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Noche de autocine en Gijón

Sesiones diarias todo el año, 'fast-food' y sidra en el primer cine 'drive-in' del norte de España, inaugurado hace más de dos décadas

Panorámica del Autocine Gijón, inaugurado hace ya más de dos décadas en la ciudad asturiana.
Panorámica del Autocine Gijón, inaugurado hace ya más de dos décadas en la ciudad asturiana. Jesús Arrieta

A Chema Fernández la inspiración le sobrevino una jornada de huelga en el solitario aparcamiento de una gran superficie adonde había llevado a su hijo para unas lecciones de conducir. Un contratiempo con la llave de contacto frustró sus planes y les obligó a una tediosa espera mientras llegaba la grúa. “Si ahora nos pusieran una película…”, fantaseó Fernández frente a la destartalada pared del centro comercial. Cuatro años más tarde, en agosto de 1993, abría sus puertas en Gijón el primer autocine del norte de España. Concebido como un cine de verano, a expensas del inclemente clima asturiano, el éxito de la propuesta rebasó la estación seca. En la actualidad el Autocine Gijón, con una sesión diaria y programa doble durante el fin de semana, permanece abierto todo el año gracias a unas viseras para coches que permiten una buena visión cuando arrecia la lluvia.

Situado en la carretera de La Providencia, a cuatro kilómetros del centro urbano, un cartel luminoso señala el acceso al recinto a través de un camino sembrado de árboles y pósters de películas. El precio de la entrada es de 10 euros por coche, una solución económica para grupos de amigos que aquí son clientela habitual. Los espectadores, además, sugieren los estrenos que desean ver. Existe también la posibilidad de disfrutar la película por tan solo 2,50 euros desde alguno de los autobuses acondicionados como pequeñas salas frente a una fabulosa pantalla de 300 metros cuadrados.

El Autocine Gijón ofrece una sesión diaria todo el año y programa doble los fines de semana.
El Autocine Gijón ofrece una sesión diaria todo el año y programa doble los fines de semana.Jesús Arrieta

Las películas se renuevan semanalmente con predominio de los títulos situados en lo más alto del box-office y sin discriminar géneros –comedia, acción, terror–, aunque experiencias pasadas recomiendan cierta precaución con el western. “En una ocasión, el relinchar de una estampida de caballos en la pantalla atrajo a un buen número de yeguas y vacas de los prados cercanos que, tras sortear la alambrada, se mezclaron entre los coches para aproximarse a sus héroes de ficción”, recuerda el creador de este autocine con una inevitable sonrisa.

El recinto, con capacidad para 200 vehículos, se despliega como una pequeña ciudad poblada de casetas de colores donde se despacha comida recién hecha. Desde los clásicos bocadillos y hamburguesas hasta platos combinados y toda clase de chucherías y refrescos (sidra incluida) para consumir en el propio vehículo o en mesas, a cubierto y al aire libre, a precios muy populares.

Aunque las proyecciones tienen lugar al ponerse el sol, en las tardes de verano funciona como un merendero sacado de una escena de Los Picapiedra y en sintonía con el cartel de bienvenida del primer autocine inaugurado en 1933 en Nueva Jersey: “Toda la familia es bienvenida, sin importar lo ruidosos que sean sus niños”. Desde entonces, los cines drive-in se han convertido en un icono de la cultura americana. “Descampados del amor”, como en American Graffiti o Lolita, que permiten la evocadora experiencia de ver, desde la intimidad de un coche, una película bajo las estrellas.

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