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VIAJEROS URBANOS

Un Tokio de cine en Roppongi Hills

A finales de octubre, se celebra en este barrio el Festival Internacional de Cine de Tokio

Cartel del Festival Internacional de Cine de Tokio.
Cartel del Festival Internacional de Cine de Tokio.María Pérez

Cualquier momento del año es bueno para visitar Tokio. Pero, si nos ponemos quisquillosos, quizá la mejor fecha sea esta, el otoño. Las razones son muchas. El húmedo verano ha terminado dando paso a una agradable temperatura y a la estación más seca del año, los árboles se tiñen de rojo y, con el inicio del curso, se presentan interesantes actividades que el viajero más exquisito no debe dejar pasar.

Y aquí va una para los amantes del cine en general y el asiático en particular. A finales de octubre el área de Roppongi Hills deja de lado sus boutiques y restaurantes de lujo para sacar del armario la alfombra roja y presentar el Festival Internacional de Cine de Tokio (TIFF). Con más de 25 años de historia, es el único certamen japonés acreditado por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores (FIAPF) y creado con la perpetua aspiración de formar parte del selecto grupo que forman Cannes, Venecia o Berlín.

Aunque el centro de todas las miradas y críticas está en el cine asiático, acoge las principales estrellas y películas de estreno del panorama internacional. Además, abre un espacio a rarezas cinéfilas procedentes de países como Vietnam, Corea, Filipinas o China, así como a aquellas producciones japonesas que jamás pisarán suelo occidental.

Toda esta amalgama de celuloide se desarrolla en el vibrante barrio de Roppongi. articulado en torno a un gigantesco cruce que conduce al cielo o al infierno. Por un lado, bares, tabernas, discotecas, propuestas indecentes y más de un antro de dudosa actividad; por el otro, la sensualidad y el estilismo de la Torre Mori, con su espectacular mirador a 270 metros de altura, su museo de arte contemporáneo en la planta 53, sus exquisitos locales y tiendas delicatessen.

Para redondear una velada de cine, a los más fetichistas les encantará cenar en Gonpachi, un restaurante con aires de fortaleza tradicional nipona en el que se inspiró el mismísimo Quentin Tarantino para una de las épicas batallas de Kill Bill. Queda a pocos pasos de la sede del festival.

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