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Fuera de ruta

Aventureros al pie del Himalaya

Nepal tienta a los viajeros más aguerridos con propuestas como el puenting, los trekkings o los descensos en kayak

J. A. Aunión
La estupa de Bodnath, en Katmandú (Nepal).
La estupa de Bodnath, en Katmandú (Nepal).Huber Bildagentur

Genesh, un sonriente joven nepalí de 22 años, conduce con pericia un viejo autobús lleno de turistas. Va haciendo sonar el claxon con violencia por la carretera que sale del valle de Katmandú hacia el noreste del país. Asegura que tiene casi cinco años de experiencia al volante, pero a ratos parece confundido, perplejo, ante las instrucciones de Byron Urgunart; este le repite una y otra vez que no debe adelantar en mitad de alguna de las numerosas curvas de esa carretera mal asfaltada, llena de socavones, y por la que entran a duras penas dos coches en muchos tramos. Urgunart, canadiense de 28 años, parece preocupado, bastante más, de hecho, de lo que estará en todo el viaje, y eso que está llevando a un puñado de excursionistas, algunos muy torpes y completamente fuera de forma, a bajar en kayak los rápidos del río Sun Koshi, a hacer puenting desde una pasarela colgante a 160 metros de altura que recuerda a la de Indiana Jones y el templo maldito, a descender rapelando por una cuerda barrancos de hasta 45 metros al pie de la cordillera del Himalaya...

Una mujer haciendo puenting en el río Bhote Kosi.
Una mujer haciendo puenting en el río Bhote Kosi.Alex Treadway

Se trata de un viaje de aventura de cinco días que costaría unos 1.300 euros (sin contar el billete de avión) con la empresa para la que trabaja Byron (Lost Earth Adventure), pero que en esta ocasión corre a cargo de Nissan. La marca ha organizado un concurso para el lanzamiento del modelo X-Trail: el premio para los ganadores (un alemán, un francés, un inglés y un español) era este periplo, que además ha sido grabado por un nutrido equipo de rodaje para hacer un documental. En una segunda caravana, Nissan invitó a un grupo de periodistas, entre los que estaba EL PAÍS. La idea es vincular el coche, un 4x4, con el sentido de la aventura, ya que el modelo puede servir lo mismo para montar una bicicleta de montaña, y bajar luego a toda velocidad con ella un sendero cerca de Sankhu (en el borde exterior del valle de Katmandú), que para manejarse en la vida cotidiana.

Salir de la rutina

La parte teórica la aporta Matt Walker, un montañero estadounidense que defiende el concepto de “la aventura en todo” en seminarios y expediciones organizados por su empresa, Inner Passage. “Es una oportunidad de salir de la rutina, de ganar perspectiva, de estar completamente enfocados en algo, sin distracciones. El reto es mantener vivo ese nivel de compromiso, arriesgar, enfrentar las cosas de modo diferente cuando vuelves a casa en todas las facetas de tu vida”, explica Walker.

En ese marco, Nepal era un destino claro, por su exotismo, su halo de misterio (hasta 1949 el país no abrió sus fronteras a los extranjeros) y, por supuesto, por su aroma épico, de conquista, superación y también tragedia relacionado con el montañismo. La cordillera del Himalaya ocupa gran parte de este pequeño país encajonado entre dos gigantes, India y China, y allí están ocho de las cumbres más altas del mundo (con más de 8.000 metros, conocidas como ochomiles), incluido el Everest.

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El Himalaya visto desde el mirador de Nagarkot.
El Himalaya visto desde el mirador de Nagarkot.SAN

Pero este viaje no llega tan arriba, quedando esos picos en el fondo de la fotografía. El periplo comienza en la capital, Katmandú, en la engañosa semitranquilidad de un sábado, el día festivo de la semana en Nepal. Si el centro está en ese día concurrido, en uno laborable es una auténtica locura de transeúntes moviéndose entre una maraña de coches y motos que se abren paso a bocinazos. En el valle que circunda la capital se concentra el espectacular crecimiento del parque de vehículos, multiplicado por 3,75 en la última década, hasta los 12 millones.

El guía de la expedición, Byron Urgunart, deja en paz un ratito a Genesh y se ríe en el autobús cuando se le habla del tráfico en la ciudad y de cómo el claxon es una parte crucial del vehículo como sustituto de semáforos y carteles de stops y ceda el paso. Dice que hay tiendas especializadas en la venta de bocinas con todo tipo de sonidos, incluida la melodía de The final countdown, de Europe. Gran contador de historias, que acompaña con una agotadora coreografía de gestos, Urgunart explica que se desplaza desde Nueva Zelanda, donde vive actualmente, a Nepal durante las dos temporadas turísticas: primavera y otoño; en invierno hace mucho frío y en verano el monzón hacen imposible las actividades al aire libre.

Descenso en rápel.
Descenso en rápel.Tristan Kennedy (Mpora)

Precisamente las fuertes lluvias fueron la causa el pasado agosto de que se desprendiera un enorme trozo de montaña hacia el río Sun Koshi en Mankha, al noreste de Nepal, llevándose por delante un centenar de viviendas; hubo más de 150 muertos. También destrozó varios kilómetros de la autopista (se llama así, inmerecidamente) Araniko, principal vía de comunicación entre el valle de Katmandú y Tíbet, muy transitada y llena de controles aduaneros.

Al llegar a ese tramo, la expedición ha de recorrer un kilómetro y medio a pie, a través de un paisaje sobrecogedor de montículos de piedras despedazadas y de casas que asoman debajo del agua. Al final, los viajeros se montan en otro autobús que les llevará al Last Resort, un espacio hotelero que propone distintas actividades de aventura a 12 kilómetros de la frontera con Tíbet, a los pies de la gran cordillera del Himalaya.

