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Flamenco en el patio empedrado

La Posada del Potro reabre sus puertas como centro de interpretación del cante 'jondo'

Espectáculo del ciclo 'Café Cantante'.
Espectáculo del ciclo 'Café Cantante'.

La Plaza y la Posada del Potro constituyen un espacio emblemático en la historia de Córdoba, ya que desde el siglo XIV fueron centro neurálgico de actividad hospedera y gremial. La Posada se compone de un corredor y un patio empedrado del que arrancan escaleras hacia las estancias, junto voladizos con vigas y zapatas de madera. Este espacio que alojaba a comerciantes (los caballos y mercancías permanecían en la planta baja) fue también frecuentado por truhanes, mujeres poco reputadas y otros visitantes que disfrutaban de comedias en el corral.

Lope de Vega, Góngora, Cervantes y otros viajeros románticos ya mencionaron sus virtudes y  la especulación intentó borrarla del mapa en los años setenta del siglo XX. Sin embargo, gracias a voces ciudadanas de protesta, se salvó de la piqueta para dar cabida a dependencias municipales. 

Desde el 3 de junio, la Posada del Potro ha pasado a denominarse Centro Flamenco Fosforito, uno de los cantaores más relevantes en la historia reciente de este arte. El Área de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba lo ha transformado en centro de interpretación, y aspira a convertirlo en lugar de referencia para el conocimiento del flamenco.

El proyecto ha dejado íntegro el edificio dotándolo de nuevos contenidos. La planta baja dispone de una tienda, un punto informativo donde se explican los valores de la posada y una sala en la que se realiza un recorrido por la historia del flamenco. Discurriendo por los que fueron los aposentos de la antigua fonda encontramos un collage de recuerdos que tributan a Antonio Fernández Díaz, 'Fosforito', llave de oro del cante. Además, el visitante podrá hallar distintos recursos de consulta en una mediateca.

La programación, muy heterogénea, se divide en dos ciclos, las Matinales flamencas y el Café cantante, donde disfrutar del cante, baile, recitales, fusión y comedias. Eso, sí, para no perdérselos, hay que llegar con tiempo, antes de que empiece la función, ya que por las propias dimensiones de la posada el aforo es limitado.

En el inconsciente colectivo de Córdoba, La Plaza y la Posada del Potro se recuerdan como un lugar popular, castizo... La vieja estampa con carros, mulas y la mítica fuente que abastecía a la población, donde las mujeres dejaban sus cántaros. También inspiró a poetas y pintores como Julio Romero de Torres, cuyo vecino museo desvela la pasión que este artista tuvo por el cante jondo. De hecho, su obra sirvió de icono para los carteles de algunas ediciones del Concurso Nacional de Arte Flamenco que desde 1956 se celebra en la ciudad y en el que la propia posada dio cabida a exposiciones y presentaciones discográficas.

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Nada es casual y todo vuelve. El flamenco regresa de nuevo al Potro hundiendo sus raíces en lo más profundo y ancestral, pero sin desdeñar aires renovados, fusionados y creativos.

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