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Tribuna
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Impulso público para innovar y crecer

Mejor que concentrarse en pequeñas empresas, los gobiernos deberían apoyar a las nuevas compañías

El crecimiento global es lento y el panorama no es esperanzador, según reflejan las proyecciones económicas publicadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) durante las reuniones de primavera celebradas hace unos días en Washington. El pesimismo se extiende entre los analistas. Pero en nuestra opinión, se puede escapar del marasmo económico actual si los gobiernos son más creativos en el uso de las políticas fiscales y las reformas estructurales. Normalmente, estas políticas se han asociado con recortes presupuestarios, pero la buena noticia es que no tiene que ser siempre así. La introducción de reformas e incentivos inteligentes para impulsar la innovación empresarial puede tener un impacto muy positivo en el potencial de crecimiento de todos los países.

En el Monitor Fiscal (2016) recién publicado por el FMI, dedicamos el capítulo sobre Política Fiscal, Innovación y Crecimiento a investigar qué políticas públicas pueden aumentar la innovación en el sector privado. Nuestra principal conclusión es que si el sector público invirtiera un 0,4% del PIB adicional en impulsar la I+D empresarial hasta su nivel de eficiencia, el PIB de las economías avanzadas podría aumentar un 5% en el largo plazo (hasta un 8% a escala mundial).

Se trata de la segunda vez que dedicamos nuestros esfuerzos a explorar de qué forma pueden los gobiernos ayudar al sector privado. Hace un año el Monitor Fiscal (2015) ya demostró que las políticas fiscales que ayudan a amortiguar los efectos del ciclo económico incrementan las inversiones empresariales, mejoran la productividad y facilitan el crecimiento sostenible. En esta ocasión, hemos ido un paso más allá y nos hemos centrado en las políticas públicas que ayudan a la innovación y al emprendimiento. En nuestro informe hemos tratado de responder a preguntas que son del máximo interés para los gobiernos que quieren aplicar nuevas estrategias económicas.

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Primero. ¿Por qué deben los gobiernos dar apoyo a las empresas innovadoras? La respuesta es que de lo contrario la inversión empresarial en I+D puede ser insuficiente. A veces, el escaso esfuerzo innovador privado obedece a un alto grado de incertidumbre. Otras veces, las empresas temen ser copiadas por sus competidores y perder los retornos de las inversiones realizadas. En esas situaciones, los apoyos públicos que rebajan los costes de la I+D empresarial son fundamentales para que la inversión en actividades innovadoras se acerque al óptimo social.

Segundo. ¿Cómo de grandes deben ser los programas públicos de apoyo a la innovación? El informe del FMI calcula que para que las empresas de las economías avanzadas incrementen sus actividades de I+D y las acerquen al nivel de eficiencia, los apoyos públicos deberían servir para reducir en un 50% el coste actual que tienen que afrontar las empresas que hacen esa apuesta inversora en innovación. Eso requeriría que los programas públicos de apoyo a la innovación aumentaran su tamaño actual por cuatro (con un coste fiscal estimado del 0,4% del PIB), logrando así que la I+D empresarial aumentara aproximadamente un 40% en comparación con los niveles actuales.

Las subvenciones directas logran mejores resultados que los estímulos fiscales

Tercero. Sabiendo del gran impacto potencial que el apoyo público puede tener en la I+D empresarial, ¿qué instrumento es preferible, los incentivos fiscales o los subsidios directos a la innovación? La verdad es que hay ejemplos para todo. En Australia y Corea, las desgravaciones fiscales han sido aplicadas de forma muy efectiva. Sin embargo, otros instrumentos como las cajas de patentes (patent boxes) no han funcionado tan bien. Nuestro estudio demuestra que han sido instrumentos ineficaces en algunos países como España y Francia porque su introducción no ha logrado aumentar de forma apreciable la I+D empresarial. Incluso donde han sido eficaces para aumentar la I+D privada (Holanda, Bélgica o Reino Unido), las patent boxes han sido ineficientes porque el volumen de ingresos públicos perdidos no ha sido compensado por los réditos obtenidos. Además, estos instrumentos han incentivado la competencia desleal entre países tirando de la recaudación de todos a la baja. El informe del FMI demuestra, por el contrario, que las subvenciones directas a las empresas innovadoras han tenido resultados mucho mejores en un buen número de países y deberían extenderse.

Por último, las políticas de apoyo público a la innovación no solo deberían fomentar la I+D en las empresas existentes, sino favorecer la creación de nuevas compañías. Pero no con los criterios actuales. En lugar de concentrar los esfuerzos en ayudar a las pequeñas empresas, los gobiernos deberían focalizar el apoyo en las nuevas empresas que apuestan por la innovación. Países como Chile y Francia han formulado políticas eficaces para apoyar a nuevas empresas jóvenes e innovadoras. Además, para reducir al mínimo las distorsiones que los impuestos introducen en el proceso empresarial, los gobiernos deberían simplificar las reglas fiscales que afectan a esas empresas innovadoras.

El mundo ya ha pasado por una situación de pesimismo económico como la actual, por ejemplo al comienzo de la Gran Depresión. Entonces las economías occidentales no encontraban la manera de superar la crisis, y el pesimismo se apoderaba de la mayoría. Sin embargo, había notables excepciones, como la de John Maynard Keynes. El economista británico visitó la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1930 y sorprendió a la audiencia hablando de La situación económica de nuestros nietos con notable optimismo. Dijo entonces algo que resulta relevante aún hoy: “Sufrimos un ataque de pesimismo económico (...) [según el cual] durante la próxima década el descenso de nuestra prosperidad es más probable que una mejoría. Creo que esta es una interpretación extremadamente errónea de lo que nos está pasando (…) pues tan solo estamos sufriendo los dolores propios del reajuste entre un periodo económico y otro”.

Vitor Gaspar es director de Asuntos Fiscales del FMI y exministro de finanzas de Portugal. Carlos Mulas-Granados es coautor del capítulo Política Fiscal, Innovación y Crecimiento publicado en el reciente Monitor Fiscal del FMI.

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