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Macri trata de evitar que su Gobierno arranque con un conflicto social

El presidente negocia con los sindicatos para evitar el impacto de una fuerte devaluación

Carlos E. Cué
El futuro presidente de Argentina, Mauricio Macri, al salir de la Quinta de Olivos.
El futuro presidente de Argentina, Mauricio Macri, al salir de la Quinta de Olivos.-- (AFP)

La campaña electoral argentina fue una especie de ficción. Todo el mundo sabía que tanto Mauricio Macri como Daniel Scioli iban a tomar medidas difíciles si ganaban, pero no dieron ni una sola mala noticia. Llegó la hora y Macri trabaja contrarreloj para evitar un estallido social con sus primeras medidas, sobre todo con la devaluación prevista que provocará pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores. Y una de las claves para eso son los sindicatos. Antes de la campaña Macri buscó como aliado a Hugo Moyano, el sindicalista más conocido de Argentina, jefe de los poderosos camioneros. La influencia de Moyano es de tal calibre que Macri anunció el miércoles todo su Gobierno salvo un puesto: el ministro de Trabajo. Todo parece indicar que Moyano y otros sindicalistas vetaron al nombre previsto, Jorge Lawson, porque es un hombre demasiado cercano a la patronal. Macri negoció con ellos alguien más cercano para evitar conflictos desde el primer momento y este jueves nombró a Jorge Triaca, un dirigente de su partido pero que es hijo de un famoso sindicalista fallecido.

La primera batalla a la que se enfrentará es la de los maestros, los primeros en negociar sus sueldos para el curso siguiente, que empieza en marzo.

El puesto es clave. La Argentina de Macri se encamina a una fuerte devaluación y el presidente quiere evitar que se dispare la inflación presionando a los empresarios para que no suban los precios y a los trabajadores para que contengan sus salarios, la receta antiinflacionaria clásica. El ministro de Trabajo es quien negocia lo que en Argentina se llama “paritarias”, esto es los convenios colectivos que fijan la subida salarial anual de los distintos sectores. Los sueldos altos en la época de bonanza ha sido una de las claves del kirchnerismo para mantenerse en el poder y arrasar en las elecciones durante 12 años, hasta la derrota por la mínima del domingo pasado. La inflación en Argentina es galopante pero los salarios de los trabajadores en blanco subían sistemáticamente por encima de los precios. En las últimas paritarias, con una inflación del 24% según los cálculos de las provincias, el Gobierno fijó un tope del 27% pero algunos sectores llegaron a aumentos del 35%. Macri no ha querido hablar de salarios durante la campaña pero ahora llega la hora de la verdad.

La primera batalla a la que se enfrentará es la de los maestros, los primeros en negociar sus sueldos para el curso siguiente, que empieza en marzo. Ya están anunciando huelgas en la provincia de Buenos Aires la próxima semana, antes incluso de que llegue el nuevo Gobierno. La nueva gobernadora de esta provincia clave, del tamaño de Italia, la macrista María Eugenia Vidal, ha dejado claro que la situación financiera que le deja su antecesor, Daniel Scioli, el candidato kirchnerista que perdió contra Macri, es catastrófica. Tiene un déficit de 15.000 millones de pesos (1.550 millones de dólares) y aún no sabe cómo hará en diciembre para pagar los sueldos de los empleados públicos, en especial los maestros.

El macrismo evita la palabra devaluación pero el presidente electo insiste en que el 11 de diciembre se acaba el cepo (control de cambios) y el dólar va a flotar libre. Rogelio Frigerio, uno de los hombres clave del equipo económico de Macri y futuro ministro del Interior, anunció además que se creará un billete de 500 pesos (55 dólares). El kirchnerismo se negó a esta petición de las empresas porque no quería admitir la enorme inflación. De manera que el billete más alto es de 100 pesos (10,5) dólares. Eso, sumado a una economía que funciona con mucho dinero negro, hace de Buenos Aires una de las ciudades del mundo con más máquinas de contar dinero y más camiones de máxima seguridad para trasladarlo. Ir a comprar un objeto de altos valores como un mueble o un coche, si no se hace a través del banco, supone tener que llevar grandes bolsas llenas de billetes. Macri va a cambiar eso pero a la vez asume así indirectamente que viene una devaluación.

De hecho algunas empresas ya han comenzado a aumentar los precios de sus productos. Los carniceros cuentan que la carne vacuna, plato omnipresente de la dieta argentina, se ha encarecido 15% en noviembre. Los supermercados advierten de que sus proveedores les informan incrementos de precios de hasta 20%. Las petroleras encarecieron el combustible el 4,5%. La harina de trigo subió un 80%.

La consultora del economista Miguel Bein, que asesoró en la campaña al candidato presidencial kirchnerista Daniel Scioli, advierte de que la inflación subirá en noviembre del 1,5% mensual de media de los meses anteriores al 3% por esas expectativas de devaluación y por la decisión el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner de postergar aumentos de precios, como el del combustible de la estatal YPF, hasta después de las elecciones del pasado domingo. Bein, un economista prestigioso en el mundo financiero argentino, no descarta el dólar suba de 9,67 pesos hasta 15 por las medidas de Macri para después quedarse entre 13,50 y 14. Nadie sabe con certeza qué pasará pero el presidente electo trata de buscar aliados entre los sindicatos ante las turbulencias que se avecinan. Ya lo hizo como alcalde de Buenos Aires, donde logró evitar los conflictos sindicales. Pero ahora el reto es mucho mayor.

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