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Pequeño paraíso ‘vintage’

Real Groovy, la tienda de discos más importante de Auckland (Nueva Zelanda), ha visto por sus pasillos a clientes como Kurt Cobain o Morrisey

Interior de Real Groovy, la tienda de discos más importante de Auckland.
Interior de Real Groovy, la tienda de discos más importante de Auckland. F. Jiménez

Algunas semanas atrás Lawrence Arabia, algo así como los Belle and Sebastian de Nueva Zelanda, se presentaron en pleno centro de Auckland con motivo del mes de la música. Una banda realmente buena, pero de la que si buscas discos en esta ciudad neozelandesa resulta difícil encontrarlos.

Terminada su actuación, el vocalista de la banda me dio la solución para encontrar sus trabajos: “¿Lo intentaste en Real Groovy? Dobla en la esquina a la izquierda, camina derecho por Queen Street –la avenida principal de Auckland– y la encontrarás”. Quince minutos después estaba ahí, frente a mis ojos, un pequeño paraíso vintage.

Al cruzar la entrada, te encuentras con un enorme guardia maorí con cara de pocos amigos, rodeado por un montón de pósters con información de la escena cultural de la ciudad. Cuando pasas por esa pequeña antesala, aparece un enorme cartel, con forma de media luna y magullado por el paso del tiempo, pero digno y deslumbrante gracias a unas luces de neón amarillas, rojas, verdes y azules que resaltan el nombre de la tienda: Real Groovy Records, donde los ochenta nunca se fueron.

Con aires a Championship Vinyl, la atmósfera es similar a la de la ficticia tienda de discos de Alta fidelidad, novela de Nick Hornby, pero con una diferencia: Real Groovy es muchísimo más grande, y está abierta, además, al público cinéfilo. Chris Hart, el dueño, no se parece en nada a las dos estrellas hollywoodenses que protagonizaron la versión cinematográfica, John Cusack y Jack Black, excepto en su pasión por la música.

Cartel de bienvenida a la tienda de discos Real Groovy, en Auckland.
Cartel de bienvenida a la tienda de discos Real Groovy, en Auckland.F. Jiménez

Espíritu ochentero

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Hart suele pasearse por su local y se comporta como uno más de la treintena de trabajadores habituales de Real Groovy. Al igual que ellos, cada 10 minutos recorre una y otra vez los pasillos con diferentes vinilos en sus manos para colocarlos en su lugar. Chris Hart es un kiwi de tomo y lomo. Desde 1975 trabaja en el negocio de la música y junto a un amigo fundó Real Groovy en 1981. Comenzaron con un pequeño local que, con el paso del tiempo, se fue convirtiendo en una de las más importantes tiendas de discos de Nueva Zelanda, llegando a tener sedes en Wellington, Christchurch y Dunedin. “Compartíamos un interés común por la música y comenzamos con muy pocas cosas, vendiendo nuestras propias colecciones de discos, mientras íbamos construyendo nuestro stock” recuerda Hart.

La tienda conserva el mismo estilo ochentero que la hizo destacar y sobrevivir hasta el día de hoy: caminas sobre un suelo cuidadosamente descuidado, desgastado y rayado, bajo cientos de pequeños vinilos colgando del techo, y entre murallas adornadas con camisetas o viejos recortes de periódico. Recorriendo desde The Beatles hasta los Lawrence Arabia,  puedes encontrar reseñas sobre nuevos discos o importaciones de la tienda hechas por diferentes miembros del staff y escritas a mano. A la antigua. Y si tienes dudas, las puedes resolver de inmediato con el autor del texto. Romanticismo puro.

Sin embargo, el paso del tiempo y el avance de la tecnología nunca se han llevado bien con las románticas tiendas de antaño. Mientras los otros tres eslabones de la cadena fueron cayendo sucesivamente, la Real Groovy de Auckland es la única que sobrevive. Todo el peso histórico de este icónico lugar para los neozelandeses recae ahora sobre los hombros de su última sede. Sus responsables intentan que, más que un problema, esto sea una oportunidad. Un valor añadido.

