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Alcaparras y cuscús en Sicilia

La escritora Stephanie Danler nos cuenta sus sabrosas experiendias en la isla italiana

La escritora estadounidense Stephanie Danler.
La escritora estadounidense Stephanie Danler.

Con Dulceagrio (Malpaso, 2017), su debut literario, ha cautivado a la crítica y también a los gastrónomos, pues su novela bebe (y come) de su experiencia en cocinas y salones de restaurantes neoyorquinos. La escritora estadounidense Stephanie Danler adora lo culinario y eso se nota en sus viajes. Aquí nos cuenta sus sabrosas experiencias en Sicilia.

Revélenos algún secreto de la cocina siciliana.

Hay tantos… Por ejemplo, me encanta la caponata de verduras con berenjenas. El secreto de su sabor, un poco agridulce, viene de las alcaparras sicilianas. Son las mejores que conozco. Lo mismo ocurre con el hinojo que crece por allí y que se usa en la receta de la pasta con sardinas: es más aromático que cualquiera que encuentres en otro lugar.

¿Acudió allí en misión gastronómica?

La primera vez fui a hacer las últimas correcciones de mi libro: necesitaba calma y concentración. Por eso me quedé en un pueblo del interior llamado Gangi. Allí me alquiló un cuarto la cocinera siciliana Giovanna Tornabene, y eso fue decisivo. Giovanna es una leyenda de la gastronomía de la isla. Me llevó a todas partes…, y hace una mermelada de guindilla increíble.

Por eso volvió una segunda vez.

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Sí, porque quería escribir sobre ella y sobre Sicilia para una revista de viajes. Fui con Giovanna a los principales mercados de Palermo —Ballaro y Del Capo— y también a pueblitos y aldeas en busca de recetas y productos.

¿Probaron el cuscús siciliano?

Sí, en Trapani, que es un pueblo costero del oeste. Está muy cerca de Túnez y Argelia y de allí salen los ferris que van a África. Por eso en su cocina, junto a los ingredientes típicamente italianos, hay recetas de cuscús y se usan dátiles, gambas rojas y canela. Me encanta esa mezcla de culturas.

Y usted, ¿le enseñó algo a su anfitriona?

Milagrosamente, sí: un sitio en Gangi llamado Trattoria Sant’Anna. Yo en realidad andaba buscando otro restaurante para comer y llegué allí por casualidad. Es genial: su chef combina la tradición de la cocina siciliana con un toque de modernidad. A Giovanna también le gustó, por suerte.

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