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fuera de ruta

Usumacinta, el río de los mayas

De los templos de Palenque, en México, a las pirámides de Tikal, en Guatemala, una cultura, dos países y los misterios del universo

Antonio Elorza
Ruinas de Palenque, en la orilla mexicana del río Usumacinta.
Ruinas de Palenque, en la orilla mexicana del río Usumacinta. Stephen Coyne (agefotostock)

Un impresionante coro de monos aulladores saluda a quienes visitan el centro ceremonial de Yaxchilán, sobre la orilla mexicana del Usumacinta. No hace falta más para entender el nombre del río: lugar de monos. A lo largo de los 200 kilómetros en que sirve de frontera entre México y Guatemala, se suceden las antiguas ciudades-Estado mayas —Piedras Negras, Yaxchilán, Bonampak—, y en el territorio de su cuenca geográfica se encuentran las grandiosas Tikal y Yaxhá, en Guatemala, y Palenque y Toniná, en México. Son razones más que suficientes para emprender un viaje por estas tierras. Un recorrido que cuenta hoy con mejores comunicaciones que hace pocas décadas y que, por otro lado, muestra los efectos negativos de la masificación del turismo.

Parque arqueológico de La Venta

Aun cuando hay aeropuerto en Palenque, tiene interés arrancar la ruta en Villahermosa, a 100 kilómetros al norte. Más que por la ciudad es por su espléndido parque arqueológico, La Venta, donde pueden contemplarse las mejores piezas del arte auroral olmeca. Un discreto hotel enfrente del parque puede servir de alojamiento, mientras que un pequeño zoológico permite contemplar especies locales, eso sí, en cautividad: el guacamayo, la pantera negra, el jaguar, el tigrillo y, cómo no, un mono aullador, amén de cocodrilos y tortugas. Aunque, claro está, impresiona más ver a los cocodrilos lanzarse al agua en pleno río.

javier belloso

San Cristóbal de las Casas y Toniná

Palenque es un buen centro para explorar la región. Hacia el sur se encuentra San Cristóbal de las Casas, que con la subida del turismo ha perdido parte de su encanto. Los huipiles, los bordados blusones indígenas, por ejemplo, ya no los venden quienes los elaboran. Queda la sofisticada cooperativa de Sna Jolobil, al amparo de la iglesia de Santo Domingo. También perdió misterio la visita a la comunidad, o caracol, zapatista de Ovantic, hoy accesible sin requisito alguno, lo mismo que otros de sus enclaves autónomos dispersos hasta el Usumacinta. Antes de volver, el viajero ha de detenerse en Ocosingo, patria de un original queso y batalla zapatista en 1994, de donde sale el camino hacia Toniná, un castillo maya encaramado sobre el llano y al borde de la hoy deforestada selva de Lacandona. En Toniná está el gran relieve ilustrativo de los cuatro soles, que resume la concepción maya de la historia del cosmos.

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Flores y Tikal

Otra excursión desde Palenque nos lleva hasta Guatemala —en unas seis horas—, concretamente a Flores, la capital del Petén. Es una pequeña ciudad en una isla mínima sobre el lago Petén, con casitas bajas, casi siempre armónicas, muchas tiendas de huipiles y artesanías, amén de espléndidas puestas de sol. En los restaurantes se pueden probar carnes poco habituales, como la de armadillo o tepezcuintle (un roedor con pinta de cerdo). En el restaurante Raíces, entre otros manjares, se degusta una estupenda carne de lomo.

A 60 kilómetros de Flores, Tikal, la más grandiosa de las ciudades-Estado maya, sobre la cual poco cabe decir salvo para recomendar como complemento de su visita la de las ruinas cercanas de Yaxhá, con una sucesión de pirámides dispuestas según un estricto patrón astronómico en medio de la selva. Unas han sido liberadas, otras siguen envueltas en la vegetación. Destaca la de la Acrópolis norte, precedida de un relieve con la entrada en el inframundo. La fauna observable es abundante: zorrillas de cola gris y coatíes, más el citado tepezcuintle.

Ruinas del yacimiento de Yaxchilán (México), junto al río Usumacinta.
Ruinas del yacimiento de Yaxchilán (México), junto al río Usumacinta.Darryl Leniuk (Getty)

Yaxchilán y Bonampak

Lo que no encontraremos es un buen camino para cubrir la última etapa. Esperan cuatro horas de barro para alcanzar, en Frontera Corozal (ya de vuelta en México), la barca que ha de llevarnos a Yaxchilán, algo más al norte. Avanzamos por el río Usumacinta, enmarcado por la selva, con algún cocodrilo lanzándose al agua. Yaxchilán es una hermosa ciudad maya de tamaño medio, destacable por sus dinteles donde aparecen personajes reales. De aquí procede la espectacular escena ritual, hoy en el British Museum, en la que el rey se traspasa el pene y la reina la lengua con una cuerda. Luego, en Bonampak, aunque muy deterioradas, destacan las grandiosas pinturas de rituales, batalla, torturas a los vencidos y desfile final, que al ser descubiertas en 1949 desbarataron el mito de la condición pacífica de los mayas.

Palenque

El cierre de oro del recorrido tenía que ser Palenque, que destaca entre las ciudades mayas por la concepción armónica que preside su urbanismo y las cresterías de los principales edificios. Lástima que la obra magna, el sepulcro del gran Pacal en el templo de las Inscripciones, se encuentre hoy en el Museo Arqueológico de México. Vale la pena releer la descripción de Enrique Florescano en Cómo se hace un dios para apreciar la precisión con que el sucesor de Pacal I hizo representar en los templos del conjunto de las Cruces los tres niveles —celestial, terrestre y del inframundo— sobre los cuales se alzaba su poder. Aún en exploración, las ruinas se encuentran rodeadas por una selva cuyos pobladores más egregios, visibles sin dificultad, son los tucanes y guacamayos.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.

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