Subida a la duna al acabar el día
Jericoacoara, a cuatro horas en coche de Fortaleza, en Brasil, es un paraíso para mochileros con enormes dunas, kilómetros de playas solitarias y caipiriñas, música y capoeira tras la puesta de sol
Hasta la década de los ochenta, Jericoacoara no era más que una aldea de pescadores en el Estado brasileño de Ceará, a cuatro horas por carretera de la capital, Fortaleza. Enormes dunas, como la que aparece en la foto, y kilómetros de playas solitarias arropan este paraíso de mochileros donde el ritmo diario lo marcan el viento, la arena y las puestas de sol. A Jericoacoara se llega, brincando por las dunas en todoterreno o en buggy, desde Jijoca de Tijuca, el último pueblo al que llega la carretera. Las mañanas se pasan en la playa o navegando; por la tarde, hacia las cinco, comienza el ritual de escalar la duna más alta para ver la puesta de sol. Tras el ocaso, vuelta a la playa, donde comienza la fiesta entre caipiriñas, música y capoeira. TAP vuela hasta Fortaleza, con una escala en Lisboa, desde 876 euros.
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