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Algo que no se puede fingir

Por qué el encanto funciona especialmente en un mundo dominado por las franquicias

El encanto ha sido excluido de la vida moderna en el momento en el que más lo necesitamos. Lo está destruyendo una generación creciente de ejecutivos con aversión al riesgo y con unos planes que pretenden lo imposible: obtener el máximo beneficio contentando al mayor número de gente posible.

El encanto no implica esfuerzo, pero a la vez supone una responsabilidad. Y también requiere un grado de honradez e integridad: no es algo que se pueda fingir (aunque el sector servicios estadounidense haga grandes esfuerzos), y eso precisamente lo convierte en una cualidad tan especial.

El encanto es completamente humano: tiene que ver con el carácter y la individualidad. Ya sea un hotel o una calle, una ciudad o una tienda, un aeropuerto o un café, cuando resulta encantador es porque hay algo en eso profundamente humano con lo que conectamos, ese efecto fruto del uso frecuente o esa familiaridad de una rutina perfeccionada. No hay nada encantador en Dubái, donde chocan rascacielos con autopistas de 12 carriles; o llamadas telefónicas automatizadas.

Más información
El factor 'charme'
Una tienda: Brook Farm (Nueva York, Estados Unidos)
Una calle: Gemmayzeh-Mar Mikhael (Beirut, Líbano)
Un hotel: Fasano (São Paulo, Brasil)
Un tren: Rhätische Bahn (Grisones, Suiza)
Una panadería: Levain (Ueda, Japón)
Un restaurante: Osteria della Villetta (Brescia, Italia)
Un restaurante: Osteria della Villetta (Brescia, Italia)

El encanto tiene que ver con la convicción ?tener una opinión, seguir un instinto, alimentar una pasión?, no con preguntarle a mil personas lo que piensan y tratar de quedar bien a medias con todos. Internet no solo carece de encanto por resultar vacío de interacción humana: también es una herramienta a través de la cual todo el mundo tiene derecho a opinar. Desde un hilo de comentarios hasta el veneno de TripAdvisor, Internet da voz a un millón de comentaristas de sofá y anima tanto a la gente como a las empresas a "andarse con cuidado" para agradar a las masas.

El encanto no es cuantificable, por eso los asesores de empresas y los poseedores de MBA lo pasan por alto. Las decisiones que se toman en la sala de reuniones acerca del futuro de una ciudad, de un edificio o de una empresa no tienen en consideración la importancia del encanto. Apostar por una cualidad no medible en datos y cifras se considera el mayor de los riesgos, y sin embargo podría decirse que el encanto es el factor más importante para proteger negocios ya existentes, lo cual es incalculable en el clima financiero actual.

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El encanto es también frágil: no es algo que puedas comprar (de nuevo Dubái), sino que lleva su tiempo cultivarlo y requiere protección porque, una vez que se pierde, es casi imposible de reinstaurar.

Por todas estas razones hemos decidido que el encanto ocupe un lugar destacado en 2012. En los textos siguientes hemos seleccionado propuestas clave con encanto; cada una de ellas lleva a cabo a la perfección su tarea sin precisar asesoría alguna en la gestión. Es un canto a la guerra. O a lo mejor, una guerra con encanto.

» Hugo Macdonald es editor de la sección de diseño de la revista Monocle.

» Traducción de los textos de Mercedes Cebrián

Detalle de la tienda Brook Farm, en Brooklyn, Nueva York (EEUU).
Detalle de la tienda Brook Farm, en Brooklyn, Nueva York (EEUU).

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