_
_
_
_
_

Vilna, la alegre capital lituana

Visita a Uzupis, el barrio alternativo de Vilna, el día en que se celebra su desfile anual. Un recorrido muy festivo que contrasta con la dura historia de la ciudad durante el siglo XX

Terraza en la calle Pilies, en el casco histórico de Vilna (Lituania).
Terraza en la calle Pilies, en el casco histórico de Vilna (Lituania).Walter Bibikow (AWL Images)

Católica, judía, soviética, europeísta. Iglesias barrocas ante un fondo de rascacielos de cristal. De 554.000 habitantes, Vilna, la capital de Lituania, resume la torturada historia europea del siglo XX. Y ofrece paseos tan gratos como para poder olvidar ese pasado.

9.00 Casco histórico barroco

Si Vilna, Vilnius en lituano (situada a unos 30 kilómetros de la frontera con Bielorrusia), tiene una Puerta de la Aurora (1), ¿por qué no empezar por ella? (en el número 12 de la calle Ausros Vartai). Es la única original de la muralla que rodeó el casco histórico, declarado patrimonio mundial por la Unesco. La preside el triángulo con el ojo de Dios, un motivo frecuente que advierte de la fuerza de la religión en el último país europeo en abrazar el cristianismo. Aquí, la Contrarreforma contó con una esplendorosa escenografía barroca. El arco alberga una capilla con una imagen muy venerada de la Virgen. Se accede por una puerta lateral cerca ya de otra iglesia, la de Santa Teresa (2), y a tiro de piedra de otro enclave con ojo divino, la Puerta Basilia (traspasarla depara otro lugar de culto, entre otras sorpresas). Los ortodoxos rusos también tienen su hueco. Suyo es el templo del Espíritu Santo (3) (Ausros Vartai, 10). Y amén de iglesias, la vía nos regala la sede de la Filarmónica (4) y bares de moda antes de desembocar en la calle Didzioji.

11.00 Años turbulentos

El aire conventual cede algo de terreno, aunque Didzioji alberga una iglesia como la de San Casimiro (5), que marcó canon para los templos del siglo XVII (fue completada en 1618 y es uno de los primeros ejemplos del barroco lituano). Muestra el poderío de los jesuitas y, andando la historia, la tabla rasa que ejerció la URSS en esta república que solo recobró la independencia en 1991: las autoridades soviéticas convirtieron esta iglesia en Museo del Ateísmo. Difícil imaginar aquella época a la vista de las tiendas de lujo del barrio, pero basta con fijarse para descubrir algún edificio del periodo del socialismo real.

El castillo de Trakai, en el lago Galve, a 30 kilómetros de Vilna, data del siglo XV y fue reconstruido en los años cincuenta del siglo XX.
El castillo de Trakai, en el lago Galve, a 30 kilómetros de Vilna, data del siglo XV y fue reconstruido en los años cincuenta del siglo XX.Gunter Kirsch

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

12.00 Campanario blanco

La mano jesuita también está detrás de otro lugar imponente: la prestigiosa Universidad de Vilna (6) (Universiteto, 3), creada en 1579 y repleta de estudiantes en torno a su campanario blanco. La visita (13 patios y un delicioso observatorio astronómico del siglo XVIII) es más que recomendable. Al otro lado de la calle, el poder político de este país báltico integrado en la Unión Europea: la sede de la Presidencia de la República (7) ocupa un palacio de finales del siglo ­XVIII. El callejeo permitirá toparse con unos cuantos teatros.

14.00 Por la calle Pilies

Las terrazas de la animada calle Pilies (8) invitan a reponer fuerzas. Los cepelinai, masa de patata rellena de queso, carne o setas, son un plato estrella de la gastronomía local, propia del clima frío de los países bálticos. Un arbata, una de las infusiones a las que tan aficionados son los lituanos, puede aligerar la digestión.

Globos aerostáticos sobrevuelan Vilna, la capital de Lituania.
Globos aerostáticos sobrevuelan Vilna, la capital de Lituania.Ángel Villalba

16.00 En recuerdo de los judíos

Al oeste de Didzioji, la calle Vokieciai (9) marca lo que fue la Jerusalén del Norte, la pujante Vilna judía masacrada por los nazis y sus colaboradores locales. Esta vía separaba los dos guetos establecidos por los ocupantes alemanes, que no tardaron en acabar con su población. El Holocausto se puede leer sobre ruinas borradas. Donde se alzaba la Gran Sinagoga de una ciudad que tuvo más de cien se levanta una guardería (calle Zidai, de los Judíos). El busto del sabio Gaón de Vilna es recuerdo de todo ello. Para saber más están los museos. El del Holocausto (10), conocido como la Casa Verde (Pamenkalnio, 12), se centra en la tragedia de los hebreos. El de las Víctimas del Genocidio (11) (KGB), en el antiguo cuartel de la Gestapo primero y del servicio secreto soviético después, aborda sobre todo la ocupación de Lituania por la URSS (Aukai, 2A, junto a la avenida Gedimino, la principal arteria del barrio decimonónico; genocid.lt). La visita incluye las mazmorras.

javier belloso

18.00 Ser o no ser amados

La historia bohemia y dicharachera de Vilna, que también la tiene, se escribe ahora “al otro lado del río”. Eso quiere decir Uzupis (12), el nombre del barrio ácrata y soñador de la ciudad, autoproclamado república independiente en 1997. Se accede por alguno de los puentes repletos de candados que sellan amores. Es una Christiania, lituana en lugar de danesa, con mucho sentido del humor. Los carteles de la entrada, con la imagen de la Gioconda y una cara sonriente, y el quiosco reconvertido en colorido templo budista dan la bienvenida a la Vilna alternativa. La recorremos el día grande. Es 1 de abril, la fiesta de la independencia. Grupos de jóvenes ejercen de aduaneros y ofrecen la posibilidad de cambiar hasta cinco euros en moneda de la república. Junto al puente de la calle Uzupio, varios barquitos (un metro de eslora, como mucho) aguardan la botadura en el río Vilna. Calle arriba, en la plaza del Ángel (13), corazón del barrio, las obras de teatro se alternan con los conciertos. Cuando la fuente deja de manar agua para ofrecer cerveza, la gente se apiña vaso en mano. Hay que celebrar que la república cumple 20 años. Uzupis está de moda, testifican las grúas, pero mantiene sus esencias. El paseante podrá encontrar talleres artesanos, centros artísticos, un viejo Rolls-Royce entre casas de madera o una iglesia que tiene butacas teatrales por bancos. La música de banda pone coto al fisgoneo por los patios. Es la hora del desfile, tan heterogéneo como el barrio: trajes decimonónicos, banderas del Tíbet, un indio a caballo, un joven con zancos… y mucha guasa solemne. Quien quiera leer la romántica Constitución de Uzupis debe tomar la calle Paupio (14). Los 41 artículos están en un muro, en distintos idiomas: “Todos tienen derecho a ser amados. Todos tienen derecho a no ser amados, pero no necesariamente. Todos tienen derecho a equivocarse”.

20.00 Un vistazo a la historia

Antes de que caiga el sol, rumbo al alfa y el omega. La colina de Gedimino (15), con su torre de ladrillo rojo, es el origen de la ciudad. Desde allí, la vista vuela hacia los rascacielos de la Vilna poscomunista, al otro lado del río Neris. A los pies, la catedral (16) y su campanario, donde arrancó la cadena humana que reivindicó la independencia de las repúblicas bálticas en 1989. Siglos de historia en un vistazo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_