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Fin de semana

Vino sagrado, vino pagano

Excursión a Aranda de Duero, en Burgos, para visitar la exposición ‘Las Edades del Hombre’

Edificio del Consejo Regulador de la denominación de origen Ribera del Duero, proyectado por los arquitectos Barozzi-Veiga, en Roa.
Edificio del Consejo Regulador de la denominación de origen Ribera del Duero, proyectado por los arquitectos Barozzi-Veiga, en Roa. Mariela Apolonio

No es una ciudad. Pero tampoco es un pueblo. Esta vez, Las Edades del Hombre se muestran en una villa. Tal es el título oficial de Aranda de Duero (Burgos), de 33.000 habitantes, que debe su apellido al río principal que la baña; pero tiene otros dos, y algún arroyo más de guarnición. Aguas calladas y laboriosas que hacen de esta ribera un enclave privilegiado para plantar viñas, cosechar cereal y pastar rebaños. Ese sigue siendo su seña de identidad, por más que las grúas (sin enterarse de la crisis) sigan levantando un chasis de capital comarcal, y las grandes firmas del Polígono Industrial hagan de éste un avatar gigante de la antigua villa.

Las exposiciones Las Edades del Hombre —que cumplen su decimonovena edición y han recibido, en total, más de diez millones de visitas— han elegido en este caso como lema Eucharistia, con el juego que ha dado al arte cristiano este asunto del alimento místico y ritual. Ciento veinte obras, de diferentes épocas, técnicas y registros, se agrupan en la muestra. Hay algunas de Murillo, Siloé, Gregorio Fernández o Juan de Juanes; pero la abundancia de artistas contemporáneos (no todos indiscutibles) marca un sesgo inédito, con obras unas más notables que otras.

Gótico depurado

Las sedes de la muestra son los templos de Santa María la Real y de San Juan. Solo la portada de Santa María justifica el viaje. Es una filigrana del gótico isabelino (siglo XV) labrada por Juan de Colonia y su taller. Algunas figuras conservan restos de policromía. La de San Juan es una iglesia gótica más simple, pero es ahí donde se acumulan las mejores piezas de la exposición. Justo enfrente, en la histórica Casa de las Bolas, puede verse la colección de pintura que Félix Cañada, un enamorado de Aranda, donó a la villa.

La exposición de 'Las Edades del Hombre', en Aranda de Duero.
La exposición de 'Las Edades del Hombre', en Aranda de Duero.Carlos Pascual

Los dos templos de la muestra están a tiro de piedra uno del otro, en el cogollo medieval de Aranda. Que apenas ha cambiado en su trazado. Aranda presume de contar con el plano aéreo más antiguo de España; es de 1503 y se guarda en el Archivo de Simancas. De acuerdo con dicho plano (que se ve reproducido por doquier) se ha confeccionado una maqueta de la antigua población; puede verse en el Centro de Interpretación de la Arquitectura del Vino (CIAVIN), en los bajos de la oficina de turismo, en la plaza Mayor. Las fachadas han cambiado, pero no el trazado de las calles, los puentes o la huella de las puertas de la muralla.

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Curiosamente, lo más antiguo conservado está en el subsuelo. Son las bodegas, durante mucho tiempo abandonadas o cegadas. No se ponen de acuerdo en cuanto a su longitud total, pero es seguro que no baja de los siete kilómetros. No son cuevas excavadas en la toba, sino construcciones sólidas de mampostería o ladrillo. Son utilizadas por las peñas (toda una institución arandina), pero hay varias que se pueden visitar, como la Bodega de las Ánimas, musealizada para mostrar la tradición del vino y oficios con él relacionados.

Haza y sus bodegas

La Ribera del Duero es una denominación de origen que atraviesa cuatro provincias en forma de corredor, pero que a su paso por Burgos se hincha como una burbuja. A algunos sorprenderá saber que el 60% del vino de esta D. O. procede de la franja burgalesa. Y más curioso aún: el mayor número de bodegas pertenece al pueblo más pequeño de la zona: se llama Haza, está a un par de leguas de Aranda y domina desde un cerro trufado de bodegas toda una vasta porción de la cuenca fluvial. Fue población importante, se nota por su castillo y murallas, pero casi todas sus casas son pura ruina, no viven allí en invierno más de cuatro vecinos.

JAVIER BELLOSO

Guía

Información

Comer y dormir

  • Las Edades del Hombre (www.lasedades.es). La muestra Eucharistia estará abierta hasta el 10 de noviembre en Aranda de Duero. Las sedes son las iglesias de Santa María y de San Juan. Horario: de martes a viernes, de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00; fines de semana y festivos, de 10.00 a 20.00. Entrada, 3 euros.
  • Finca Torremilanos (www.torremilanos.com). Hotel y restaurante a la salida del polígono industrial, en colinas cubiertas de viñas propias.
  • El Lagar de Isilla (www.lagarisilla.es). Isilla, 18. Aranda de Duero. Lechazo y comida regional, con bodega subterránea visitable. Tienen un hotel dedicado al vino junto al monasterio de La Vid (Camino Real, 1).

Bajando al llano y cruzando otro pueblo vinícola y medieval con castillo, Hoyales, se puede alcanzar Roa, sobre el más espléndido balcón de toda la ribera. El pueblo fue quemado en las guerras carlistas, así que solo conserva de su antigua carnadura la excolegiata y unos raigones de muralla. Incrustado entre esta y un hospital gótico, los arquitectos Barozzi-Veiga han levantado un edificio que dialoga con los restos medievales y que alberga el Consejo Regulador de la D. O.; solo por verlo, vale la pena llegar hasta aquí.

En dirección opuesta, hacia levante, la orilla del Duero esconde otra maravilla poco conocida, a pocos minutos de Aranda: el monasterio de La Vid. Abandonado después de la Desamortización de 1836, vuelve a estar ocupado por una decena de agustinos que admiten huéspedes y realizan visitas guiadas por la iglesia, claustro y un pequeño pero interesante museo. A solo siete kilómetros aguarda uno de los pueblos más bonitos de España: Peñaranda de Duero; una especie de déja vu incluso para quienes nunca han estado allí. Y es que su espectacular plaza ha servido de plató de numerosas películas de época. A los pies del castillo roquero se escalonan casas de entramado y soportales, hasta el soberbio rellano enmarcado por el palacio renacentista de los Avellaneda y la colegiata, cuya portada se adorna con bustos expoliados del vecino yacimiento romano de Clunia. En los figones que aderezan el conjunto, las mismas viandas que han inspirado esta edición de Las Edades: pan, vino y lechazo. La comunión del espíritu con los dones de la tierra.

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