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24 horas en... Valencia

Largas noches extramuros

El día termina en el animado barrio de Ruzafa, donde Ricard Camarena acaba de abrir dos restaurantes. Pero antes, arquitectura, sol y arte entre la Lonja de la Seda y el paseo de Neptuno

'Retrato de doña Joaquina Candado', de Goya, en el Museo de Bellas Artes de Valencia.
'Retrato de doña Joaquina Candado', de Goya, en el Museo de Bellas Artes de Valencia.Gonzalo Azumendi

Vaya de entrada que es imposible abarcar en un día la tercera ciudad de España (800.000 habitantes, dos millones contando el entorno). Grande en tamaño, pero también en dimensiones históricas, artísticas o literarias. Después de haber sido capital de reinos medievales, árabes o cristianos, ha sido capital del país en dos ocasiones (con José Bonaparte en 1812 y con la Segunda República en 1936) y es ahora capital de la Comunidad Valenciana. Todos los estilos, del gótico al modernismo o la vanguardia más actual, tienen reflejo en su casco histórico. Pero si hubiera que buscar un único atributo, ese podría ser su carácter mediterráneo: luz, color, alegría, fiesta, bullicio, música, pólvora...

10.00 El disco duro

Conviene, ante todo, hacerse con la Valencia Tourist Card (24, 48 y 72 horas; 15, 20 y 25 euros) o bajarse la aplicación gratuita VLC Valencia. También está la opción del Bus Turístico (17 euros) o las visitas guiadas (15 euros; www.turisvalencia.es). Y empezar por donde todo empezó: la plaza de la Almoina (1). Al derribar ese edificio, en pleno siglo XX, apareció en el subsuelo la ciudad romana, que se puede visitar. Se aprecia el cardo (calle mayor), parte del foro, unas termas... Sobre esos restos construyeron los árabes su alcázar y la mezquita mayor. Cuando Jaime I conquistó Balansiya en 1238, levantó sobre esa mezquita la catedral (2) y otras 10 iglesias góticas en sendas mezquitas. Así que hay que salir a la superficie y visitar esa herencia medieval. El Almudín o pósito de grano, levantado en el siglo XIV sobre el alcázar árabe, es ahora un salón de exposiciones. Cerca se puede hacer una pausa en el delicioso Café de las Horas (Conde de Almodóvar, 1).

12.00 La Ciutat Vella

javier belloso

Así se llama el distrito que viene a coincidir con el recinto amurallado del siglo XIV, visible por el anillo de bulevares y algunas puertas de esa época: las de Quart o de Serranos (3), entre otras. El siguiente siglo, el XV, es la Edad de Oro valenciana, en arte, en literatura y también en el comercio, como prueba la Lonja de la Seda (4) (1482), una maravilla declarada patrimonio de la Unesco; tras la soberbia Sala de Contratación se esconde un patio de naranjos que es un oasis, y el Consulado del Mar. Frente a la Lonja, el Mercado Central (5), modernista (1928), mantiene su actividad. Al lado, la iglesia de los Santos Juanes, barroca, remata su pararrayos con un pájaro, el pardalot: según Blasco Ibáñez en Arroz y tartana, los padres sin recursos hacían que sus pequeños lo miraran fijamente, aprovechando ese instante para abandonarlos entre el gentío. La calle de Cavallers, repleta de edificios medievales y modernistas, nos introduce en el barrio del Carmen (6), que debe el nombre al convento e iglesia homónimos cuyos dos claustros sirven de centro cultural, con exposiciones y conciertos.

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14.00 Tranvía a la Malvarrosa

La hora de comer puede ser buena para acercarse al mar. En el Grao (puerto, viejo y nuevo) conviven las Atarazanas o astilleros medievales con seis tinglados modernistas del XIX, o la remodelación llevada a cabo para la Copa América de vela y el edificio Veles e Vents (7), del arquitecto David Chipperfield. Luego está la playa urbana de Las Arenas y la Malvarrosa (8). A esta playa la pusieron de moda en el siglo XIX los bañistas que se hacían hueco entre las barcas que traían su copo; Sorolla captó el destello de peces y sombrillas, y Blasco Ibáñez se construyó un lujoso chalet (hoy casa museo). Tiempos más cercanos los que evoca Manuel Vicent en su novela Tranvía a la Malvarrosa (también llevada al cine). El tranvía ha vuelto a funcionar y el paseo de Neptuno se ha remodelado. Por allí andan las casas de comida centenarias que presumen de la mejor paella.

