Vocación de chiringuito

Se puede atribuir rango de chiringuito a un establecimiento que no se encuentra en la playa? “En Martínez no pisamos la arena, pero sentimos el agua como si estuviéramos al borde del mar”, afirma Josep Maria Parrado, promotor de este nuevo local, espectacular merendero de montaña. “Hasta aquí nos llega la brisa salina y podemos contemplar el Mediterráneo”. Así es la cara visible de este restaurante, lo último en Barcelona, mérito de este hostelero, propietario del famoso bar Cañete, que con el respaldo del Ayuntamiento de la ciudad ha rehabilitado un enclave singular sobre las bases del mismo edificio que diseñara años atrás el arquitecto Óscar Tusquets. Una atalaya en las faldas de Montjuïc, cerca del hotel Miramar donde antaño se alojaban los estudios de TVE.

Sombrillas anaranjadas, suelos entarimados y mesas altas con taburetes, mobiliario de terraza que da vida a sus comedores al aire libre alrededor del habitáculo central donde se encuentran las cocinas. Espacio estratégico en el que oficia Josep Maria Masó, cocinero de larga trayectoria que se esfuerza por elaborar una cocina en sintonía con las especialidades de los mejores chiringuitos del litoral.

Con un pragmatismo acorde con las circunstancias, la carta, que no se caracteriza por ofrecer precios baratos, se estructura en tres bloques. En los entrantes no falta el jamón con pan con tomate, ni las gambas a la sal. Son magníficas las anchoas de Santoña, aceptables las croquetas y solo correcta la ensalada de tomates con ventresca. Mucho más conseguidas resultan las almejas en salsa verde, que, en contra de lo habitual, presentan puntos de cocción acertados. Para los devotos de las cazuelas y guisos marineros la carta sugiere buenas especialidades. Magnífico el suquet de escórpora con tropezones, sabrosos los callos a la marinera con espardeñas y decepcionante el all i pebre de anguila por el insidioso gusto a fango del pescado. Entre el listado de arroces, siete variantes, entre las que no falta el arroz Cañete (calamar y alcachofas) y uno espléndido de espardeñas. Para concluir, postres previsibles. Golosa la crema catalana y correcto el helado de yogur con fresas. No desmerece su menú, que por 40 euros incluye entrantes, postres, bebida y ración de arroz.

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