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Escapadas

La leyenda del castillo de Otelo

De Gazimagusa a las ruinas de Salamis, ruta por el norte de Chipre

Ruinas de Salamis (o Salamina), ciudad fundada en el siglo XII antes de Cristo.
Ruinas de Salamis (o Salamina), ciudad fundada en el siglo XII antes de Cristo.Matteo Allegro

Se puede rezar a Alá bajo el elegante techo gótico de una catedral perfectamente conservada? ¿Deambular en medio de un sinfín de iglesias escuchando la voz del muecín? Sí: semejante ejercicio de sincretismo es posible en Gazimagusa. Un nombre de origen turco que no nos lleva a un lejano paraje oriental, sino a un Estado europeo, aunque no reconocido internacionalmente. Concretamente a una de sus principales ciudades, que se conoce más bien por su nombre griego de Famagusta y que es, sin duda, la más pintoresca de la República Turca del Norte de Chipre.

Tras atravesar los animados suburbios de esta ciudad de unos 45.000 habitantes, se llega a su corazón, que constituye en cambio un remanso de paz: la ciudad amurallada. Una buena aproximación consiste en recorrer, de baluarte en baluarte (hay 15 en total), estos muros de nueve metros de ancho. De todo se encuentra en las estribaciones de la muralla: desde iglesias de todas las órdenes a un campo de fútbol, desde una taberna instalada en un antiguo almacén de balas de cañón a un espectacular castillo llamado Otelo: y es que allí vivía, según la leyenda, el personaje que habría inspirado la famosa obra de Shakespeare, el gobernador de Chipre Cristoforo Moro, que asesinó por celos a su esposa: violencia de género a principios del siglo XVI.

Formaciones rocosas en la costa al sur de Gazimagusa, en la isla de Chipre.
Formaciones rocosas en la costa al sur de Gazimagusa, en la isla de Chipre.Johanna Huber

Los numerosos vestigios militares atestiguan el pasado turbulento de esta ciudad muy disputada, etapa clave en el camino de las Cruzadas. Pasó de mano en mano —cruzados, genoveses, venecianos, otomanos—, y de ahí el cosmopolitismo cultural de sus monumentos. Ningún sitio mejor para apreciarlo que su plaza central. La domina la imponente silueta de lo que fue la catedral San Nicolás, que parece una versión chipriota de Notre-Dame-de-Reims (Francia), que de hecho la inspiró. Con una inesperada particularidad: el minarete que se eleva del lado norte de su imponente fachada y remata la torre gótica. La sorpresa prosigue en el interior, donde el mirhab ha reemplazado al púlpito desde hace más de cuatro siglos, y donde el suelo alfombrado recuerda que aquí los fieles se tumban para venerar a Alá. Y es que los otomanos, musulmanes, al conquistar estas tierras en 1571, decidieron conservar esta obra maestra del arte gótico, cuya construcción empezó en 1298 y duró 14 años, y se limitaron a islamizarla. Hoy es la mezquita Lala Mustafa Pacha. De la misma manera que la iglesia cercana de San Pedro y Pablo se convirtió en la mezquita Sinan Pasha.

Con sus terrazas, donde los contados turistas se mezclan con los locales que toman perpetuamente el té, la apacible plaza de la catedral parece un compendio cultural de Famagusta. La vigila un anciano sicómoro que, según la tradición, es contemporáneo del edificio eclesiástico. Cerca de la catedral, una antigua madraza bien conservada ha sido transformada en un más laico restaurante. Mientras que al otro lado de la plaza, un magnífico arco triple recuerda que por estos lares estuvieron también los venecianos, que construyeron aquí un palacio. Pero hay que forzarse a dejar atrás este sitio cautivador para deambular por las callejuelas de un casco viejo con encanto rural, casi adormecido, donde se prohíben las casas de más de dos plantas.

Guía

Información

  • El aeropuerto de Chipre del Norte es el de Ercan, cerca de Nicosia y a unos 45 minutos de Famagusta. Desde España, lo más directo es viajar con Turkish Airlines vía Estambul.

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Por más que estemos aquí en tierras musulmanas, el paseo se convierte en una yinkana entre iglesias cristianas. Las hay de todas las órdenes y para todos los gustos: iglesia de los templarios, los hospitalarios, los nestorianos, los armenios, las carmelitas, los ortodoxos. Si muchas parecen imponentes desde fuera se trata, sin embargo, en la mayoría de los casos, de simples cascarones vacíos.

Salamis

Al norte de Magusa, como la llaman de manera familiar sus habitantes de origen turco, toca ahora un largo salto hacia atrás en la historia al recorrer las ruinas tal vez más imponentes de toda la isla: las de Salamis (o Salamina). Fundada en el siglo XII antes de Cristo, probablemente por unas tribus que venían de Anatolia, la ciudad fue habitada durante nada más que 21 siglos seguidos. Aunque el yacimiento es enorme, el interés se centra en el complejo del gimnasio, termas incluidas: una enorme plaza rodeada de columnas que servía de patio para los ejercicios, dos piscinas, unas habitaciones utilizadas como saunas y otras como cuartos fríos: caldarium y frigidarium, como se decía entonces. Y, como prodigio de promiscuidad, unas letrinas concebidas para que pudieran utilizarlas a la vez 44 personas en semicírculo. Muy bien conservada, esta parte de las ruinas corresponde a la época griega de una ciudad que dominaron sucesivamente, dejando sus respectivas huellas, asirios, atenienses, fenicios, persas, egipcios y romanos. El visitante puede recorrer durante horas los caminos que cruzan el sitio, de ruina en ruina y de época en época. Cerca se encuentra uno de los lugares más venerados por los ortodoxos: el monasterio de San Bernabé, el fundador de la Iglesia cristiana de Chipre.

JAVIER BELLOSO

Acabemos la visita de Famagusta con una brutal vuelta a la actualidad, también agitada, de la isla. Al sur de la ciudad se extiende frente al mar el barrio de Varosha. Fue una estación balnearia apreciada por los grecochipriotas antes de la partición de la isla en 1974. Hoy la controla el Ejército de Ankara. Y asombra el espectáculo de lo que fueron hoteles de lujo y residencias de verano hoy transformados en cascarones cuyos únicos okupas son los militares turcos: controlan los alrededores de la Línea Verde que divide la isla, aquí muy próxima y que anuncian unos alambres de púa. ¡Como si las turbulencias que padeció la ciudad durante su larga historia tuvieran que prolongarse hasta hoy mismo!

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