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Shanghái se vuelca en la cultura

El museo Power Station of Art y nuevos festivales tratan de mejorar la oferta artística de la megalópolis

Instalación que imita los guerreros de terracota, de la artista japonesa Simon Fujiwara, en la Bienal del Arte.
Instalación que imita los guerreros de terracota, de la artista japonesa Simon Fujiwara, en la Bienal del Arte.Zigor Aldama

Diga Shanghái. El nombre seguro que le evoca muchos términos: exceso, capital, finanzas, consumismo, rascacielos, modernidad, gentío, aglomeraciones. No en vano es la capital económica de China y su ciudad más poblada. 24 millones de almas compiten en el paradigma de la jungla de asfalto por convertirse en punta de lanza de la globalización y reflejo de lo que el país de Mao quiere ser en el siglo XXI. Pero sus dirigentes son conscientes de que un centro financiero global no es sinónimo de cosmopolitismo, y también saben que, para ponerse a la altura de ciudades como Nueva York, Londres o París, deben mejorar considerablemente la oferta cultural de la megalópolis.

Dicho y hecho. Como el dinero no es problema, desde la organización de la Exposición Universal de 2010 Shanghái se ha embarcado en una ofensiva sin precedentes para arrebatarle a Pekín, la capital política, algo de su atractivo cultural. Y la estrategia ha comenzado a dar frutos. Las ingentes inversiones se han traducido en museos y galerías, y han reforzado citas como la Bienal de Arte, el Festival Internacional de Cine, o la Semana de la Moda, que, hasta ahora, coqueteaban con la irrelevancia. De hecho, estos tres acontecimientos acaban de ganarse el ascenso a primera división, donde pretenden conquistar puestos de ‘Champions’ en los próximos años.

Sin duda el crecimiento económico y las oportunidades de negocio son el mejor cebo para Shanghái, y la ciudad está empeñada en que el ámbito de la cultura también muerda el anzuelo. Así, la adecuación de las infraestructuras y las facilidades para la promoción han conseguido que muchos artistas decidan comenzar aquí, y no en Pekín, sus giras por China. Puede parecer algo irrelevante, pero no lo es. Porque la tendencia la inician cantantes comerciales de todo el mundo, incluido Julio Iglesias, y pronto se traslada a muestras como la que conmemora el 50 aniversario del ‘nacimiento’ de James Bond, o la más selecta ’15 Minutes Eternal’ de Andy Warhol.

Estos cambios se inscriben en un vuelco mucho más importante: el del modelo económico que rige en China. El país busca un nuevo sistema que fortalezca su mercado interno e impulse el consumo. Se acabó el producir baratijas a dos duros para el resto del mundo; es necesario ir más allá para continuar aumentando la clase media e incrementar el nivel de vida de una población cada vez mejor formada y más productiva. Y el Partido Comunista está convencido de que la cultura puede ser un gran motor económico en esta nueva coyuntura.

Para impulsar el cambio, uno de los principales edificios de la Expo se convirtió el año pasado en gigantesco museo. Es el Power Station of Art, una antigua central eléctrica que se ha convertido en el primer centro de arte contemporáneo del país subvencionado por el Gobierno. 41.200 metros cuadrados repartidos en 12 salas expositivas cuyo principal reto ahora es llenarse de contenidos. Como explicaba el artista catalán Antoni Miralda durante la inauguración de la bienal, “Shanghái se puede convertir en uno de los centros de arte más excitantes del planeta, pero todavía tiene un largo camino por delante para conseguirlo”. Y, sin duda, tanto la población local como los visitantes van a disfrutar de cada paso que dé en esa dirección.

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