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comer
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Recetas caseras, precios amables

La Maruca, el último restaurante de moda en Madrid

José Carlos Capel
Comedor del restaurante La Maruca, en Madrid.
Comedor del restaurante La Maruca, en Madrid. Santi Burgos

Lo mejor de este nuevo local es su interiorismo, que ha logrado transformar un oscuro semisótano a ras de la calle en un espacio luminoso y abierto donde conviven una miniterraza, barra de tapas, zona de estar, mesitas y hasta un reservado.

Puntuación: 6
Pan6
Café7
Bodega6
Aseos6
Ambiente7
Servicio6
Cocina6
Postres6

Espacio confortable con los decibelios medio controlados incluso en horas de mayor apogeo. Siguen los postres, de rango casero, escuetos, pero convincentes. Primero la leche frita, excelente, temblorosa, que se sirve templada. Y además un flan de queso muy goloso y una tarta de limón que merece más que respeto. “Son los superventas de nuestra carta”, afirma el santanderino Paco Quirós, cocinero, promotor del negocio, que, después de replicar en Madrid su restaurante Cañadío, ha emprendido esta segunda aventura en el barrio de Salamanca madrileño junto con su socio, el galerista cántabro Carlos Crespo.

En orden de importancia continúan los platos salados, de rango casero, sencillos, sin pretensiones, que gustan a la clientela que llena este restaurante desde hace poco más de tres semanas. Están bien, aunque sean mejorables, las anchoas de Santoña, que se presentan con pimientos asados de Isla. Son buenas las croquetas de carne de cocido, virtuoso ejemplo del aprovechamiento de sobras, al borde de la rotura de puro temblorosas, y no convencen demasiado las patatas bravas (mixtas, con mayonesa), cuya salsa roja con tomate no se ajusta a la clásica madrileña.

Ensaladilla rusa, uno de los platos de La Maruca, en Madrid.
Ensaladilla rusa, uno de los platos de La Maruca, en Madrid.Santi Burgos

Para empezar conviene probar las famosas rabas santanderinas (rodajas de calamares fritas), que mejorarían si la casa renovara el aceite con mayor frecuencia. Tampoco desmerece la ensaladilla rusa, correcta, aunque carezca de un punto ácido. Ni se quedan atrás las alitas de pollo a la plancha con patatas fritas. O los buñuelos de brandada de bacalao, más que notables. Ni, por supuesto, el socorrido apartado de huevos (rotos con patatas, revueltos con jamón y con torreznos y pimientos). Entradas concebidas para compartir cuyos precios oscilan en torno a los 10 euros. Fuera de carta, una especialidad que ahora en plena temporada hay que pedir a toda costa: el asadillo de pimientos de Isla, carnosos y dulzones.

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Entre los segundos, cosas más convencionales, pero resultonas. No se pueden pasar por alto las alcachofas a la plancha, de sabor bien delicado. Están bien la sopa de pescado y mariscos. Y a su lado, la tajada de merluza a la crema y los tacos de bonito con piperrada, pescado azul algo desaborido, fuera ya de temporada.

La Maruca

  • Teléfono:
  • Dirección: Velázquez, 54. Madrid.
  • 917 81 49 69.
  • Precios:de 25 a 35 euros. Ensaladilla rusa, 8,50. Albóndigas de ternera, 10,50. Leche frita, 6 euros.

Son magníficas las albóndigas de ternera, están bien los callos a la montañesa y no entusiasma demasiado la pluma de cerdo ibérico a las tres salsas. Y como traca final, su sanjacobo de lomo de Potes con patatas fritas.

Tampoco desilusiona la bodega, escueta pero con inquietudes, en la que conviven marcas clásicas y vinos modernos con una corta selección de vinos blancos europeos. El servicio cumple y en la barra tiran bien la cerveza, en copas amplias. Aún así lo más amable son las facturas que raras veces superan los 35 euros por persona. 

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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