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Dadaístas y futboleros en Zúrich

La ciudad suiza celebra el centenario del dadaísmo, que nació en el Cabaret Voltaire, y estrena el Museo de la FIFA, donde se expone la Copa del Mundo. Un almuerzo alternativo en Zürich-West, y salchichas a la parrilla para cenar

El restaurante Les Halles, en el barrio de Zürich-West.
El restaurante Les Halles, en el barrio de Zürich-West.Andrés Campos

Hoy todos somos un poco dadaístas, pero en 1916, y en la muy moderada Suiza, debió de haber más de un ictus entre el público cuando Hugo Ball subió al escenario del Cabaret Voltaire de Zúrich ataviado con una especie de ropaje papal de cartón y recitó aquel poema fonético suyo que dice: “Gadji beri bimba glandridi laula lonni cadori…” (y otras 110 palabras sin sentido más). En aquellas veladas locas también actuaban Tristan Tzara, Marcel Janco, Richard Hülsenbeck y Jean Arp. Las obras de amigos (Picasso, Modigliani, Marinetti…) decoraban las paredes. Y, para más revolución, en la misma calle vivía Lenin. Definitivamente, Zúrich era entonces una de las ciudades más interesantes de Europa. No es de extrañar, pues, que este año celebre el centenario del dadaísmo (www.dada100zuerich2016.ch) por todo lo alto, con multitud de exposiciones y eventos. Para compensar tanta cultura, está el recién inaugurado Museo del Fútbol de la FIFA. Allí no hay poemas fonéticos, ni nada más complicado que un futbolín.

9.00  Tres miradores para empezar

Mapa de Zurich.
Mapa de Zurich.Javier Belloso

Para visitar lo mucho que hay en Zúrich (y más este año), es imprescindible la tarjeta Zurichcard (www.zuerich.com/en/). En una ciudad con precios de susto, es casi un regalo: por 24 euros, se puede usar durante 24 horas cualquier transporte público y entrar a casi todos los museos. En los trenes de la línea S10 se llega en 20 minutos a Uetliberg (1, pinche sobre el número para ver el mapa ampliado) (www.uetliberg.ch), una montañita desde donde se observa la ciudad como si fuera una maqueta, con su lago y los Alpes nevados al fondo. Otro buen mirador es la torre Karlsturm de la catedral Grossmünster (2), pero aquí toca subir 187 escalones. Y otro, el parque Lindenhof (3), que fue asiento del castillo romano de Turicum.

10.30  Un reloj de más de ocho metros

Queda claro, por lo visto desde los miradores, que Zúrich no es una ciudad fea, sino mucho más guapa y coqueta de lo que se espera de una capital financiera. Bajando desde Lindenhof por callejuelas adoquinadas se descubre en un minuto el campanario de St. Peter (4), con uno de los relojes murales más grandes del mundo, de 8,7 metros de diámetro. Y poco más allá, la iglesia Fraumünster (5), con vidrieras de Chagall. Después, lo suyo es dar un paseo en barco por el lago (incluido en la Zurichcard) y otro a pie por la rutilante avenida comercial Bahnhofstrasse (6), que va del lago a la estación central siguiendo lo que hasta 150 años era el foso de la muralla y hoy es la calle más cara de Europa. Cuanto más cerca del lago, más cara. Junto a la estación se encuentra el hotel-boutique Townhouse (7) (www.townhouse.ch), uno de los alojamientos más céntricos y recomendables, con decoración de estilo inglés y una tableta en cada habitación.

