tras un vuelo de siete horas a Nueva York) y a que las carreteras están bien cuidadas, como casi todo, y son de primer nivel.

En dirección norte desde la ciudad está el parque natural West Coast, que bordea la costa salvaje del Atlántico y alberga todo tipo de antílopes, además de 250 especies de pájaros. Un poco más arriba está el pueblito medio hippy de Pater Noster, cuya playa también podría entrar fácilmente en la lista de las cinco más bellas. Un simpático restaurante al lado del mar ofrece, entre varias especialidades de la costa surafricana, el steak de calamar (o sea, servido del tamaño y grosor de un filete de carne), ostras, langosta y sopa de abalone, una especie de almeja gigante apreciadísima en Oriente debido a las insuperables cualidades afrodisiacas que supuestamente posee.

Tierras de vinos

Al noreste de Ciudad del Cabo están las Winelands, las tierras de vinos, en cuyos extravagantes valles se asientan los pintorescos pueblos de Stellenbosch, Paarl y Franschoek. En cualquiera de los tres se come bien, pero especialmente en Franschoek, donde la tradición gastrónomica de los colonos franceses del siglo XVII se mantiene con orgullo. Mejor, como regla general, comer marisco que pescado. Los tiger prawns, camarones tigre, suelen ser extraordinarios. La opción infalible, en cualquier lugar de la región del Cabo, es la carne de vaca o, mejor, el cordero.

Las ensaladas suelen ser buenas, porque el producto natural es bueno. Salvo algunas excepciones (los vinos de las bodegas Kanonkop y Meerlust), los vinos blancos son superiores a los tintos. Los sauvignon blancs que venden los restaurantes por encima de los 12 euros la botella suelen estar a nivel mundial. Comer y beber bien en Suráfrica cuesta menos de la mitad de lo que cuesta en España. El hospedaje también, lo que compensa el coste del viaje si uno viene de Europa.

Al este de la ciudad hay una carretera que serpentea la costa índica y por la que uno podría seguir, si tuviera el tiempo y la inclinación, hasta llegar a Mozambique, a unos dos mil kilómetros de distancia. Pero una vez recorrida una hora, o dos, el viajero se quedará más que satisfecho ante el esplendor salvaje de las montañas y el mar, el encanto del pueblo de Hermanus o, un poco más lejos, el de Gansbaai. Especialmente, Gansbaai. Por dos razones. Una, que hay un restaurante de pocas pretensiones llamado Ciro's en el que el cocinero, un joven saladísimo llamado Arend de Waal, viene a la mesa y le informa a uno sobre qué es lo que va a comer: sencillamente, el pescado más fresco del día. La lección que enseña Arend (es afrikáner, pero parece andaluz) es que a un lenguado recién salido del mar no hay que hacerle nada. Se le aplica la temperatura correcta, al tiempo indicado, y es un manjar.

La otra razón para ir a Gansbaai es que no hay ningún otro lugar de Suráfrica donde, entre agosto y diciembre, se vean más ballenas más cerca de la costa. Uno también las puede ver, dando grandes saltos al aire y brotando chorros de agua en la distancia, desde Boulders Beach (donde, justo detrás, en el monte, hay abundancia de monos babuinos con colmillos como leones). Pero desde las rocas de Gansbaai se ven, a 40 metros, las crías pegadas a las madres, y se las puede oír hablando entre sí, mugiendo, pero con trompeta, como enormes vacas de mar.

La península del Cabo es un paraíso. ¿Hay algo que diluya el encanto del lugar? Sí. Hay mucha pobreza (a la variedad de especies vegetales se añade la variedad humana: los más ricos y los más miserables viven aquí) y mucha delincuencia (aunque si uno toma precauciones, no le tiene por qué afectar). Pero éstos son dos motivos más para ir. El turismo ayuda a reducir ambas cosas. Ah, y otra cosa a favor: la gente, sea del color que sea (en este aspecto, Suráfrica también posee una singular variedad), es casi infaliblemente amable y cortés.

GUÍA PRÁCTICA

Dormir- Ambassador Hotel (0027 21 439 61 70; www.ambassador.co.za). Bantry Bay, Cape Town. Sobre el océano, en la ciudad. La doble, 155 euros.- Boulders Beach Hotel (0027 21 786 1758; www.bouldersbeach.co.za).Donde los pingüinos. Doble, 78 euros.- Monkey Valley Resort (0027 21 789 13 91; www.monkeyvalleyresort.com).En el bosque al lado del mar. Por 99 ?.- Knoerhoek Guest House (www.knorhoek.co.za; 0027 21 865 21 14). Desde 34 euros por persona.- Ocean Eleven Guest House (www.oceaneleven.co.za; 0027 28 312 13 32). Hermanus. Con Vistas a la zona de ballenas. La doble, 157 euros.ComerRestaurantes recomendables son Belthazar (0027 21 421 37 53), en el Waterfront de Ciudad del Cabo; Black Marlin (0027 21 786 16 21; www.blackmarlin.co.za), sobre el mar, en la península del Cabo; Ciro's (0027 28 384 11 06), en Gansbaai; The French Connection (0027 21 876 40 56), en Franschhoek, y Le Quartier Francais (www.lequartier.co.za; 0027 21 876 21 51), también en Franschoek, tiene fama de ser el mejor restaurante de Suráfrica.Información- Ciudad del Cabo (www.capetown.gov.za).- www.tourismcapetown.co.za/

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