De tapas por Singapur
El bodeguero José Moro viajó a la ciudad asiática, donde triunfa la gastronomía española. También visitó los árboles gigantes del parque Bahía Sur
Singapur le parece un destino muy exótico a José Moro. El bodeguero, al frente de la bodega Emilio Moro, fundada por su abuelo, encontró en la capital de la isla asiática una ciudad joven y vibrante.
¿Dónde percibía esa energía?
En la imponente arquitectura, la pulcritud de sus avenidas, el mimo con el que está construida y el ambiente callejero que emana. Siempre hay conciertos, eventos o algún tipo de actividad en las plazas y parques.
Una auténtica ciudad-jardín…
Casi la mitad de la ciudad son zonas verdes que aparecen en medio de la urbe. Uno de ellos, lleno de plantas exóticas y con imponentes árboles metálicos.
¿Se trataba de un bosque artificial?
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Más bien de un parque futurista. Parque Bahía Sur está lleno de puentes y pasarelas con 18 árboles artificiales de entre 25 y 50 metros de altura. Son utilizados como jardines verticales y albergan plantas de todo el mundo. Muy impresionante. Además, se puede recorrer una pasarela elevada a 22 metros del suelo.
¿Encontró buen vino?
Visité varios restaurantes españoles, donde cuidan mucho la bodega. En Olé disfruté de la fusión mediterráneo-peruana y el Catalunya me pareció emblemático. Este gastrobar, situado en Fullerton Pavilion y formado por una cúpula de cristal que flota en un lago, está regentado por el chef Pol Perelló, que estuvo en elBulli. Ofrece tapas y vinos maravillosos.
Qué exótico tomar pinchos en Singapur.
Me entusiasma cómo el concepto de las tapas está expandiendo la gastronomía española por el mundo. Y con ellas, los vinos y nuestro carácter festivo.
¿Hizo visita noctámbula?
Es imprescindible. Por la noche, la ciudad, literalmente, brilla. Hay juegos de luces en los rascacielos de los casinos, en el lago y en muchos edificios. De la planta 42ª del edificio donde está el hotel Ritz también emanan luces de colores.
¿Qué esconde?
Una discoteca que dicen que es impresionante. Habíamos planeado ir a bailar, pero empecé la noche con unos amigos en una fiesta y, una vez allí, me fue imposible salir de ella.
¿Qué le retenía?
Primero, el vino. Luego, la comida. Y al final, una banda de músicos singapurenses que tocaban música española. Había ambientazo: desde escritores hasta artistas, pasando por el transformista más fashion de la ciudad. Bebimos lo que no está escrito.