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12.00  Cinco kilos de oro

El Museo de Bellas Artes, Kunsthaus.
El Museo de Bellas Artes, Kunsthaus.Andrés Campos

En Zúrich hay más de 50 museos, lo que no está nada mal para una ciudad de apenas 400.000 habitantes. El último en abrir sus puertas, en febrero, ha sido el del Fútbol de la FIFA (8) (www.fifamuseum.com), donde se exhiben la auténtica Copa del Mundo (la de cinco kilos de oro, no la réplica barata que se llevan los ganadores a casa) y otras piezas aún más curiosas, como una vieja figura de vudú de Benin que representa a un árbitro encadenado, concebida para que el de carne y hueso no pite nada en contra. Por cierto, que a una parada de tranvía está el Museo Rietberg (9) (www.rietberg.ch), el único de culturas extraeuropeas de Suiza, donde hasta el 18 de julio se puede ver la exposición Dada Afrika, que ahonda en la fascinación que sentían los dadaístas por ese continente, como saltaba a la vista (y al oído) en las soirées nègres del Cabaret Voltaire. Pero el gran museo de Zúrich, y el que hay que visitar este año, sí o sí, es el de Bellas Artes, la Kunsthaus (10) (www.kunsthaus.ch): la retrospectiva del artista francés de origen cubano Francis Picabia (1879-1953), del 3 de junio al 25 de septiembre, va a ser, junto con los actos programados para el Festival de Zúrich (del 3 al 26 de junio, www.festspiele-zuerich.ch), la cresta del centenario.

14.00  Comer bajo el viaducto

La tienda de carteras y bolsos reciclados Freitag, obra del estudio suizo Spillmann Echsle. 
La tienda de carteras y bolsos reciclados Freitag, obra del estudio suizo Spillmann Echsle. Andrés Campos

El barrio que más mola es Zürich-West, una antigua zona industrial a la que se accede a través de los arcos de un viaducto ferroviario, muchos de ellos ocupados ahora por cafés, restaurantes, salas de conciertos y tiendas de moda sostenible, decoración vintage y bicis urbanas. Im Viadukt (www.im-viadukt.ch) se llama este complejo, que también incluye un mercado de productos gourmet y de alimentos de proximidad. Se puede comer debajo mismo de las vías, en el restaurante 38 (11) (www.restaurant-viadukt.ch), o adentrarse 300 metros en el barrio para hacerlo en Les Halles (12) (www.les-halles.ch), una brasserie con aire de garaje. Un icono universal del barrio es la tienda Freitag (13) (www.freitag.ch): bolsos de lona de camión reciclada, en un edificio construido con 17 contenedores de barco apilados. Y otros lugares imprescindibles, el antiguo astillero Schiffbau (14), hoy restaurante, jazz club y teatro; y Puls 5 (15), donde antes se fundía acero y ahora dinero (es un centro comercial).

18.00  El cabaret de los locos

Vuelta al casco antiguo para conocer el Cabaret Voltaire (16) (www.cabaretvoltaire.ch), el local que fundó el alemán Hugo Ball el 1 de febrero de 1916 y donde él y otros artistas emigrados a la pacífica Suiza prendieron la llama del dadaísmo como respuesta a la sinrazón de la Primera Guerra Mundial. Hay librería, exposiciones, café y, todas las tardes, a las 20.00, veladas musicales y poéticas. Pero no es el único lugar dadá de la ciudad. También reclaman el legado de este movimiento, y la atención del viajero, los cafés Odeon (Limmatquai, 2) y Terrasse (17) (Limmatquai, 3), donde Tzara y compañía se juntaban para escribir sus poemas de locos.

21.00  También un hotel dadá

Otro sitio donde anduvieron aquellos lunáticos es el restaurante Zunfthaus zur Waag (18) (www.zunfthaus-zur-waag.ch), que albergó una famosa velada dadaísta en julio de 1916 y que funciona como taberna desde 1385, nada menos. Sus especialidades son la ternera con rösti (una torta de patatas rayadas) y deslumbrar al comensal con su salón estilo Biedermeier. Sternen Grill (19) (www.sternengrill.ch) no tiene que ver con otro arte que no sea el de la parrilla, sus salchichas son las mejores de la ciudad y uno puede cenar aquí sin arruinarse. Tampoco es caro, para los parámetros suizos, el hotel Limmatblick (20) (www.limmatblick.ch), de 16 habitaciones, muy céntrico, con vistas al río y decoración inspirada en el dadaísmo.

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