Puede presumir Ribeiro de ser una de las denominaciones de origen más antiguas de España, y de haber gozado históricamente de gran reputación internacional. Pese a ello, sus vinos, fundamentalmente blancos, no gozan de suficiente prestigio, salvo contadas excepciones. Tal vez porque los mejores proceden de pequeños viticultores, los cosecheiros, cuyo producto apenas sobrepasa la dimensión local. Pero ahí están, aferradas a laderas y sobre terrenos graníticos, las viñas viejas de una impresionante variedad de castas: lado, silveiriña, treixadura, godello…
Con ellas, estos cosecheiros elaboran blancos de ensueño, vinos atlánticos de polifonía aromática a tres voces: fruta madura, hierbas y flores silvestres. Y que, en ocasiones, cuando el vino fermenta en barrica, se enriquece con el roble. Todo empezó con Emilio Rojo, que asombró con un blanco superlativo, tan bueno como difícil de conseguir. Le han seguido otros hasta formar un grupo de excelentes elaboradores que cultivan en sus minúsculos viñedos la primorosa materia prima de sus vinos.