Para acceder a él hay que pasar por un puente colgante de unos 160 metros sobre el cañón del río Bhote Kosi. La otra referencia cinematográfica que viene a la cabeza tampoco es muy halagüeña (el final de El hombre que pudo reinar), pero esta construcción no es de madera, sino de metal, y, aunque se balancee ligeramente, parece bastante segura. En el centro tiene dos salientes desde los que se tiran aquellos que quieren experimentar esa trepidante actividad que consiste en lanzarse al vacío amarrado a una cuerda.

Javier Belloso

Dos expedicionarios ya han dicho que no piensan saltar. Otros pocos tienen dudas. La noche anterior, tras una sesión de descenso de rápidos en kayaks por el río Sun Koshi, a 40 kilómetros al sur, en el Sukute Beach Camp, el escritor y periodista británico Richard Madden había conseguido asustar a alguno. Trotamundos infatigable, autor de un blog de viajes en The Daily Telegraph, Madden había estado repasando las distintas variantes de salto: el bunjee jumping, por ejemplo, se hace con una goma elástica, por lo que hay que calcular muy bien para no pasarse de frenada.

En el puente sobre el Bhote Khosi se puede practicar esa modalidad, pero en este caso la elección es el canyon swing: con el arnés cogido por la cintura (en otros casos es por los pies), el excursionista se lanza a una caída de siete segundos, tras la cual se produce un balanceo de unos 240 metros a través del cañón a 150 kilómetros por hora. “Cuando estás al borde, dudas un poco, claro, pero cuando saltas es una explosión de adrenalina brutal. Al principio no ves nada, solo sientes la caída, y luego cuando te balanceas ya ves el paisaje. Tremendo”. José Clavijo, informático de 23 años y montañero aficionado, es el ganador español del concurso de Nissan. Y, como los otros tres ganadores, sí saltó. Y al día siguiente descendió haciendo rapel, muy cerca de allí, siete cascadas de entre 10 y 45 metros de altura.

Este tipo de actividades tienen como principal aliciente la excitación del riesgo, y hasta el miedo, que pueden llegar a ser placenteros por la sensación de “estar centrado, alerta, vivo”, explica por correo electrónico la psicóloga de la Universidad de Lancaster Emma Barret. La adrenalina liberada ante la amenaza tendrá unos efectos u otros dependiendo de la percepción del riesgo. Y con ella deben jugar, con mucho cuidado, los monitores. “El operador tiene que minimizar el riesgo, pero crear emoción, lo que significa gestionar los sentimientos de los participantes para que sientan un poco de miedo, pero no demasiado”, dice el investigador de la Universidad de Griffith (Australia) Ralf Buckley.

Cerca del Anapurna

El riesgo siempre está presente en el turismo de aventura (38 senderistas murieron el pasado octubre, cuando un temporal de nieve sorprendió a centenares de visitantes en plena temporada de trekking muy cerca del Anapurna, al noroeste de Nepal). Aun así, este tipo de turismo es un nicho cada vez más popular: pasó de generar 73.000 millones de euros en 2009 a 214.000 millones en 2012, según la Asociación de Comercio de Viajes de Aventura (ATTA en siglas en inglés), presente en 80 países. El mayor número de viajeros-aventureros proceden de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Australia y Brasil.

La calle de Yogbir Singh Marg, en Katmandú.
La calle de Yogbir Singh Marg, en Katmandú.Gavin Gough

En Nepal quedó atrás hace muchos años el boom del turismo de hippies mochileros que buscaban la espiritualidad de los templos en los años setenta. Hoy la aventura se presenta como un gran filón para seguir afianzando el crecimiento de un sector que supuso el año pasado el 8,2% del PIB del país (la agricultura, con en torno al 36%, sigue siendo el principal sostén).

Bajo una gorra que apenas se quita y que esconde un pelo prematuramente gris, Byron Urgunart habla de la belleza del lugar, de las bondades de sus gentes, pero admite las dificultades de trabajar en Nepal: la falta de equipamientos, de buenas comunicaciones… Lo cuenta en el campamento que han montado en mitad de una ladera cerca de Sankhu, ya en el camino de vuelta, muy cerca de Katmandú, después de una travesía en bicicleta de montaña y poco antes de tomar unos tragos del típico licor de arroz nepalí al calor de una hoguera.

Al día siguiente toca regresar a la capital. Los excursionistas volverán a la comodidad de sus casas con un bonito recuerdo de un bello país lejano y exótico. El joven Genesh volverá a ponerse al volante sin reflexionar demasiado sobre su percepción del riesgo y Byron Urgunart a su trabajo como obrero en Nueva Zelanda. Pero solo hasta el año que viene; entonces regresará con su prometida a Canadá para matricularse en la carrera de Geología en la Universidad. Cada uno vive la aventura como puede o como mejor le parece.

Guía

Cómo ir

Información

» Qatar Airways (www.qatarairways.com) vuela a Katmandú con una escala en Doha, ida y vuelta desde Madrid a partir de 533 euros.

» Turkish Airlines (www.turkish airlines), ida y vuelta desde Madrid con una escala en Estambul, a partir de 500 euros.

» Lost Earth Adventures (www.lostearthadventures.co.uk). Ofrece desde actividades de un día como rafting o rutas en mountain bike hasta viajes organizados de dos semanas con sus actividades de aventura incluidas. Una excursión desde Katmandú con puenting en el Bhote Kosi cuesta, por ejemplo, 102 euros por persona. Un viaje de 10 días para hacer trekking, unos 880 euros.

» Turismo de Nepal (www.welcomenepal.com). Ofrece las webs y contactos de agencias locales que organizan actividades de aventura y deporte.

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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