Tiempos de diversificación

Vinilos colgando del techo en Real Groovy, en Auckland.
Vinilos colgando del techo en Real Groovy, en Auckland.F. Jiménez

Ante la irrupción de Internet y la posibilidad de descargar o compartir música y películas, no es fácil mantener con vida un lugar como este. Real Groovy ha explorado el territorio de la diversificación para hacer frente a la batalla y no es una exageración decir que en sus estanterías puedes encontrar absolutamente de todo. En un costado de la tienda hay un Coffee Shop propio que asegura tener el mejor expresso de la ciudad, y cuyos taburetes en forma de vinilo sintonizan con la armónica decoración de todo el espacio. A varios pasos de la entrada, antes de encontrarte con cientos de películas que puedes llegar a comprar por tres euros, puedes escoger entre un sinfín de artículos pop de merchandising: juegos de mesa, muñecos, cartas, puzles, figuritas, máscaras, disfraces, relojes, pósters y todo tipo de rarezas sobre bandas o estrellas del cine y televisión. No hay un orden ni una estructura. En un rincón te topas con juguetes del recuerdo y justo al lado encuentra figuritas de The Big Bang Theory, The Walking Dead o Star Wars. En medio, una librería con una amplia gama de publicaciones y biografías sobre música y cine, cómics, revistas, humor y algunos otros inclasificables. Real Groovy cuenta también con un sistema de venta de entradas para conciertos que opera en la misma tienda.

Además, ya desde los orígenes del negocio, Real Groovy ha generado un interminable catálogo de material gracias al intercambio de discos (tanto en vinilos como en cds y dvds) y la venta de segunda mano, que siempre va rotando y nunca termina de crecer. Hart tenía clara la fórmula que los llevaría al éxito desde el principio: los vinilos. “Yo sabía que podría hacerlo mejor si lograba que los clientes trajeran sus discos antiguos y los cambiaran por discos nuevos”. Es la fórmula que los diferencia, que te hace pasar tardes enteras dando vueltas por la tienda, que abrió también el mercado hacia la venta de tocadiscos y que 33 años después de ponerse en marcha sigue dando excelentes resultados.

Porque actualmente son los discos de vinilo (nuevos y usados) los que no solo mantienen a la tienda con vida, sino los responsables de incrementar gradualmente el número de apasionados clientes. “La venta de vinilos está creciendo muy rápido” –alrededor de un 20% al año–, dice Hart. “A la gente le gusta la calidad del vinilo y escucharlo en un buen sistema de sonido, más riguroso con los bajos y más claro con los graves. El mejor camino para disfrutar de la música es en secuencias de 20 minutos, mientras estás mirando la portada del disco de vinilo con maravillosas gráficas”. Una experiencia que difícilmente el mp3 podría igualar.

De Kurt Cobain a Morrisey

Fachada de Real Groovy Records, en Auckland.
Fachada de Real Groovy Records, en Auckland.F. Jiménez

“Sí, Kurt compró algunos discos aquí una tarde de domingo”, cuenta Chris Hart como si se tratara de un visitante cualquiera. De hecho lo fue, porque vestía similar al clásico cliente de Real Groovy y estuvo muy cerca de pasar desapercibido. “Sin embargo”, aclara, “nosotros hemos tenido muchísimos músicos conocidos en la tienda a través de los años. Queen Ida, Screaming Jay Hawkins, Eric Burdon (The Animals), Josh Homme (QOSTA), Tony Joe White, Morrisey, etcétera. Decenas de ellos. Bruce Springsteen no pudo venir, porque estaba con una agenda muy apretada, pero detuvo su limusina fuera y se tomó algunas fotos”.

El ambiente de Real Groovy llama la atención a melómanos, músicos famosos y curiosos. Intentando descubrir un tesoro oculto, le pregunté a Chris Hart cuál es el artículo más preciado que tiene Real Groovy en estos momentos. Y después de haber pasado varias horas dentro de la tienda su respuesta tuvo mucho sentido: “No es que tengamos solo un único ítem especial, es que aquí siempre habrá algo para todo el mundo, independientemente de lo exóticos que puedan ser los gustos de cada uno”. En mi caso, algunas películas, un par de libros, una edición de colección y otra de segunda mano de The Zombies y, por supuesto, encontré los discos de Lawrence Arabia.

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