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VIAJEROS URBANOS

La noche de las 108 campanadas

En Tokio se sigue un ceremonial muy distinto para celebrar la llegada de un nuevo año

Ceremonia sintoísta de purificación en Tokio para recibir al nuevo año.
Ceremonia sintoísta de purificación en Tokio para recibir al nuevo año.Noboru Hashimoto

En Japón no son católicos, son budistas y sintoístas. Por tanto no existe la Navidad ni las costumbres propias del mundo occidental, a pesar de que el consumismo ha hecho que todos los centros comerciales de Tokio estén llenos de árboles de Navidad, guirnaldas y luces de colores. Pero esto no significa que no tengan sus propias y particulares tradiciones. Las de Fin de Año y Año Nuevo son las más curiosas.

Lo primero es purificar el hogar y librarlo de los malos augurios que pueda traer el año nuevo, así que, para ello, en todas las casas japonesas se realiza el osoji, limpieza exhaustiva y a fondo que prepara la vivienda para lo nuevo que está por llegar. Una vez que está todo impecable, nunca más tarde del día 30 de diciembre, se empieza a decorar la casa para dar la bienvenida al nuevo año. Otra de las tradiciones que tienen lugar tras el osoji es la preparación de la comida de Año Nuevo, que recibe el nombre de osechi. Según dice la tradición, los alimentos que se vayan a consumir durante los tres primeros días del año nuevo han de ser preparados con anterioridad, porque, durante esos días, usar el fuego y cocinar estaban considerados como un tabú.

El mismo día 31, la tradición manda comer mochi, un pudin de arroz que hace las delicias de los japoneses, pero que también supone una de las principales causas de mortalidad entre ancianos en Nochevieja: se trata de una pasta muy pegajosa y difícil de tragar. Hay familias que lo cocinan en casa, pero cada vez está más extendida la costumbre de comprarlo hecho. Asimismo, en las puertas de algunas casas se coloca el shimenawa, una especie de cuerda sagrada para alejar a los demonios y los malos espíritus.

La cena de Nochevieja suele ser tardía, al menos más tarde de las 7, como están acostumbrados a hacer a diario. Las mesas están llenas de manjares, pero hay algo que nunca falta: los soba, fideos de trigo que se comen siempre, y sin excepción, en esta noche del año. Y la razón es, para ellos, obvia. Los soba, por su longitud, simbolizan prosperidad y un augurio de larga vida. Las celebraciones terminan justo antes de la medianoche, cuando los templos hacen sonar sus campanas 108 veces para purificar los 108 deseos mundanos que, según la doctrina budista, causan el sufrimiento humano. Es entonces, pasada la medianoche, cuando los japoneses, ataviados con sus mejores kimonos y trajes tradicionales, salen a visitar los templos como agradecimiento por el año que se va y para pedir por el nuevo que llega, brindando con amazake, un alcohol que se sirve muy caliente después de haberlo hervido en agua con jengibre rallado encima.

Como última tradición, desde el día 1 de enero los templos se llenan de fieles por todo el país y, antes de volver al trabajo, los tokiotas acuden el 2 de enero a los jardines del Palacio Imperial para ofrecer respeto y buenos augurios a los miembros de la familia imperial, en el único día de año en que se estos asoman al balcón.

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