16.00 Jardines del río fantasma

Lémures en el Bioparc de Valencia.
Lémures en el Bioparc de Valencia.Gonzalo Azumendi

La riada de 1957 motivó que el Turia fuese desviado y su cauce se convirtiera en un corredor verde de nueve kilómetros. Junto a la Cabecera (parque) del cauce se puede ver el Museo de Historia (9) y el más reciente Bioparc, con fauna africana. Río abajo van apareciendo los puentes, algunos históricos. Junto al de la Trinidad, el Museo de Bellas Artes (10) (o de San Pío V) aloja en un viejo seminario una colección imprescindible (primitivos y escuela valenciana: Juanes, Ribalta, Goya, Vicente López, Sorolla, Pinazo). Más abajo, el Palau de la Música (11), del arquitecto José María García de Paredes. Más lejos se extiende la Ciudad de las Artes y las Ciencias (12), fantasía (que no a todos apasiona) del arquitecto valenciano Santiago Calatrava: Palau de les Arts Reina Sofía (ópera y conciertos), Hemisfèric (cine IMAX), Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, Ágora (Open de tenis), Oceanogràfic con cubiertas de Félix Candela. El Umbracle se convierte en agradable terraza.

18.00 Burgueses y ‘hipsters’

El perfil urbano quedaría incompleto sin el Eixample. En ese ensanche del siglo XIX, vertebrado por la Gran Vía del Marqués del Turia, se construyó el Mercado de Colón (13) (1916), recientemente restaurado como punto de encuentro ciudadano. Del mismo arquitecto, Demetrio Ribes, es la Estación del Norte (14) (1917). La milla de oro de las tiendas de lujo es la calle del Poeta Querol, que bordea al palacio del Marqués de Dos Aguas (15), lo mejor del barroco local, convertido en Museo Nacional de Cerámica. En Valencia hay más de 40 museos, algunos tan curiosos como el de Concha Piquer o el del Silencio (Cementerio General). Imprescindibles: el IVAM (16) (arte actual) o el MuVIM (17) (ilustración). Otro edificio que galvaniza su barrio: el Palacio de Congresos, de Norman Foster.

20.00 A la luna de Valencia

Restaurante Canalla Bistrot, en el barrio de Ruzafa de Valencia.
Restaurante Canalla Bistrot, en el barrio de Ruzafa de Valencia.Gonzalo Azumendi

El dicho popular alude a quienes llegaban tarde, cuando las puertas de la ciudad se habían cerrado, y se quedaban al raso. Hoy no sería problema: la vida nocturna se desarrolla extramuros, si exceptuamos los garitos en torno a Cavallers. El barrio más alternativo es el de Ruzafa (18). Allí acaba de abrir Ricard Camarena (una estrella Michelin) dos locales, Canalla Bistrot y Ricard Camarena Restaurant. También Quique Dacosta (dos estrellas Michelin) tiene ya tres locales en la ciudad: Mercatbar (Joaquín Costa, 27), Vuelve Carolina (Correos, 8) y El Poblet (misma dirección, primera planta). Para tomar una copa hay que alejarse del centro: la zona más de moda es la de Cánovas (19) (calles cercanas a esa plaza, como Conde Altea, Conde Salvatierra, Salamanca, Joaquín Costa). Por allí está Balli (Almirante Cadarso, 11) y acaba de abrir Congo Jazz, heredero del mítico Congo Bar (Conde Altea, 22). Más lejos, en el puerto, High Cube (en el edificio Veles e Vents) y Las Ánimas del Puerto (discoteca al aire libre).

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